Broche jocoso del Olmedo Clásico

Con una historia de gemelos como trasfondo –dos parejas de gemelos emparentados con dos gemelas–, el error, el engaño y, por tanto, también el enredo, estuvieron servidos; un enredo tanto de personajes como de actores, quienes, siendo solo seis, interpretaron a los doce de la obra shakespeariana, para lo cual asumieron más de un papel e, incluso, se lo intercambiaron entre ellos. ¿Necesidad? Más bien una crítica a la situación de las compañías teatrales en la actualidad.

Enredo, sátira… Y mucho disparate. El escenario se convirtió en una discoteca en la que sonó música griega electrónica y donde personajes y actores bailaron, fumaron y bebieron cerveza –la Mythos griega–, e incluso, rompieron la cuarta pared y repartieron esta entre el público, que se vio involucrado en la fiesta. Fueron estas disertaciones otro de los puntos fuertes del espectáculo: en ellas los actores explicaban la historia, provocando situaciones verdaderamente cómicas, como la de justificar el acento andalusí que los personajes interpretados por Esteban Garrido tendrían en la Grecia clásica («tras una meticulosa investigación…»). Asimismo, el vestuario estaba inspirado en el folklore griego y no en la Antigua Grecia. Y no faltaron personajes cristianos: un exorcista y una abadesa, quien al final resultó ser la madre de los Antífolos.

La realidad frente a la apariencia, la razón frente a la locura y el error frente a la verdad; disparates, sátiras, anacronismos y mucha fiesta: así fue La comedia de los errores, el broche de oro a una edición marcada por la calidad, el buen teatro, el calor y el aleteo de abanicos.