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Juan Carlos Rivas cree que el zamorano Tomás Salvador González era el motor, el corazón, de un peculiar grupo informal de amantes de la poesía ... y de la palabra que tuvo su epicentro en la revista vallisoletana 'El signo del gorrión'. Escritores inquietos en fase de despegue de su creatividad que se llamaban a sí mismos, medio en broma, 'la banda del gorrión'. Su documental 'El tiempo robado' le hace justicia a Salvador, quizás uno de los menos conocidos del grupo, pero, indirectamente, también a los demás. Y es que por sus imágenes desfilan personalidades como Martín Garzo, Miguel Casado, Olvido García Valdés, Esperanza Ortega, o Luis Marigómez, entre otros hoy más que conocidos.
'El tiempo robado' es un retrato impresionista de una persona singular, indefinible, pero también es la evocación de un modo de vivir, de un tiempo y de un momento de fulgor creativo. «He buscado que fuera emocionante», explica Juan Carlos Rivas, director de la película, que habitualmente trabaja como redactor y crítico cinematográfico en 'Días de cine'. «No sólo quería cumplir una función pedagógica, dando a conocer a Tomás Salvador González y su valía poética, sino que quería ensalzar los valores humanos que encierra una figura como la suya».
En coherencia con ello, en 'El tiempo robado' lo primero que aparece en escena es el hombre, su singularidad, su calidad humana, su capacidad para cuidar y atender a los amigos, su falta de prejuicios y sectarismo, su honestidad, su desapego de la fama y el éxito. Y a partir de ahí, entreverada en la avalancha de testimonios de amigos que, cual pinceladas, van construyendo el retrato, emerge también su cualidad poética, su potencia como creador que busca y rebusca en el misterio de las palabras.
Ese orden de los términos, primero el hombre, luego su obra, tiene mucho que ver con la personal relación de Rivas con su protagonista, del que fue amigo personal durante los últimos ocho años. «Nos planteamos hacer la película movidos, en primer lugar, por el dolor de la pérdida, porque en esos años de relación se fraguó una amistad muy íntima y muy profunda. En realidad, he de admitir que el reconocimiento de su valía literaria vino después. Podría decirse que he tomado plena conciencia de ella en el proceso mismo de elaboración del documental».
«Tomás era una persona humilde, que no hablaba de su trabajo creativo ni presumía de él. Fue tras fallecer el año pasado y leer algunos artículos dedicados a su figura cuando me di cuenta de que había disfrutado de su grandeza humana como amigo, pero me había perdido su grandeza como escritor», admite Rivas.
En 'El tiempo robado' Esperanza Ortega explica que la poesía de Tomás Salvador parece inicialmente difícil, pero luego ya no. «Termina siendo tan natural como el agua». Y Miguel Casado detecta que en su obra conviven un movimiento hacia la máxima claridad y trasparencia, con otro que apunta a la oscuridad. Con todo, quizás lo más revelador sea el testimonio de su hijo Bruno: «Una de las enseñanzas de mi padre es que el objetivo último del arte es la esperanza. Demostrar que es posible la belleza».
Su poema sobre el tiempo robado (incluido en el libro La sumisión de los árboles), que en la película es recitado por el actor Javier Gutiérrez, evoca una actitud ante la vida que sobrevuela el documental de principio a fin: «El tiempo libre, para comprender que no hay tiempo libre sino el robado. La casa propia, para dejar la llave en la cerradora: no hay penumbra acogedora, no hay silencio, ni espacio, sin el murmullo de los otros». «Tomás Salvador pertenecía a otro tiempo, hoy quizás ya desaparecido o en vías de extinción, en el que se apreciaba la conversación interminable, el valor de la palabra, el tiempo reposado, el recibir a los amigos con las puertas abiertas y el compartir la serenidad», explica Rivas. «La desaparición de estos valores debería llevarnos a una cierta reflexión. Necesitamos recuperar esa forma de vivir y de estar en el mundo».
La película no elude la gran paradoja de que una de las personas más apreciadas del 'grupo del gorrión', a quien la mayoría reconocen un cierto magisterio, e incluso liderazgo en la búsqueda de innovaciones, no alcanzara la misma relevancia que los demás. «Es una de las paradojas de la película», admite su director, quien avanza una explicación: «No buscaba la fama, no estaba dispuesto a sacrificar su sentido epicúreo de la vida».
El documental bucea también en la otra gran línea de la creación de Salvador, su poesía visual: collages poéticos construidos a partir de palabras recortadas del periódico. «Era como intentar rescatar a las palabras de sus significaciones más convencionales», explica Gustavo Martín Garzo. No sólo generando vecindades inesperadas, sino también construyendo con ellas un montaje visual, al que paulatinamente fue incorporando otros elementos estéticos, como las superficies de color, como puede verse en una nutrida selección que muestra el documental de la Seminci.
¿Y el título de la película? El tiempo robado evoca una forma de estar en el mundo. «Robar el tiempo es robárselo al ajetreo de la vida, a las obligaciones, al estrés. El tiempo robado es el tiempo verdaderamente disfrutado y vivido. Tomás Salvador es un espejo que nos devuelve el carácter perecedero de nuestro estresado modo de vivir. Deberíamos esforzarnos por robar tiempo a ese ajetreo cotidiano. Me parece que esa es una de las grandes enseñanzas de Tomás Salvador».
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