Secciones
Servicios
Destacamos
El viernes por la noche, Susana Díaz (expresidenta de la Junta de Andalucía por el PSOE) y Cristina Cifuentes (expresidenta de la Comunidad de Madrid por el PP) salieron a cenar juntas por Valladolid. «Y esto a mucha gente le sorprende, cuando no debería ser ... así», dice Díaz, quien a continuación desvela el origen de su relación de confianza y complicidad. «Cuando me quedé embarazada de mi hijo mayor, me atacaron por tierra, mar y aire porque me cogí el permiso de maternidad. ¿Cómo alguien en el poder se iba a coger el permiso?, decían. Se me cuestionó por eso, pero también por hacer campaña electoral. Fue un momento muy duro. Y en esos momentos, recibí el aliento y el cariño de Cristina. Que alguien de otra fuerza política te apoye así, es importante. Y desde entonces, hemos mantenido esta amistad».
Una amistad que se regala sonrisas y miradas cómplices cuando, desde el escenario del Teatro Calderón, la periodista Marta Fernández, presentadora de este diálogo del Foro de la Cultura, avisa de que en ese encuentro se hablará de odios, de envidias, de traiciones y fuego amigo...
«El odio siempre es odio… y es igual en todos los sitios: en la política, en el trabajo, incluso en las familias. Pero en la política viene acompañado de algo más: la ambición», asegura Cifuentes. «Si la ambición y la fraternidad mantienen un equilibrio, no hay problema. El problema es cuando esa ambición es desproporcionada. Es entonces cuando aparecen el fuego amigo y los sentimientos más tóxicos», añade Díaz.
Ambas están convencidas de que «la inmensa mayoría de la gente en política es buena». Pero los titulares no son para los ángeles de la guarda, sino para los demonios. «Y sí, los malos son muy malos», subraya Cifuentes. «Sobre todo, cuando el enemigo lo tienes dentro y el adversario enfrente».
«El ataque de los de tus mismas filas no te lo esperas. Siempre duele más el que viene de aquel que antes te dio un abrazo, de la persona que te sonríe y tú considerabas tu amiga. Duele más por imprevisto», indica Díaz, quien percibe que, de un tiempo a esta parte, los puentes personales entre las formaciones políticas son cada vez más frágiles. «Hasta Rubalcaba, yo veía mucho más habitual y natural el encuentro entre políticos de distintos partidos. Ahora, en cambio, sorprende ver en el espacio público de forma distendida a personas de diferente filiación política».
«La crispación que hay en la política resulta insoportable para el ciudadano y se traslada a la sociedad», apunta Cifuentes. Y esa polarización se acentúa, dicen, en las redes sociales, «el instrumento perfecto para que esa crispación que algunos pretenden se convierta en generalizada. Allí se confunden opiniones con los ataques más virulentos», defiende Susana Díaz, actualmente senadora.
Cifuentes, ya fuera de la política, añade que el anonimato es una vía que «algunos aprovechan para hacer cosas que no harían en la vida real. Tal vez no sean tantas personas como parecen, pero hacen mucho ruido. Twitter es un sumidero para personas que solo tienen una intención: herir a los demás».
«Es muy doloroso, y lo digo yo, que soy experta en traiciones. Decepcionarte, te decepcionan mucho; pero dañarte, muy pocos», añade Cifuentes, que asegura que dejó la Comunidad de Madrid «con un coste personal tremendo. Una cosa es estar en el foco público y otro es estar en la diana. Y no todo el mundo está en la diana, como estuvimos nosotras, donde más allá de las responsabilidades políticas se buscaba la destrucción personal. Yo me quedé sin vida. Pero cuando me fui, tomé la decisión de que determinadas cosas no quería contarlas. No tengo necesidad de hacer ninguna catarsis. Cuando estás al borde del precipicio, aprendes a soltar lastre y olvidar. Si odias, la otra persona tiene poder sobre ti, solo cuando eres capaz de dejar las cosas atrás es cuando eres de verdad libre. En mi caso, más allá de cuestiones políticas, hubo intereses económicos frustrados y una venganza personal. Fue una ingenuidad personal pensar que denunciar posibles casos de corrupción (en el Canal de Isabel II o la Ciudad de la Justicia) no tendría consecuencias», dice Cifuentes.
«Lo que vivió Cristina fue diferente. Yo he tenido que sufrir ataques por una contienda de poder. Se hizo un personaje de mí, es verdad, había memes míos vestidos de flamenca con un cuchillo en las manos. Pero su caso fue un intento de destrucción personal, que es mucho más complicado, doloroso e inhumano», concluye Díaz, quien añade que «en política no todo vale y se han traspasado demasiadas líneas en este país». «Yo he sufrido mucho fuego amigo», dice Susana Díaz, quien asegura no guardar «ni odio ni rencor. No quiero que nadie me amargue al vida».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.