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Como casi todos los cómicos profesionales, Leo Harlem es un hombre serio. Sabe lo que cuesta provocar una risa y administra bien tiempos, asuntos ... y recursos. Con la vida a caballo entre Valladolid y Madrid, decidió quedarse en la capital cuando comenzó el confinamiento. Y desde allí siente el dolor general, la preocupación por lo que viene después y la tranquilidad de un descanso obligado. La salud admite pocas bromas.
«El humor no es ajeno a la vida en la que está inmersa la gente. Ahora estamos en un momento complicado para la salud pública y luego vendrá la resaca que no será solo económica, sino social también. Los teatros no tendrán el aforo de antes y el humor se verá afectado», augura el leonés. «Es verdad que hay más tiempo para escribir y mantengo la radio. Por otra parte está el factor descanso. Hacía mucho que no estaba en casa tanto tiempo y eso te resitúa mentalmente, es otro estilo de vida».
Cada mañana participa en el programa de Carlos Alsina (Onda Cero). «Reír nos puede ayudar, cada día nos envían mensajes agradeciéndolo. Estamos en el programa dentro de una franja de humor. Hacemos ficciones relacionadas con lo que ocurre; desde alguien que descubre en casa a un pariente que hacía mucho que no veía a uno que se queda encerrado en el baño porque se le rompe el pestillo, intentamos hacerlo más llevadero». Pero no es muy partidario de buscar la carcajada a partir de un tema que conlleva tanto dolor. «Hay muchas muertes, muchas familias afectadas y, aunque hay que esforzarse por hacer reír, por salir al balcón y pinchar, también debe haber espacio para la introspección, hay demasiada gente pasándolo mal. No he visto ninguna iniciativa de un minuto de silencio por los fallecidos y sí muchos minutos de jolgorio».
Se considera «una catástrofe tecnológica. Tengo Internet en casa hace siete meses. Antes para enviar un correo, lo metía en un pincho y bajaba a la fotocopiadora». Justifica así su pereza con las redes sociales. «Las uso solo para anunciar mis espectáculos. Son agotadoras, la gente es hiperactiva pero a mí me gusta el sosiego». A pesar de ello, se acaba enterando de lo que circula. «Es un campo para el ejercicio del ingenio, y en España hay mucha gente ingeniosa, en el que se ven ideas brillantes y otras, no tanto. Es un buen vehículo para el humor. Lo que pasa es que ese mundo me da algo de pudor, por ejemplo con las bromas ahora. En las redes a veces se pierde el foco».
Acaba de estrenar película y en junio estaba prevista premiere del 'Superagente Makey', «aplazada sine die. Se me han caído dos meses en un teatro de Madrid con la mitad vendido, esto será un impasse grande pero no me obsesiono». El efecto personal: «tengo ya una edad y esto te hace replantearte la vida. Echo de menos estudiar, me gusta leer y pintar, quizá busque algo más grande para poder dedicarme a ello. Lo que sí considero es bajar el pistón profesional y tener disciplina académica. Y pasear más».
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