Seminci | Luis López Carrasco

«La tristeza de ver a amigos marchar a otros países por trabajo se me quedó dentro»

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Este miércoles presenta en Oletvm (19:00 horas) un libro en cuya escritura empleó diez años. Lo comenzó como «una manera de inventarme un futuro», cuenta este profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Castilla-La Mancha. «En 2011-2012 vivíamos un momento de crisis económica, de sensación de que todo se desmoronaba, de oscuridad. En cierto modo en 'El desierto blanco' la ciencia ficción es una especie de telón de fondo al que se dirige la trama, pues emocionalmente sigue conectada con aquella época, es una crónica de cómo mi generación se vio obligada a emigrar en los años más flagrantes de la crisis».

Una prueba de selección de personal para optar a un trabajo precario, una nochevieja con amigos en un chalé en un lugar apartado, un accidente aéreo... La trama de la novela se ubica en el primer cuarto de este siglo conectando escenas del pasado y personajes desde un presente difuminado en el tiempo. De fondo, el relato exhala un desencanto con extensión a los tiempos actuales. «Fueron años de crisis donde de repente todo se vino a bajo. Lo veo parecido a lo de hoy, todas las certezas que teníamos colapsaron, es como si se hubiera rasgado el velo de un espejismo en el que vivíamos, un estado de bienestar donde si estudiabas y trabajabas tenías la seguridad de una cierta estabilidad; todo eso se derrumba y de ahí viene un deseo de transformación colectivo, de arriesgarse por intentar mejorar las condiciones de la sociedad, eso generó concienciación, maneras de imaginar políticamente... si bien es cierto que la incertidumbre continúa y muchas de esas energías se han agotado; hemos experimentado tantos shocks y crisis con pandemias e inflaciones que no sé si hemos perdido esa capacidad de querer transformar colectivamente la sociedad».

No olvida cómo durante varios meses del año 2013 estuvo recibiendo en su casa de Madrid a personas que hacían allí escala antes de marcharse al extranjero en busca de oportunidades laborales que en España se les negaba. «La tristeza de ver a amigos partir hacia otros países en busca de trabajo se me quedó muy dentro; eran gente cercana con la que quería emprender proyectos y todo aquello era como perder un futuro común. Creo que hemos olvidado rápido todo aquello; a mí me estimula que la literatura sea un depósito de memoria».

Asegura que no pretendía que la obra literaria fuera «totalmente distópica y desesperanzada», por lo que se aferra a la posibilidad de que «las cosas pueden ir de otra manera». De momento esta semana sigue empapándose de las películas de la Sección Oficial que deberá juzgar. «Estoy muy contento de volver a Valladolid después de muchos años; La Seminci fue el primer festival que cubrí como crítico de cine en 2002, y antes estuve en veranos de la Cátedra de Cine. Valladolid es uno de los lugares donde me he formado como crítico y como artista; siempre que puedo, vengo».