Paraguas

Glu, glu, glu. Qué pena que no estemos en la 55ª Seminci, la de hace nueve años, la que inauguró la película de Icíar Bollaín 'También la lluvia'. Hubiese cuadrado mejor con esta edición que, si nadie me corrige, pasará a la historia como la más pasada por agua de los 64 años de Seminci. (Por cierto, que 'También la lluvia' incluía un impresionante plano de un helicóptero que llevaba colgada una gran cruz, que de algún modo nos conecta simbólicamente con la jornada de hoy).

Glu, glu, glu. Se nos vuelven a calar los zapatos mientras comprobamos que dos apellidos venerados por la Seminci, Paskaljevic y Dardenne, zozobran y, oh, naufragan en sus últimas películas, tan trasnochadas, tan mal enfocadas, tan inferiores a las de antaño. Qué decepción. Será culpa de la lluvia.

Glu, glu, glu. Las precipitaciones empapan la alfombra verde y llenan de gente los bares y cafeterías. Que llueva nos impide pasear a gusto por Valladolid entre película y película pero también es una ventaja. Cuando llega ese momento, muy tardío, en que los aficionados acabamos de hablar de las películas que hemos visto, las que amamos, las que odiamos, las intermedias, la que cómo puede gustarte si es horrenda y la de cómo la puedes criticar si es maravillosa, aún podemos evitar pasar a debatir sobre barricadas y exhumaciones abordando un tema clásico donde los haya, el tiempo. Y acabar practicando dicción: La lluvia en Valladolid es una pura maravilla.