Tiempos Modernos, la vida desencadenada
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Proyecciones especiales ·
La última película muda de Chaplin elabora poéticamente su preocupación por el proceso de mecanización industrial y el aumento del paroHay dos formas de acercarse a 'Tiempos Modernos', la última película muda de Charles Chaplin, la última aparición de su personaje del vagabundo (Charlot), y una de las cumbres de su arte cinematográfico. Una pondría el énfasis en las inquietudes sociales que la película aborda, y su conexión con los problemas reales de la época en la que se hizo, el año 1936. La otra resaltaría el trabajo poético que Chaplin realizó con ese material de partida y que es, justamente, el que hace de 'Tiempos Modernos' una película memorable, más allá de la coyuntura.
La primera aproximación obliga a poner la película en contexto. Estamos en los años posteriores a la Gran Depresión, en un momento en el que la industria acelera su mecanización y ello coadyuva a un incremento del desempleo y la pobreza. Chaplin no es un hombre que viva aislado del mundo, ha conocido el hambre, y es sensible a todas estas realidades. En esta época, además, es posiblemente el hombre más famoso del mundo, como acredita la gira internacional que protagonizó tras el estreno de 'Luces de la ciudad', en la que fue recibido por multitudes en todas partes. Ello le permite entrevistarse con todo tipo de personalidades con las que comparte sus inquietudes, como Gandhi, con quien se reunió en Londres. Su preocupación le lleva a leer libros de teoría económica e incluso publica una serie de artículos exponiendo sus ideas. En esta faceta, sus reflexiones no van más allá de las buenas intenciones y de la constatación de lo evidente. En 1931 escribe que «el desempleo es una cuestión vital» y expone su idea de que, así como el buen uso de las máquinas puede ayudar a la humanidad, un uso orientado al lucro sólo traerá desgracias.
No son ideas que permitan ir demasiado lejos, pero sí constatan que su preocupación es real, no oportunista. Pero lo importante es que Charles Chaplin sabe diferenciar entre sus facetas de ciudadano y de artista. Y si bien todas estas inquietudes están presentes en 'Tiempos Modernos', de forma explícita, el genio de su director logra trascenderlas. Él mismo lo explicó al hablar sobre sus dos personajes protagonistas: el vagabundo y la chica que interpreta Paulette Goddard: «No son dos rebeldes o víctimas, sino dos seres vivos en un mundo de autómatas. Dos niños sin sentido de la responsabilidad mientras el resto de la gente soporta el peso del deber. Son moralmente libres».
Ese es, después de todo, el verdadero conflicto de fondo: el que se da entre la vida encadenada –ya sea, literalmente, a una cadena de producción mecanizada, o a una red de deberes y convenciones–y la vida libre. O también, en palabras de George Bataille, el conflicto entre lo sagrado y lo profano. El reino de lo profano es el del rendimiento, el del deber, el de la obligación, pero también el de la seguridad y la estabilidad. El territorio de lo sagrado es el de la fiesta y el derroche. También el del cuerpo y el desorden. Frente a la responsabilidad, la sensualidad. Frente a la certeza, la apertura. Frente a la obediencia, la libertad.
Una escena expresa esta idea de modo ejemplar. Charlot acude a la fábrica dispuestos a rebelarse contra la dictadura de las máquinas y sabotea la cadena de montaje. A la rigidez de la mecanización él opone la suavidad del baile, la danza, y la pantomima. Es la libertad del arte frente al mundo rígido del trabajo. Sus compañeros, en cambio, están atados a la máquina, incapaces de concebir la posibilidad de desobedecer.
Otra de las escenas icónicas del film, la de Charlot atrapado en el interior de la cadena de montaje, ofrece una visión distinta de la mecanización. Hay aquí un componente lúdico que se impone sobre cualquier otra consideración. Los hermanos Dardenne, bien conocidos de la Seminci, y representados este año en la Sección Oficial, ofrecieron una sugerente interpretación de esta escena en el programa 'Chaplin hoy'. Según su aguda mirada, la imagen de Charlot deslizándose por los engranajes de la máquina sería equivalente al celuloide desplazándose por los engranajes de la cámara de cine. Estaríamos ante la mecanización positiva, la compatible con el bienestar del hombre, la que no lo brutaliza.
Todo esto está en 'Tiempos Modernos', si bien al vagabundo de Chaplin le falta entender, como sí hace Bataille, que los mundos sagrado y profano no son excluyentes, sino complementarios. Pero el gran mérito de Chaplin, en todo su periodo mudo, y también en 'Tiempos Modernos', es esa constante reivindicación de la libertad y del placer de la imprevisibilidad. También el entendimiento de que esta forma radical de entender la libertad que ofrece el arte es incompatible con cualquier atadura, y, por tanto, con cualquier proyecto de estabilidad y de futuro. Quizás por eso el vagabundo está siempre solo, y nunca culmina la relación con ninguna de las mujeres que se cruzan en su vida. Salvo aquí, en 'Tiempos modernos', donde por primera vez la película se cierra con la imagen de él y ella, agarrados de la mano, caminando hacia el horizonte. Por primera vez no está solo y surge la posibilidad de una vida común. La escena final, con él diciéndole a ella: «Ánimo, saldremos adelante», mientras ambos le sonríen al mundo, es probablemente una de los más vitalistas y esperanzadoras que se hayan rodado jamás. Y lo es, justamente, porque sabemos que la sonrisa no es espontánea, sino un acto de voluntad. Hay que sonreírle a la vida, aunque duela.
'TIEMPOS MODERNOS'
Proyección con la banda sonora ejecutada por la OSCyL. Auditorio M. Delibes. Hoy, a las 19:00 horas.
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