El peso de la mirada de los otros

En la pantalla grande, una de las películas más esperadas, 'The Brutalist'. Entró de rondón cuando estaba a punto de cerrarse la lista de Sección Oficial y la cinta de Brady Corbet está llamada a cosechar alguna 'espiga'. La película más larga (215') de esta Seminci cuenta la vida de un arquitecto judío húngaro, Laszlo Toth, que logra llegar a América tras pasar por los campos de concentración. Formado en la Bauhaus, comenzará trabajando de peón hasta que un adinerado empresario le confía la construcción de un megalómano proyecto. La arquitectura es el motor de la película que tiene el drama de la diáspora de la familia de Toth como segunda línea argumental.

Brady Corbet ha necesitado una década para poner en pie esta monumental película que arranca con las imágenes oscuras y desde la cámara en mano, muy del gusto de Von Trier con el que trabajó, de la llegada de Toth a Nueva York. Provocan incertidumbre, inestabilidad, nos preparan para lo que vendrá. Adrian Brody, llamado a ser el actor que mejor encarna al judío perseguido por el nazismo (de 'El pianista' en 2002 a este Laszlo), es el protagonista. Su madre real, fotógrafa húngara, vivió una experiencia similar. Y es que la nueva arquitectura que propone Toth es demasiado rompedora para ser bienvenida en EE UU. Las reseñas internacionales de su trabajo en Hungría convencerán a su mecenas.

El sueño americano en plena consecución ocupa la primera parte para luego narrar la reunificación familiar y seguir con la defensa de su proyecto, cuya planteamiento está relacionado con lo que dejó en los campos europeos. La proyección contó con un vigilante antipiratería que recorrió la sala varias veces conminando a guardar los móviles.

Infancias marcadas

Fuera de concurso estrena Paz Vega en al Sección Oficial 'Rita', su debut tras la cámara. A través de los ojos de esa niña de siete años vivimos el verano de 1984 en un popular barrio sevillano. Rita y Lolo, el hermano de cinco años, sus juguetes, sus juegos, sus juegos, sus anhelos, son el agujero por el que vemos el difícil equilibrio del matrimonio de sus padres. Ella, ama de casa entregada a su familia; él, taxista que trata a su esposa como si fuera su sirvienta. La posibilidad del divorcio ronda la cabeza de la madre, pero le detiene el estigma que supondría para ella y sus hijos en una sociedad en la que aguantar era la premisa.

La película descansa en la naturalidad de los niños, en su atenta observación y en la supervivencia emocional, a pesar de todo. Frente a su cadencia tranquila, los picos violentos de las discusiones de sus padres. En cuanto aparece Manolo (Roberto Álamo), todo se tensa. Mari (Paz Vega) apenas reacciona. La cámara para poco en ellos, el punto de vista es el de los niños que oyen más que ven el enfrentamiento de sus mayores.

Tono contenido, registro acertado de una sociedad y emocionado de una infancia coincidente en el tiempo con la de la directora. Frente al preciosismo con el que rueda a los infantes, el trazo grueso de la pareja, algo mayor para el momento. Los padres añejos comenzaron a darse una década después. El público aplaudió esta ópera prima.

La Noche Buena es uno de los días más familiares del año. En esa excepcionalidad trabaja Tyler Taormina en 'Chritsmas Eve in Miller's Point', subrayando el ambiente festivo y dejando síntomas de posible explosión por el futuro de la matriarca y su casa. Sin embargo triunfa la euforia y la histeria colectiva con sobredosis de comida, de luces y de ruido, todo es exagerado, hasta el número de rostros que retrata su cámara sin que el número aclare la intención del guion.

Taormina comienza con una narración lineal para luego multiplicar los frentes y los grupúsculos. Fuera de la familia, los amigos adolescentes, dos policías de servicio surrealista, la gritona dueña del bar, a ritmo de hits musicales de los cincuenta. Con todo ello compone una caleidoscópica descripción de la Noche Buena, de la alegría y la melancolía propias, del consumo y de la fiesta que poco añade al espectador de hoy. Eso sí, tiene como gancho los apellidos de Francesca Scorsese y Sawyer Spielberg.

Mirar es amar en diferido

De más interés resulta 'Stranger eyes', del singapurés Yeo Siew Hua. El secuestro de un bebé en el parque es la trama inicial que le sirve para meternos en un laberíntico cruce de información de distintas cámaras. Por un lado las legales en los lugares públicos y por otro, las de un voyeur. Aunque la investigación apunta a delitos sexuales, nada acaba siendo como parece. Hasta las pruebas son generacionales y la era digital facilita el rastro. Pero las dos horas de metraje, buena parte de él de noche o en sitios cerrados que multiplican la ambigüedad, abren otras cuestiones como la de la intimidad (una 'ventana indiscreta' infinita) y el valor sobrevenido cuando se pierde. La madre del bebé raptado llega a sentirse 'querida' por el voyeaur, por su atención incondicional. En un mundo tan impersonal como el retratado, donde todo se registra mecánicamente, el mirón que parece un psicópata demuestra que mirar es también cuidar, amar en diferido.