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Paula Ortiz ha encontrado en 'La lengua en pedazos', el libreto teatral de Juan Mayorga sobre Teresa de Jesús, la base para trasponer su particular universo a la pasión personal que siempre le despertó la autora del 'Libro de las Fundaciones'. En un frenético 'tour-de-force' a cargo de Blanca Portillo y Asier Etxeandía, y con la inequívoca poesía que la directora de 'La novia' imprime a sus escenas, se presenta 'Teresa' en la 68ª Seminci.
P: ¿Cómo se relaciona la mística de Teresa de Jesús con la poética de Paula Ortiz?
R: No soy creyente ni he tenido formación religiosa pero su palabra ilumina zonas del alma que yo no he sabido nombrar. Sus mundos y experiencias me han atraído para llevarlos al cine, pero es inabarcable. Hay mil Teresas posibles, y fue con la obra de Mayorga donde descubrí un mecanismo narrativo y dramático para vertebrar una película que transitase por la palabra y por lo visual.
P: ¿Se puede abordar esta figura sin ser creyente?
R: Creo que una cosa es la fe, en el sentido religioso, y otra la espiritualidad. Es una palabra que da miedo pero es un área de la experiencia y el conocimiento humano que me interesa, y que reivindico a través de esta película en una sociedad en la que se acalla muchas veces esas preguntas y los diálogos del alma.
P: En la adaptación no se han trasladado las conversaciones al lenguaje cinematográfico. ¿Por qué era importante mantener el sentido teatral de los diálogos?
R: Parte de la potencia de Teresa es la palabra, y parte de la subversión y la interpelación en el espectador actual está en la contradicción y la duda que tiene consigo misma. Esa tensión se lleva al combate con su némesis oscura, el inquisidor. Mantener el diálogo en su plenitud, tan salvaje, inabarcable y abismal, era muy importante. Es parte de la belleza de transitar por su palabra.
P: Está por un lado el lenguaje, y por otro la imagen...
R: Traducir o cristalizar en imágenes a Teresa ha consistido casi exclusivamente en leerla con atención y apegarse a las sensaciones físicas de los elementos que te ofrece la naturaleza: el fuego, el agua, el viento, las nubes o las estrellas. Es lo que te regalan las sensaciones plásticas de un vuelo suyo.
P: Es así como se acometió la adaptación de Bodas de Sangre ('La novia') o, más recientemente, 'Al otro lado del río y entre los árboles'...
R: Es una parte de mi percepción y de lo que me gusta vivir a través del cine: una experiencia sensorial lo más intensa posible. Esto acaba siendo una traducción de manera fuerte en la naturaleza, por los personajes y lo que ellos traen. En esta película se puede volver a encontrar esa intensidad del lenguaje estético que se apega a elementos, luces, colores, sonidos y texturas, para crear un viaje sensorial lo más profundo y hermoso posible.
P: ¿Cómo se ha trabajado la interpretación de Blanca Portillo para encarnar a Teresa de Jesús?
R: Como dice Juan Mayorga, la manera de trabajar de Blanca es sacerdotal. Trabajar con Blanca y con Asier fue para mí un privilegio, ver cómo en el proceso ellos han transitado pero también han dejado que transiten en ellos los personajes. Han indagado en la palabra y su densidad, pero también en la emocionalidad que navega en unas aguas que no son las nuestras. A pesar de 500 años están hablando de nosotros, y entre ellos hay una relación profunda, apasionada y eléctrica, que hace crecer mucho las interpretaciones.
P: Precisamente la relación entre los personajes también es eléctrica, de una gran evolución: hay rivalidad, erotismo, amor maternal...
R: Teresa de Jesús y el inquisidor son el uno y el otro. Él es la peor pesadilla de ella, y ella es el mejor sueño de él. Son realmente un solo ser, son un reflejo el uno del otro.
P: La película apela a muchos temas y también a nosotros. Uno de los asuntos que se aborda es el empoderamiento, el rol de la mujer...
R: No podemos llamar a Teresa feminista porque no existía el feminismo, pero sí era una feminista 'avant-la-lettre'; desde la defensa que hace de las mujeres y las imágenes que crea cuando habla de 'mariposas llenas de cadenas'. Es también una mujer frágil de una determinación férrea para llevar a cabo sus convicciones y su comunidad. Un lugar en el que la principal subversión era orar en silencio, permitirse un espacio de silencio para el libre pensamiento de las mujeres. Esto era tremendamente revolucionario, como lo es adentrarse en el centro del conocimiento y dudar permanentemente. Eso es lo más poderoso que hay ante cualquier totalitarismo, cualquier dogmatismo y cualquier fascismo. Y ella es una mujer salvaje, subversiva e incendiaria... desde un convento de clausura.
Paula Ortiz estrena este año 'Teresa' y 'Al otro lado del río y entre los árboles', basada en la obra homónima de Ernest Hemingway con Liev Schreiber, Josh Hutcherson y Laura Morante. «Es una experiencia muy contraria a 'Teresa': si bien ella tiene una sensibilidad muy parecida a la mía, Hemingway tiene una sensibilidad antagónica a mí». La voz central de las crónicas de los conflictos en el siglo XX representa la quintaesencia viril, alcohólica e incluso misógina causan «controversia e incluso rechazo» en la directora, pero ahondar en esta identidad tan contraria le ha permitido descubrir algo desconocido.
«Me encontré con un Hemingway otoñal, muy melancólico y reflexivo, un héroe que se desmorona», enumeró. «Fue muy hermoso adentrarse en las preguntas de ese hombre que en el final de su vida encuentra la luz inesperadamente y se pregunta sobre si tantas luchas vividas merecieron la pena». Es algo que «lamentablemente resuena con fuerza hoy, en su espíritu antibélico y el valor de la vida».
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