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El Teatro Lope de Vega volverá a abrir sus puertas como contenedor cultural 20 años después de su cierre. El Ayuntamiento y Unicaja Banco, hasta ahora su propietario, anunciaron ayer un acuerdo que contempla la permuta del coliseo de la calle María de Molina ... por una parcela del Callejón de la Alcoholera. En consecuencia, el Ayuntamiento de Valladolid se hace cargo del histórico espacio escénico, inaugurado en 1861 y sin uso y sometido al deterioro desde el año 2000, «con la pretensión de rehabilitarlo para su puesta en valor lo antes posible como contenedor cultural, ya que constituye uno de los inmuebles más valiosos y significativos de la ciudad», según la información facilitada en la tarde de ayer por el Consistorio.
«Es un día importante para la ciudad de Valladolid –declaró el alcalde, Óscar Puente– porque un edificio histórico, de un valor cultural incalculable, que llevaba muchos años sumido en el abandono hoy vuelve a manos públicas, regresa a la ciudad. Esperemos que seamos capaces en poco tiempo de reabrir sus puertas para todos los ciudadanos». El alcalde precisó que el acuerdo, «sin desembolso para las arcas públicas», –aunque olvida toda referencia al valor de la parcela del patrimonio municipal implicada en la operación, que se encuentra en el sector Panibérica de Levaduras y tiene una superficie de 1.774 metros cuadrados, y una edificabilidad de 4.760– que Valladolid sumará un espacio escénico de gran relevancia histórica, que servirá para avanzar en la innovación y la oferta cultural de la ciudad, considerada la décima del país.
ENRIQUE BERZAL
Aquella función inaugural fue una auténtica fiesta. Era diciembre de 1861, día 6, para más señas, y El Norte de Castilla lo anunció con regocijo: una novedad teatral «digna del alto objeto a que se destina». Porque el Valladolid de la burguesía y las buenas maneras, de la transformación moderna y el progreso de los nuevos tiempos era también, o sobre todo, el Valladolid del paseo y el teatro.
Asistir al teatro era un auténtico rito, el gran centro de ocio pero también el lugar donde practicar la sociabilidad burguesa, aparentar y mostrar la importancia social a través del espacio que se ocupaba. En aquella ciudad de apenas 20.000 habitantes, había una sentida necesidad de contar con otro teatro que no fuera el viejo y destartalado de la Comedia. Porque el ostentoso encanto de la burguesía liberal también se nutría de óperas, comedias y dramas.
Y como un auténtico drama fue recibida la decisión edilicia de cerrar el teatro de la Comedia, el único en ese momento, a consecuencia de su mala conservación. Por suerte, dos avispados industriales, José León y Saturnino Guerra, atisbaron muy pronto la oportunidad y montaron la pertinente sociedad. Las obras dieron comienzo en el mes de abril. «Privado Valladolid hace algún tiempo de los espectáculos teatrales y sin esperanzas, al menos por el pronto de ver reedificar el antiguo teatro declarado ruinoso, ninguna duda queda de la importancia que tiene este día para la historia local, cuando puede contar con un nuevo edificio, que aparte de su belleza artística, reúne el tan loable objeto á que está destinado».
Porque asistir al teatro, en el Valladolid de mediados del XIX, era «una necesidad absoluta para ciudades que, como la nuestra le corresponde, no solo por categoría, sino que también por su estado de cultura», recordaba El Norte de Castilla. El autor del proyecto fue el célebre arquitecto cántabro Jerónimo de la Gándara, que también proyectó el madrileño Teatro de la Zarzuela y que, tres años después de inaugurado el 'Lope de Vega', haría otro tanto con el Calderón.
Según las primeras descripciones, el edificio era magnífico: «La sala, decorada con blanco y oro y cubiertas las paredes de papel carmesí, ofrece un aspecto tan sencillo como elegante. La planta baja, además de las butacas y doce palcos de platea, tiene seis filas de gradería; veinte y tres palcos, el piso principal; doce el segundo, y en el centró cinco filas de asientos numerados; en el tercero cuatro palcos laterales y el resto de gradería componen las localidades, pudiendo contener según nuestros cálculos de 1700 a 1800 personas bien acomodadas».
