Fue una de las musas de la transición y nadie lo expresó mejor que Manuel Vicent: «Las aguas turbulentas de la democracia trajeron rostros distintos de mujer y el primero en pasar bajo los puentes de la libertad fue el de Charo López». También ... afirmó de ella que simbolizaba «la luz al final del túnel del franquismo», por su belleza y su actitud ante la vida. Ahí es nada. Su vocación actoral se gestó en alguna función escolar, como en tantos otros casos, y creció en montajes universitarios de la Facultad de Filosofía de Salamanca, donde representó 'Final de partida', de Beckett. Pero antes de que la actriz pudiera salir a la luz, la que se abrió paso fue la profesora. Impartió clases a estudiantes de Bachillerato y también de español para extranjeros.
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Vidal Arranz
SARA BECERRO ALONSO
Fue Gonzalo Suárez quien le abrió de par en par las puertas de la industria del cine, y luego Mario Camus la cobijó en 'La colmena'. Todo esto ocurrió antes de que la televisión descubriera su talento y le regalara la fama y el éxito popular con su papel de Clara Aldán en 'Los gozos y las sombras', adaptación de la célebre trilogía de Gonzalo Torrente Ballester. Ahora está entusiasmada con su último trabajo para Juanma Bajo Ulloa, 'Baby', que acaba de estrenar en Sitges, aunque el suyo es un papel de reparto. Y, entre medias, ha prestado su calidad a algunos de los mejores directores del país, como Basilio Martín Patino, Montxo Armendáriz o Pedro Almodóvar.
Ayer recibió la Espiga de Honor del festival en la Gala de Castilla y León, en la que compartió protagonismo, en cierto modo, con Francisco Umbral, homenajeado en 'Anatomía de un dandy'. Y aunque sigue triste y desconcertada por la suspensión de la vida que ha decretado el coronavirus, el premio ha sido un estímulo.
Charo López
- ¿Qué ha supuesto recibir la Espiga de Honor del festival?
- Este premio tiene mucha relevancia profesional, y en estos momentos es una de las pocas cosas que pueden consolar a los actores; en medio de esta pandemia, y de este horror que vivimos, yo lo valoro más. Es un galardón de especial significación para mí y quiero agradecérselo especialmente al director Javier Angulo.
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- ¿Cómo ha vivido estos meses de confinamiento?
-Mal. Tengo mucha tristeza. Es como si de pronto nos hubiéramos quedado suspendidos en el aire, sin haber consumado nada de lo que estábamos a punto de hacer. Estoy muy triste, y muy mal, y no sé cómo seguir adelante. Siempre en mi vida he tenido proyectos, de lo que fuera, de teatro, de cine, de amigos, de viajes… He tenido una vida muy activa. Y de pronto no sé cómo sigue esto. Sé que tengo miedo y preocupación por mí y por todos los demás.
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-La incertidumbre es grande, y sobre todo para el mundo de la cultura…
-Bueno el mundo de la hostelería tampoco se queda corto, eh
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-No, no, tampoco.
-Estamos todos mal: la cultura, la hostelería, los taxis… Estamos mal todos.
-Da la sensación de que una forma de vivir, de relacionarnos, se está viendo socavada.
-Estamos en nuestras casas sin relacionarnos con el mundo exterior, con el mundo de los sentimientos, con el mundo de los afectos, de amores, de familia, de amigos… Todo eso se ha suspendido. Es muy triste. Mucho.
-No es la primera vez que acude a Valladolid. Incluso llegó a presentar aquí una película: «Anima, Symphonie phantastique», de Titus Leber, en el año 1981.
- La Seminci es un festival estupendo, muy bien organizado, con buenas películas y mucho prestigio en Europa y he venido aquí en muchas ocasiones. La película que menciona era una obra muy experimental que hice en Austria, con un director que comenzaba entonces y que luego ha tenido mucho éxito. Me exigió mucho y me produjo mucho placer rodarla. Trataba sobre la 'Sinfonía fantástica' de Berlioz y me permitió trabajar con un actor como Matthieu Carriere.
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Charo López
-Esa película es solo un año anterior a 'Los gozos y las sombras', el papel que la lanzó a la fama y que la dio a conocer al gran público en España e Hispanoamérica.
- Me acuerdo de que en los muchos ratos que pasaba en el apartamento de Austria donde me alojaba, miraba la trilogía de Gonzalo Torrente Ballester, que siempre me ha gustado mucho, y decía: 'Dios mío, qué maravilla sería que me contrataran para una versión de esta novela'. Me pasaba la vida leyendo la trilogía a ver si tenía la suerte de que me contrataran. Y mira por donde al fin la pude hacer. Esta serie me ha valido mucho en mi carrera, especialmente en su momento. La disfruté y fue una experiencia extraordinaria porque me colocó en un sitio muy cómodo para seguir trabajando en el mundo del cine y la interpretación.
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-Por entonces usted tenía interés por explorar también el territorio de la comedia, pero le costó abrirse paso ahí.
-Algo que a mí me ha interesado siempre, por tener un abanico más amplio, por jugar con otras posibilidades actorales, era la vis cómica, que yo siempre he creído que tenía. Pero durante un tiempo no encontraba papeles que me permitieran desarrollarla. No sé si era por mi físico, o por otras razones que me son ajenas. Pero sé que no me vieron en comedia hasta que me fui a Italia a hablar con Darío Fo y Franca Rame sobre los derechos de su obra 'Tengamos el sexo en paz'. La trajimos a España y José Carlos Plaza hizo una adaptación soberbia, con la que, por fin, pude debutar en este género. Hice dos temporadas en España y luego me fui con ella a Argentina. Es uno de los trabajos que me han hecho más feliz en mi carrera. Luego he podido hacer alguna comedia más en teatro, pero en el cine no ha habido ocasión.
