Consulta la portada del periódico en papel
Emma Ozores, en un parque de Madrid. David Felipe Arranz

Emma Ozores o la princesa heredera de la realeza cómica

«Mi padre probaba sus ocurrencias y guiones conmigo para comprobar si me hacía reír, y siempre decía: qué buen público tengo contigo»

David Felipe Arranz

Valladolid

Jueves, 5 de diciembre 2019

'¡Mírate en el espejo!' -días 6 y 7 en la sala Cervantes de Valladolid- no es solamente el legado teatral del genial Antonio Ozores: es un canto de amor a la Generación del humor y a una España cómica que ya brilla por ... su ausencia y de la que Emma Ozores es, posiblemente, su última representante.

Publicidad

Antonio Ozores (1928-2010) ha sido uno de los más grandes cómicos que ha dado este país; porque el humor se hace de dos maneras que son opuestas: el de la sal gorda que recurre a la obscenidad más ramplona –pongan a los monologuistas estrellas del 'prime time' en televisión– o de la manera en que la entendían los Ozores, Gila, Tip y Coll, los genios de 'La Codorniz' y tantos otros. Sus chistes, apólogos trufados de ética, exhibían sin pudor a través de la inteligencia los problemas de la España real y empatizaban con el público, que es precisamente lo que cada vez se echa más en falta. Emma Ozores, con su cabellera rubia incendiada de oro, sus ojos de niña maravillosa y vestida de sonrisa, piensa cada día en su padre y ha querido estrenar en el Teatro Cervantes de Valladolid el legado literario de Antonio Ozores, el viernes 6 y el sábado 7 de diciembre.

Porque en esta comedia, que a muchos les puede parecer demodé, está el lienzo moderno de la democracia, de la Transición y de la memoria viva de nuestra intrahistoria cívica, familiar y surrealista, que lo es. En España y durante mucho tiempo se ha hecho política con el humor para contrarrestar insuficiencias democráticas y delante de la «autoridad competente». Militar, por supuesto. Ahora se hace humor –y del malo– de toda responsabilidad política.

«El tío de mi padre era un señor que tenía mucha gracia y que se llamaba Antonio», nos confiesa Emma Ozores al preguntarle por el gen del humor. Su padre era hijo del actor madrileño Mariano Ozores Francés y de la actriz valenciana Luisa Puchol Butier, estrellas de las tablas y fundadores de una compañía que ambos crearon en 1919 y que siguió representando en el Teatro Eslava hasta 1951. «Hay una educación del humor, que es la que me inculcó mi padre», nos confiesa Emma en el lienzo transparente de niña cómica que es su rostro mientras sabe, ella mejor que nadie, que la vida sigue: «Los novios me duran cuatro años: todo va muy bien, muy bien, y a los cuatro años hay que terminar, no sabemos por qué», explica con la liviandad de la filosofía pura. Como en la obra que podrá disfrutar el agradecido público vallisoletano: «El público de Valladolid es muy entendido porque está muy acostumbrado a ver teatro», se confiesa. «De ahí este estreno mundial. De hecho, nos veníamos mi padre y yo a Valladolid a comprar ropa porque la gente de Valladolid viste muy bien», se explica mientras nos señala nuestros zapatos castellanos.

La comedia de estreno es una concatenación de «sketches», fruto de un filtrado de décadas especulando con la risa, que es una forma de rebelión disfrazada de carcajada, pero no por ello menos revolucionaria. «Mi padre decía que éramos un solo cerebro con dos cuerpos, probaba sus ocurrencias y guiones conmigo para comprobar si me hacía reír, y él siempre me decía: qué buen público tengo contigo», nos dice la prima de Adriana Ozores, otra mujer perteneciente a la realeza del clan. Porque lo de los Ozores es puro sainete social en el que el autor se implica en la vida cotidiana de las gentes españolas, como una zarzuela en miniatura con mucho ingenio. Los Ozores son los episodios nacionales de nuestra comedia: «Era pasión con su hermano José Luis, lo quería muchísimo, revelaban juntos fotografías, producían comedias y películas… Era su mejor amigo», asegura Emma en referencia a su amado tío, cuyas interpretaciones en El último caballo (1950), El diablo toca la flauta (1953), El tigre de Chamberí (1957) o El gafe (1959) representan el máximo exponente de la interpretación cómica, la quintaesencia de nuestro cine, que es como decir de nuestra idiosincrasia española. «Le he cogido cariño a través de las cosas del tío Mariano y de mi padre. José Luis sabía hacerlo todo bien: era un alma muy vieja capaz de hacerlo todo junto a Celia Gámez con unas chapas y una armónica», añade.

