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«Lo que está ocurriendo con la democracia española no es normal», asegura el catedrático leonés Francisco Sosa Wagner, que ha decidido no conformarse con el lamento privado. El profesor emérito de Derecho Administrativo participa en el libro 'España, democracia menguante', en el que nueve ... relevantes personalidades académicas, como él mismo, denuncian el deterioro de las instituciones y el «irresponsable» afán de nuestra clase política por dividir a los españoles. «Quieren abrir un barranco artificial entre la ciudadanía, que no está tan enfrentada todavía», asegura el ex eurodiputado de Upyd.
El ensayo ha sido elaborado colectivamente por expertos tan destacados como Emilio Lamo de Espinosa, Araceli Mangas, Gabriel Tortella, Francesc de Carreras, Juan Díaz-Nicolás, Tomás-Ramón Fernández, Manuel Aragón y José Luis García Delgado, amén del propio Sosa Wagner. La publicación ha sido auspiciada por el Colegio Oficial de Eméritos y ha sido elaborada en clima de camaradería porque todos los autores tenían relación previa.
«Cada uno ha escrito un capítulo, pero todos hemos revisado los de los demás y hemos realizado observaciones que han sido incorporadas, por eso hemos decidido firmarlo conjuntamente, sin diferenciar qué ha hecho cada uno», explica Sosa Wagner.
El diagnóstico al que llegan los autores del ensayo es preocupante, y abona la idea de que estamos inmersos en un grave deterioro institucional que va camino de afectar a los ciudadanos, si no lo ha hecho ya. «Que la crispación, el extremismo y la polarización que caracterizan la actuación de los políticos no se haya trasladado todavía por entero a la sociedad no significa que los ciudadanos no estén sufriendo ya las consecuencias de un comportamiento inadecuado de las instituciones», afirman los autores en la presentación del libro.
Y su resumen de situación no invita a la complacencia, sino más bien busca «provocar un debate» y una reacción. «La escasa calidad de las leyes y de los reglamentos; las pretensiones de invadir políticamente la justicia; la desobediencia -tantas veces consentida- a la Constitución y a las sentencias de los tribunales; la merma de la seguridad jurídica; la conversión de los decretos-leyes en el modo ordinario de legislar; las políticas erráticas -y a veces sectarias- en materia social y económica; la erosión de los derechos fundamentales y el aumento de las desigualdades están representando un obstáculo evidente para la deseable estabilidad de los negocios y de las empresas y, en general, para mejorar la situación social y económica de los españoles».
«Se trata, en fin, de la utilización del poder, no con el objetivo de satisfacer intereses generales sino intereses parciales, incluido el de conservar, por todos los medios, los cargos públicos que se ostentan», añaden los autores. «Todo esto contribuye, además, a una pérdida de credibilidad internacional de nuestro Estado democrático». Y a una situación de «franca decadencia».
Sosa Wagner resalta que el deterior democrático que vive el país no es responsabilidad de la ciudadanía, sino de la clase política, en especial la que Gobierna. «Asistimos a un deterioro grande de las instituciones básicas del Estado que contribuye a degradar la democracia». Y menciona como ejemplo «los ataques tremendos al poder judicial», o los nombramientos del Gobierno para el Tribunal Constitucional «en los que no se ha buscado trasladar ninguna imagen de independencia, sino más bien al contrario».
«No se guardan las formas», añade el catedrático leonés. «Las cosas se pueden hacer de distintas formas, y este gobierno no disimula nada. Parece como si quisiera trasmitir el mensaje de que hace lo que quiere porque él es el que manda, pero eso contribuye al deterioro de las instituciones. El sistema democrático requiere que se le trate con cierta finura».
También considera muy preocupante la destrucción de las convicciones básicas comunes que sustentan nuestro modelo político, entre las que destaca la existencia de España como unidad nacional o el modelo de monarquía constitucional. «Las discrepancias en cuestiones básicas no deberían existir. Pero aquí no sólo se dan en los partidos separatistas, sino que estas formaciones son las que están influyendo en el Gobierno».
Con todo, a su juicio, lo más grave es que la clase política se dedique a «azuzar la confrontación entre los ciudadanos», mediante el uso de un lenguaje beligerante y a través de la acción política. «Llevar la crispación a la ciudadanía es muy peligroso porque deteriora la convivencia».
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