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De las salas de vistas judiciales, a los escenarios teatrales. La de Berta Monclús es, sin duda, una clásica historia de reinvención. Todo comenzó por ... las necesidades de una abogada tímida que necesitaba mayor 'seguridad escénica' en los tribunales y fue a buscarla al lugar que parecía adecuado, al teatro. Lo llamativo del caso es que aquel nuevo mundo le gustó tanto que decidió quedarse en él y colgar la toga. Primero un poco, y luego del todo. Empezó dando clases a otros para enseñarles lo que ella aprendió, y terminó fundando ImproValladolid, una compañía de teatro improvisado que actúa regularmente en el Teatro Zorrilla. Hoy mismo, sin ir más lejos, presentan su espectáculo 'Lianas' en la Sala Experimental Fernando Urdiales. El día 31 de este mes representarán Jam Teatral y el 23 de febrero Un banco, cientos de historias, entre las actividades más inmediatas.
«La abogacía es otra forma de teatro así que me resultó de lo más natural acudir a talleres de interpretación en busca de soltura y de capacidad para desenvolverme en público», recuerda Berta Monclús, que entonces trabajaba en un bufete madrileño. «Conocí a la compañía de improvisación Jamming en el Teatro Maravillas y me fascinó. El teatro es un veneno que si te pica ya no tienes salida. En mi caso eso se tradujo en curiosidad por conocer distintos métodos y maneras de actuar y me decanté por la impro. En contra de lo que mucha gente piensa, es un estilo muy exigente, que tiene sus propias reglas y recursos para lograr que la acción dramática avance», recuerda.
El resultado fue uno de esos momentos singulares en los que una persona decide darle la vuelta a su vida como un calcetín para emprender un nuevo rumbo, hacia un mundo personal mejor. «A mí el teatro me salvó la vida. Era muy tímida y la impro me dio alas para sentirme libre y segura, para no tener miedo. Estoy en un estado máximo de potencia de juego», asegura Monclús, que ha dejado atrás siete años de estudios jurídicos y nueve más de ejercicio de la abogacía para apostar por el arte escénico.
Aunque en realidad es una apuesta por otra forma de ver la vida. Quizás por ello lo primero que surgió fue un taller, poco después reconvertido en Escuela Impro (en Alonso Berruguete, 2) en la que actualmente trabaja con 70 adultos organizados en siete grupos regulares, de septiembre a junio, más los que se suman a talleres intensivos, a los que hay que sumar actividades específicas para niños y empresas. «Los adultos son los grandes olvidados del teatro. El adulto tiene un niño dentro, aplastado por las responsabilidades, que está deseando salir a jugar».
En sus talleres los adultos no estudian, sino que entrenan. «Hacemos músculo, entrenamos la imaginación», explica Berta Monclús. Y un elemento clave que se ejercita es la aceptación de la imperfección. «La propia poética del espectáculo reivindica que la imperfección es bella. La improvisación es una filosofía de vida». Una actitud que se basa en la aceptación de lo que hay, y de lo que surge para avanzar y construir algo entre todos a partir de ahí. Quizás por eso, durante los primeros meses de entrenamiento, a los futuros actores se les prohíbe el uso de palabras como 'no', 'nunca', 'pero', 'sin embargo' o 'aunque'. Desde el punto de vista de la experiencia teatral «son palabras que ralentizan la acción dramática e impiden avanzar», pero la misma filosofía se aplica también, en cierto modo, a la propia vida, tal y como Monclús explicó en una conferencia Tedx en 2018 en plena Plaza Mayor. «Los que acuden a nuestra escuela buscan un espacio de libertad para jugar sin ser juzgados».
Tras los talleres, llegaron las representaciones. Primero en un bar, El desierto rojo, los jueves. Luego, la concejala Ana Redondo incorporó sus espectáculos al TAC, festival en el que han participado los últimos cuatro años. Y allí fue donde los descubrió Enrique Cornejo, que no dudó en cederles la Sala Experimental del Teatro Zorrilla para sus representaciones. Desde 2016 ofrecen allí dos funciones al mes y Monclús presume de que todas ellas cuelgan siempre el cartel de agotado.
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