El director de la Seminci, Javier Angulo, hizo ayer un balance más que satisfactorio, –totalmente previsible, tratándose del máximo responsable del evento–, por haber congregado en las salas 98.500 espectadores y de haber superado por primera vez la barrera de 30.000 escolares en ... los pases destinados al público infantil y juvenil, muchos de ellos en el bautismo fílmico en sala por parte de los escolares.
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«Entre la programación cinematográfica y la oferta que hacemos con los foros de mujeres, cambio climático o distribuidores de cine, estamos creando una atmósfera en la que no solo se ve buen cine sino que pasan muchas cosas», resumió Angulo, quien parecía homenajear al expresidente Rajoy y su «me gustan los catalanes porque hacen cosas».
El problema del discurso del máximo responsable del festival es que expresa cierta autocomplaciencia que puede representar un riesgo, si no para la supervivencia del certamen sí para su objetivo de crecimiento. Esta edición cierra con una selección de películas más que digna, salvo como casi siempre en lo que se refiere a la presencia de cine español a concurso, pero con un déficit manifiesto en cuanto a la presencia de invitados de relumbrón, de 'celebrities', que si bien no son la esencia de un festival de cine que se define de autor, resulta reclamo imprescindible para atraer patrocinio público y privado a cambio de esa visibilidad que ofrece y a la que aludió Angulo en su balance final.
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