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Si en medio de las adversidades, persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, esto es amor». No pudo evitar Blanca Portillo la cita de Teresa de Jesús, el último personaje al que ha encarnado y que presentó ayer en esta Seminci. Uno ... de esos papeles que interpreta con la fe de una conversa y el convencimiento de que «me pasen cosas que me cambien».
Al igual que la santa abulense entre los muros de su convento, Blanca Portillo vivió anoche su particular éxtasis, pero sobre las tablas del Teatro Calderón, que le rindió un encendido e inacabable aplauso tras una no menos teatral entrada por el pasillo central, bailecito incluido, al ritmo del 'Loosing my Religion' de los R.E.M. Ella va camino de las cuatro décadas sin perder su particular 'religión' que, como resumió su cardenal Torquemada en esta 'Teresa', el vasco Asier Etxeandia, consiste en «tener más amor a su profesión que a sí misma».
Portillo protagonizó la Gala del Cine Español con la recogida de una de las Espigas de Honor que se entregan este año, todas con protagonismo femenino. Poco amiga de los discursos y más dada a dejar que hablen los sentimientos, la intérprete madrileña se rindió al escenario que tantas veces la ha visto entregarse y dejó que hablara la emoción.
Esto es un festival de cine pero se celebra en un teatro. Por eso recordó que Valladolid es «una ciudad que amo» y en la que atesora grandes recuerdos desde que en 1984 se estrenara sobre un escenario con 'Bodas de sangre'. «Aquí he representado casi todos los espectáculos en los que me he metido». Diez años después llegaría el salto al cine con 'Entre rojas'. No hay soporte audiovisual (teatro, cine, televisión) que no la haya encumbrado.
Ha recibido premios Goya, Concha como mejor actriz en San Sebastián, Medalla de Oro de las Bellas Artes e incluso un premio a la interpretación en Cannes (colectivo junto al elenco de 'Volver', de Almodóvar). A este bagaje suma docenas de premios más. Pero todavía le queda modestia para preguntarse y preguntar a la organización de la Seminci si «¿están seguros de que merezco este premio y si todo lo que he hecho merece esto?». Nadie duda de sus méritos y más para quien confiesa que «me dejo la vida y el corazón» en cada trabajo.
Embutida en un traje negro con un original corte que dejaba al aire uno de sus hombros, la actriz (Madrid, 1960) tuvo un guiño para la realidad que se vive ahí fuera, en lugares que hoy están lejos de los sueños de las pantallas o las ilusiones de una ciudad hambrienta de cine. «Da pudor sentir felicidad cuando el ser humano enseña su peor rostro, tal y como vemos por ahí», reflexionó en un inequívoco recuerdo a la violencia brutal en Medio Oriente.
En la introducción de la Portillo, Etxeandia la situó como «el referente más importante de mi vida». De ella dijo que era «amiga, maestra, antagonista personal y profesional (como queda reflejado en esta 'Teresa')». Y destacó su compromiso insobornable con los escenarios hasta el punto de serlo todo: actriz, directora y productora cuando ha hecho falta, hasta el punto de que «ha puesto en riesgo su salud personal y su economía cuando se trataba de sacar adelante un proyecto».
Por eso y, como reconoció ella después, «las cosas no pasan por casualidad, suceden por algo. Y aquí tenemos dos motivos para celebrar: un premio y una película». Tras recoger su Espiga de Honor de manos del actor bilbaíno, subieron al escenario del teatro Calderón todos los que han hecho posible esta versión en verso de los textos de Teresa de Cepeda y Ahumada, la santa de Ávila. Productores, equipo técnico (fotografía...), actores y el adaptador de los textos, el también muy premiado dramaturgo Juan Mayorga. Un autor cuyos textos tantas veces la han traído hasta el Calderón. Sin ir más lejos, estos días hará nueve años que estrenó aquí un 'Don Juan Tenorio' adaptado por este dramaturgo madrileño junto a la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
En su escueto recorrido por su carrera, Blanca Portillo recordó a algunos de sus grandes maestros como el argentino Jorge Lavelli (al país rioplatense acudió en su día a buscar nuevos retos) o José Luis Gómez que la educó en «el rigor y la entrega al trabajo bien hecho».
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