Piezas que encajan

El cineasta rumano se ha servido para ello de material audiovisual, público y privado: grabaciones de las ruedas de prensa del cuarteto británico y del tumultuoso recibimiento que tuvo lugar a las puertas del hotel, así como la entrevista radiofónica a uno de los más populares locutores, experto en música pop y listas de éxitos; o las crónicas televisivas que informaron durante aquellos días a toda la nación sobre la revuelta que estalló en Los Ángeles tras un caso de racismo y brutalidad policial contra un joven afroamericano; o películas domésticas filmadas en una visita a la Feria Mundial de Nueva York.

Ujicā encaja todas las piezas, aparentemente inconexas, hasta componer su interpretación de aquella América que se mostraba desenfadada, frívola, atrevida, violenta, desigual y racista. La sucesión de imágenes y lo que en ellas se nos desvela anticipa sutilmente el caos que asediará a la sociedad estadounidense el resto de la década.

Conforme avanza el inusual largometraje de Ujicā, somos capaces de comprender que esa realidad acaso pasó inadvertida entonces, cuando aquellas mismas imágenes vivieron su propio presente en compartimentos estancos. El concierto de los Beatles en Nueva York, repleto de fans quinceañeras, sonó en una ciudad entregada a la dispersión, enamorada de ese futuro tecnológico que aventuraba la Feria Mundial, mientras el desencanto aguardaba bajo el umbral de su fortaleza.

Kikol Grau ha presentado con su inconfundible impronta punk y radical, la película 'Turismo de guerra', una aproximación sarcástica y desenfadada, a pesar del asunto que tiene entre manos, a la inclinación extendida por las visitas en clave turística a lugares y edificios relacionados con la guerra y todos sus derivados: la tortura, la batalla o la represión.

Sin soltar la barita mágica del humor, ni en el guión ni en la puesta en escena, Grau se ofrece para la causa como guía en nuestro viaje para mostrarnos el numeroso catálogo de lugares visitados en España y en Europa solo por el horror que en ellos desataron la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Campos de internamiento, pueblos destruidos, refugios, trincheras, construcciones defensivas, playas son objeto de un culto extraño que suele disfrazarse de interés responsable y juicioso, aunque caiga fácilmente en la banalidad y en el morbo, si no en la parodia, como ocurre en el caso especialmente grotesco de la recreación de batallas.