Publicidad

La dirección de '¡Mírate en el espejo!' es de Antonio Ozores; es decir, «in absentia» o a control remoto desde el cielo: «tengo un vídeo de marzo de 2010 en el que se ve a mi padre dirigiendo en el Teatro Arlequín: ha sido mi 'tutorial' y he seguido sus enseñanzas en diferido de su última dirección», asegura emocionada. La comedia sigue con Emma Ozores: «show must go on», que dicen los comediantes anglosajones en medio de la tribulación, y así lo hubiese querido Antonio: que su hija continuase con el legado. «Él sigue vivo en cada risa de cada espectador, en cada sonrisa de cada espectador», explica al imaginarse la reacción del público del Pisuerga. «Incluso mi padre decidió cuál iban a ser los efectos de sonido, de los que hay más de cuarenta en la obra», concreta Emma, que se ha hecho dueña de un tipo de humor que no estaba reñido con la inteligencia, a diferencia de ahora, que están divorciados. El padre es la verdad rememorada permanentemente para la hija, y en esta obra se explica por qué: «Para mí era un genio, era un hombre con muchísima gracia, talento, ingenio y rapidez que tenía una capacidad inmensa de crear».

Aunque Antonio Ozores no es el único protagonista –o al menos el protagonista absoluto– del Olimpo de los referentes de Emma Ozores: «Buster Keaton, el Gordo y el Flaco, Peter Sellers, Gila, Tip y Coll son mis modelos», explica. «También tengo más españoles, pero se me han ido todos: Alfredo Landa, José Luis López Vázquez, Lina Morgan o Arturo Fernández. Y España es un país ingrato con los grandes genios del humor: los estadounidenses son más agradecidos. El caso es que me están dejando sola: hay un reparto del humor allá arriba», señala antes de imaginar a sus artistas ideales si le fuese concedido el deseo de reunir al elenco perfecto hoy, ahora, en 2019: «Sin duda contrataría a López Vázquez, Irene Gutiérrez Caba y Mari Carmen Prendes», dice sin pensárselo dos veces. A los dos primeros los vio juntos en Cena para dos, en el Teatro Reina Victoria, y su recuerdo la ha acompañado siempre. «Ellos aprendían mucho en el teatro: mi padre se pintaba las arrugas él solo, por ejemplo, y ese aprendizaje del cómico que aquella escuela tenía, que siempre se fijaba en los mejores, ahora ya no existe». De las actrices de ahora a Emma le gustan Adriana Ozores, Maribel Verdú, Aitana Sánchez Gijón, Luisa Martín, Lola Herrera o María José Alfonso». El cine también ha supuesto una magnífica educación sentimental para todos ellos e incluso ha llegado a enamorarse «mucho» de Sean Connery y «un poco» de Harrison Ford: «A mi padre le encantaba ver ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra, los wéstern protagonizados por John Wayne o incluso los cortos de Piolín y Silvestre, con los que se reía mucho», recuerda sobre los hábitos cinéfilos de Antonio.

Publicidad

Los Ozores son tan autóctonos como el Quijote, Goya, Falla, Lorca o el jamón serrano: puro orgullo del genio. Emma es una de sus últimas herederas directas y, como tal, tan eterna y perdurable como su risa y su mirada: un destello de luz en una sociedad provisional y pasajera que, sin embargo, alberga el milagro castizo y auténtico de la estirpe.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad