La presentación de la 64 edición de la Semana de Cine tuvo ayer como protagonistas únicos a su director, Javier Angulo, que cumple doce años al frente del festival, y al cine, un arte del que se proyectarán en total 274 películas y cuya industria vive inmersa en la incertidumbre sobre su futuro por la transformación de sus métodos de producción y exhibición y de los hábitos de consumo por parte de los espectadores.
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Una edición la de este año que en su Sección Oficial vuelve a ser fiel a sus constantes de cine europeo y de autor, con directores clásicos y consagrados frente a valores emergentes con una nutrida nómina de mujeres. Y con otras dos secciones a concurso, Punto de Encuentro, consolidada como escaparate de operas primas y segundas películas, y Tiempo de Historia, un lujo para cualquier certamen y que año a año, título a título, permite recorrer la actualidad del mundo, sus miserias y grandezas, a través de los ojos de un puñado de realizadores.
Un festival que ayer aparcó, afortunadamente, polémicas estériles recientes cargadas de sobreactuación que en nada benefician al festival ni al cine, y que confirman, además, que su director está condenado a empezar siempre los partidos con el marcador en contra, sea por las urgencias en el nombramiento, por las penurias de la crisis, por verse sometido a un proceso de selección cuasidraconiano en el que no hubo intención de convalidarle asignaturas aprobadas, o por la guerra entre las instituciones responsables de garantizar la continuidad del festival.
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