Una escena de 'Green Border', de la directora polaca Agnieszka Holland.
Sección oficial

Una zona de exclusión para las vergüenzas europeas

Holland denuncia en 'Green Border' la violencia de su país contra los refugiados mientras 'La contadora de películas' abre el festival con un homenaje al cine

Victoria M. Niño

Valladolid

Sábado, 21 de octubre 2023, 22:54

La realidad le revolvió de tal manera que no quiso dejar pasar el tiempo y Angnieszka Holland tomó su cámara como antaño, para expresar su indignación. 'Green Border', la última película de la directora polaca, abrió ayer el concurso de la Sección Oficial de la ... 68 Seminci, con un guion sobre la inhumanidad con que se trata a los emigrantes en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. 147 minutos en blanco y negro, en la espesura de uno de los bosques más antiguos de Europa, que hoy sirve de cárcel al aire libre para los expatriados que siguen la ruta norte hacia el continente prometido.

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Holland sigue a una familia siria, amenazados los hombres por el ISIS, cuyo viaje a Suecia se detiene entre las vallas de espinos de la zona de exclusión en la citada frontera. Una tierra de nadie sin techo ni comida, al albur de los guardas que tienen orden de pasarles al otro lado. La cruzarán varias veces, en camiones como si fueran ganado, en un parchís entre dos países que se sacuden cualquier responsabilidad. El mando les arenga con mensajes claros: no son personas, usan a los niños para conmover, vienen a atentar contra nosotros. Ese es el dictado del gobierno polaco que da carta blanca a sus fuerzas de seguridad para emplear la violencia. El primer golpe en esta era se dirige al móvil, provocar la incomunicación, el desconocimiento de las coordenadas con las que el enlace les buscará. Por eso los destrozan.

La familia va perdiendo el dinero, la salud, el ánimo, los planes, la unidad, en una paulatina degradación. La película no da tregua en su retrato del horror, de la animalidad e impunidad de los funcionarios. Tan solo en la última media hora abre el foco con la mirada de los activistas de derechos humanos, que no logran paralizar las deportaciones en caliente, con el dilema moral de un soldado y de una psicóloga que hace suya la causa de los refugiados sin sumarse a la organización que la captó.

Holland acusa a su país de legalizar la violencia de estado, de alimentar temores y miedos que no son reales, de hacer propaganda política con seres humanos que no han cometido ningún delito y, sin embargo, son tratados como criminales.

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Escribió el guion en plena situación de emergencia en 2021 y luego ha tenido que añadir un epígono, el de la guerra de Ucrania, con dos millones de desplazados en tierras polacas al comienzo del enfrentamiento. A raíz de su estreno en el Festival de Venecia, el Gobierno polaco inició una campaña contra la película, lo que celebra Holland como «la mejor campaña para que la gente la vea. El público quiere contrastar lo que dice el Gobierno y lo que cuento yo».

La autora de la célebre 'Europa, Europa' ya había mostrado en los noventa su visión del Holocausto, su rechazo a la represión comunista y ahora explicita la manipulación populista de los conservadores de Ley y Justicia (PiS), que justo acaba de perder el poder. Se refiere en la película a las muertes de inmigrantes en el total de las fronteras europeas, 30.000 al año, y vuelve sobre ellas al final. No hay zona de exclusión para esconder tanta vergüenza.

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La directora de títulos más comerciales como 'Copying Beethoven', estrenó en la Seminci de 2017 'El rastro', un 'ecothriller' protagonizado por una mujer que vive en el bosque y ajusta cuentas con los cazadores furtivos. Precisamente en esa edición competía con '¡Daha!', otra cruenta historia de emigración ilegal en la frontera turca. No parece que vaya a perder actualidad el tema.

El proyector falló

Mucho más amable es la película inaugural del festival, 'La contadora de películas', de Lone Scherfig. El primer pase, el de prensa, se vio interrumpido por un fallo del proyector, sugerencia azarosa para que alguien, como la protagonista, narrara el final imaginado. Pero volvió a funcionar y no hizo falta. La directora de 'Italiano para principiantes' ha llevado a la pantalla la novela de Hernán Rivera Letelier, un homenaje al cine, en la senda de 'Cinema Paradiso', 'Last Film Show' o 'The Artist', protagonizada por Bérénice Bejo, quien también trabaja en esta.

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Letelier cuenta la vida de un pueblo minero en el desierto de Atacama, años 60, donde la única diversión es el cine de los domingos. La familia de María Margarita apenas tiene ingresos y solo uno de los hijos puede ir al cine para, a la vuelta, contar la película al resto. Será la niña la que muestre un don natural para ello hasta el punto de reunir al pueblo en torno a su relato. Homenaje al cine clásico y a los buenos cuentistas, en un esquema parecido a la literaria 'Balzac y la costurera china'. La pequeña Alondra Valenzuela destaca por su candor y espontaneidad. El resto de personajes resultan algo forzados, Antonio de la Torre en su tosquedad, Bejo, en su desencanto, Brühl, en su melancolía. En conjunto logran un cuento de tono demasiado edulcorado para la realidad política y social que lo sostiene.

Lolita grunge

Frente al salvaje Oeste, el 'dulce Este' parece decir Sean Price Williams con su ópera prima, 'The Sweet East'. Las aventuras de Lilliam, una Lolita grunge que se deja llevar por los acontecimientos y recorrerá parte de su país encadenando encuentros pintorescos, centran el guion del debut tras la cámara de un director de fotografía.

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Lilliam se enrola primero con una banda punki antisistema que no llega a dar su gran golpe, luego con un filonazi, después en el rodaje de una película en la que se convierte en protagonista para terminar refugiada en una granja de soldados árabes. Como no ejerce ninguna voluntad, carece de responsabilidad alguna. Con toda naturalidad roba, manipula, provoca tiroteos, y escapa indolente de cada encuentro. Irónica al comienzo para tornarse esperpéntica después, la belleza de la actriz Talia Ryder, que canta el tema del inicio, no es suficiente para colmar las expectativas durante sus 104 minutos de metraje. Finalmente Lilliam vuelve a su casa y se reencuentra con su vida, la ordenada existencia de una familia americana media.

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