Al acto inaugural, el 6 de diciembre de 1861, asistió «lo más escogido de nuestra sociedad, en categoría, riqueza y hermosura», hasta abarrotar el coliseo. Una vez descorrido el telón e interpretada la marcha real por la banda militar del regimiento de Almansa, se descubrió el retrato de la reina Isabel II.
El plato fuerte llegaría con la escenificación de «El premio del bien hablar», del «Fénix de los Ingenios», precedida de un elogio en verso de Ventura de la Vega. Al terminar la representación seguirían su ejemplo «los señores Hartzembusch, Rossell, Núñez de Arce, Palacio, Correa, Mobellan, Losada, Santos, Tournelle, Campuzano y Alba». Los asistentes ovacionaron al arquitecto y le entregaron una corona de recuerdo. Hasta 1864, año de la inauguración del teatro Calderón, el Lope de Vega disfrutó del monopolio de la representación teatral en la ciudad.
Por su parte, el empresario teatral Enrique Cornejo, al frente de la gestión de otro templo del espectáculo de la ciudad, el Teatro Zorrilla, propiedad de la Diputación, mostró ayer su satisfacción por el acuerdo de Unicaja Banco y el Ayuntamiento, a pesar de que meses atrás había expresado su interés en alcanzar un acuerdo con la entidad financiera para reabrir el Lope de Vega. «Me alegra que el teatro esté en vías de recuperar su uso como espacio cultural tras tantos años de abandono y, además, me tranquiliza que sea el Ayuntamiento el nuevo propietario, porque será la garantía de que ese uso no corra peligro», expresó ayer Cornejo, quien destacó que el propio alcalde, Óscar Puente, tiene experiencia como actor, lo que le otorga una sensibilidad especial en este caso. «Mi intención era convertir el Lope de Vega en el gran centro de referencia nacional para la danza y la ópera, para lo que ya había contactado con posibles inversores y con Tamara Rojo [bailarina y directora artística del English National Ballet en Londres] como posible figura de referencia para poner en marcha el proyecto».
Cornejo no ocultó su perplejidad en cuanto a la falta de respuesta de la entidad bancaria a su oferta para adquirir el teatro. «Mi propuesta estaba bien fundamentada. Me pidieron tiempo para estudiarla y, además, discreción durante esa espera, pero nunca llegó su respuesta y hasta hoy no he sabido la razón», explicó el empresario teatral, quien a pesar de todo, ofrece su proyecto para el Lope de Vega al Ayuntamiento, «de forma desinteresada, yo no quería hacer negocio con el teatro, sino recuperarlo para Valladolid. Me alegra, al menos, haber sido quien ha movido el árbol para que hubiera una solución tras tantos años de abandono».
Manuel Saravia, concejal de Planeamiento Urbanístico, agradeció el trabajo, la disposición y la generosidad de los equipos negociadores del Ayuntamiento y la entidad bancaria. Según expresó ayer el Ayuntamiento a través de una nota, el departamento que dirige Saravia puso su esfuerzo en encontrar una solución viable a este edificio, de gran valor arquitectónico y cultural. «Ahora el Ayuntamiento se hará con el inmueble para preservar tanto el edificio como el tipo de uso, buscando fórmulas que permitan una actividad coherente con la historia y su valor artístico, cultural y simbólico», según Saravia.
En 1861 se inauguró en la calle María de Molina el actual edificio (luego fue objeto de varias reformas), según proyecto del arquitecto Jerónimo de la Gándara. Cerró sus puertas en el año 2000 y Caja Duero lo adquirió en 2006 y presentó un proyecto de rehabilitación dos años después valorado entonces en siete millones de euros, aunque nunca llegó a ponerse en marcha. Su estado de conservación no es bueno, con problemas derivados de falta de estanqueidad, deformaciones antiguas por cedimientos y mal estado de los camerinos.
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