El hombre que pudo y no quiso

La cinefilia y el bagaje intelectual de Horwath, un vienés nacido en los años sesenta, siempre vinculado al cine y que dirigió la Viennale en los años noventa, entre otras actividades, ha concebido un ensayo cinematográfico armado con la vida y la obra de uno de los actores más representativos del Hollywood clásico.

Gracias a la sagacidad y el ingenio de Horwath para urdir su historia biográfica, averiguamos que las circunstancias vitales de los ancestros de Henry Fonda están tan estrechamente vinculados con el nacimiento de la nación que sus primeras apariciones cinematográficas no hacen sino afianzarlas aún más, si cabe. Sin embargo, y por si esto pudiera parecer poco, la película avanza década tras década por la evolución personal y artística del actor, entre sus fructíferas colaboraciones con John Ford, dotando de vida al joven Abraham Lincoln y a Wyatt Earp, dos de los emblemas de la cultura popular americana, o representando a toda una generación de perdedores al prestar su mirada impotente al joven personaje de Tom Joad en 'Las uvas de la ira'.

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El crecimiento de su figura, entre la solvencia de sus personajes, tan coherentes siempre con su propia integridad, y la solidez de su compromiso personal, contribuirían a formar la sólida opinión que sobre Henry Fonda llegó a tener el público norteamericano.

Tras su participación en la guerra llegaría su etapa más comprometida. 'Doce hombres sin piedad', película que protagonizó y produjo, o la sobria e inquietante obra dirigida por Sidney Lumet, 'Punto límite', acentuarían el brillo de su carisma.

Consigue Horwath llevar el juego de su propuesta hasta un final ingenioso en el que la comedia televisiva de los setenta, el nuevo cine negro de Scorsese, un presidente actor, como Reagan, y un asesino psicótico y narcisista, como John Hinckley, acotarán la figura íntegra y paradigmática del actor que probablemente pudo presidir su nación si hubiese querido.

Su colega de profesión, Volodímir Zelenski, sí lo hizo y lidera la lucha de un país europeo en sus peores tiempos desde la Segunda Guerra Mundial. Sergei Loznitsa nos ofrece con 'The Invasion' un mosaico de secuencias alejadas de toda grandilocuencia para mostrarnos la admirable serenidad y la abnegación del pueblo ucraniano.