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David Felipe Arranz
Lunes, 31 de julio 2023, 00:37
Fernando Cayo es un artista total: interpreta, dirige, escribe, toca e investiga. Valladolid lo ha marcado profundamente cultural y emocionalmente: su madre le orientó hacia la música llevándolo a los conciertos en el Carrión y la biblioteca de su padre alimentó su imaginario literario. En ... el madrileño Teatro Quique San Francisco triunfa con 'Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín', de García Lorca, mientras estrena en la pantalla grande 'La fortaleza', termina de rodar 'El instinto' y continúa de gira estival con 'Por todos los dioses'.
–'Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín' es una obra valiente 1929 que fue censurada por la Dictadura de Primo de Rivera. ¿Qué influencia puede tener en el público de ahora?
–Esta versión de la cordobesa Triana Lorite conecta con lo más profundo de la idiosincrasia ibérica y es muy vanguardista a la vez, que es el gran hallazgo de Lorca. La obra es deliciosa, de las más particulares, extrañas y hermosas del poeta, y plantea una poética y metafísica del encuentro del alma y el cuerpo, del sacrificio por amor, pero de una forma mística, con un piano que he desnudado y el reto por delante de cantar y tocar, el ritual plástico en cámara lenta que supone esta fusión muy próxima al teatro del esloveno Tomaž Pandur, y que ha contado con el vestuario de Pier Paolo Álvaro, la música de Ignacio Isasi y dos compañeras excepcionales, Ana Belén Beas y Carmela Martins.
–¿Qué plantea Lorca en esta obra?
–La lucha entre lo apolíneo –don Perlimplín, un hombre ingenuo y a la vez espiritual y hasta naif– y lo dionisiaco –Belisa, que es la sensualidad–, la dificultad del amor, la necesidad del sacrificio por la persona amada, la metamorfosis del enamorado para que Belisa también tenga un alma como él… Aunque influida por lo popular y el teatro de títeres, la pieza posee una parte lírica y espiritual muy importante, porque como señala el propio Lorca en sus anotaciones, «esta historia es de una austeridad y exposición marcadísimas», como «contada por niños de hace siglos» y que se ha de mirar «como friso que se mira con los ojos». De hecho, los duendes de la primera representación eran niños. La mente de Lorca es como la de Picasso y la de otros genios.
–¿Por qué España mata a sus genios? ¿Por qué asesinaron a alguien tan puro como Lorca?
–Tenemos un historial de guerras intestinas bastante dolorosas y fuertes, no solo de nuestra Guerra Civil; habría que remontarse al siglo XIX y antes. Todos los pueblos la tienen. Lo que sucedió con Lorca fue la lucha desesperada por la ignorancia por seguir siendo ignorante. ¿Cómo puede asesinar alguien a un poeta? Porque piensa distinto de ti. El duelo permanente por la muerte de Lorca es el duelo de la cultura española por la ignorancia, y su crimen tiene que ver con asumir la sombra del país y hemos de aprender de su muerte.
–¿Qué significa Valladolid para usted?
–Me siento terriblemente unido a mi ciudad, me encanta pasearla, desde la Rosaleda hasta el paseo de Zorrilla. Siempre que vengo con elencos a trabajar, yo soy el que les hace la visita guiada y me los llevo de tapas. Echo de menos lo bien que se vive en una ciudad de mediano formato como esta, tan moderna y boyante, con tanta actividad cultural, en la que llegas caminando en media hora a cualquier sitio, con acceso fácil a tiendas de todo tipo, etc.
–¿Qué recuerdos de la infancia le vienen a la memoria?
–Aprendí mucho de mis padres, que cuidaron de mi educación –mi madre de la musical y artística llevándome al Teatro Carrión, y mi padre de la literaria con su biblioteca, en la que me zambullía como desde un trampolín del conocimiento y me incentivaban constantemente, así como de los hermanos de La Salle, con los que hacíamos teatro cuando tenía nueve o diez años en el colegio gracias al hermano Antolínez. Fue mi primer espacio teatral, que yo sentí como algo íntimo, como si estuviese en el interior de una criatura, de una cueva creativa. Me reconozco además muy influido por el arte religioso de Valladolid y por mis frecuentes visitas de niño al Museo Nacional de Escultura y al Museo Oriental. La Escuela Superior de Arte Dramático, con mis profesores Carlos Vides y Alfonso Romera, también me enriqueció muchísimo. Y, musicalmente, he aprendido mucho con la labor de Joaquín Díaz.
–¿Cree que ser castellano le ha influido artísticamente?
–En 'Por todos los dioses' hablo precisamente de lo que significa nacer en la estepa castellana, paisajes de trigales infinitos, mares de pinares… La monotonía del paisaje hace que cuando las cosas florecen, lo hacen con mucha fuerza. El no tener muchas distracciones, como el mar cuando se vive en la costa, la dureza del terreno, te obliga a sacar más creatividad, como hacía Miguel Delibes. Lorca precisamente era un reto, precisamente espiritual y de crecimiento personal, para explorar la dimensión del paisaje andaluz.
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