-En sus inicios pudo trabajar con un director salmantino tan emblemático como Basilio Martín Patino.
-Hice con él 'Los paraísos perdidos'. Era una película bastante extraordinaria y única. Hablaba de una chica que esperaba al padre que se había ido huyendo del franquismo y le espera a su vuelta, para estar con él y conocerle más.
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Charo López
- Antes de dedicarse al cine estuvo ocupada en la enseñanza, ¿llegó a impartir clases en Salamanca?
-No, en Salamanca viví hasta los 21 años y es una ciudad que está llena de recuerdos para mí. Mi trabajo como profesora fue ya en Madrid. Cuando llegué, iba y venía entre la Facultad de Filosofía y la Escuela de Cine, y trabajé mucho en los dos sitios. Al terminar los estudios empecé a dar clases en el Bachillerato y otras de español para extranjeros. En esas traté con gente de todas las procedencias, tailandeses… Qué se yo, de todas partes. Y cuando estaba en todo eso, y vivía muy bien, y me gustaba muchísimo lo que hacía, Gonzalo Suárez me citó en Barcelona, adonde habíamos ido a un festival de jazz, y me ofreció hacer Ana Carmona en 'Ditirambo'. Me sorprendió, pero me pareció que era otro camino más a seguir. Probé suerte, y hasta hoy. Es evidente que me fue bien. No puedo quejarme: si ha habido una mujer a la que le haya sido fácil entrar en el mundo del cine ha sido a mí, gracias a Gonzalo Suárez.
- Suárez probablemente sea la figura clave en su trayectoria como actriz. Más allá del éxito de 'Los gozos y las sombras'.
-Gonzalo es el director con el que he trabajado más veces en mi carrera, y uno de los que más admiro. Hacer un trabajo popular como aquella serie está muy bien. Pero no cambio ningún éxito por un trabajo con Gonzalo Suárez. Con el que, por otra parte, también he hecho algunas películas muy célebres: 'Epílogo' lo fue, 'Don Juan en los infiernos' lo mismo, la serie 'Los pazos de Ulloa' igual. Gonzalo es alguien tan importante en mi carrera que no puedo compararle con nada. Con él he trabajado mucho y cada película era más interesante, atractiva, más innovadora, más de investigación que la anterior. Es una personalidad de nuestro cine.
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-Aparte del autor de 'Epílogo' ha tenido ocasión de trabajar con algunos de los más grandes directores del cine español: Mario Camus, Imanol Uribe, Montxo Armendáriz, Pedro Almodóvar… ¿Hay alguno del que guarde un recuerdo especial?
-Estoy muy orgullosa de haber trabajado con todos ellos, y con muchos otros. Con Montxo Armendáriz he conseguido un Goya, y con Mario Camus he tenido la inmensa suerte de hacer 'La colmena' o 'Fortunata y Jacinta'. Cada uno me ha ofrecido algo.
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-Incluso estuvo a punto de trabajar con Luis Buñuel, pero no pudo ser.
- Eso son los avatares normales por los que pasamos los actores. Ocurrió al principio de mi carrera. Es verdad que estuve a punto de hacer el personaje de la Virgen María en 'La vía láctea'. Realicé las pruebas, fui a París y todo fue bien. Pero los actores en esa época estaban muy protegidos fuera de España, donde era una maravilla cómo se les trataba, y cuando llegué yo, una principiante, ante un plantel de primeras figuras, se opusieron y dijeron que no querían trabajar conmigo. Puedo entenderlo. Fue muy doloroso para mí, para mi pareja y para un grupo de cineastas que adoraban a Buñuel. El resto del país no se enteró de nada. No eran épocas para saber quién era Luis Buñuel.
-El teatro ha sido importante en su trayectoria profesional. Da la impresión de que en algún momento incluso toma el relevo del cine en cuanto a intensidad. ¿Está de acuerdo?
- Yo nunca me he programado, he dejado que las cosas vinieran. Y cuando ha venido el teatro he tenido la fortuna grande de haber trabajado con José Carlos Plaza en una experiencia, la de 'Tengamos el sexo en paz', que no puedo olvidar y que le debo a él. Luego trabajé con Carlos Gandolfo en la Argentina, en 'La jornada particular'. Eso era un privilegio al alcance de pocos actores. Sonó la flauta y me tocó a mí. Fui con Pepe Sacristán y resultó una experiencia extraordinaria.
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-En la Gala de Castilla y León se proyectó el documental 'Anatomía de un dandy', sobre Francisco Umbral, al que usted conoció personalmente. ¿Qué recuerda de él?
-Le traté mucho. Era un escritor al que admiraba y además era una persona muy atractiva, muy cariñosa y con mucho carisma.
'Ditirambo' (1967). Dirección y guión de Gonzálo Suárez. Con Gonzalo Suárez, Yelena Samarina, José María Prada y Luis Ciges.
'La colmena' (1982). Dirigida por Mario Camus con guión de José Luis Dibildos. Con José Sacristán, Ana Belén, Concha Velasco y José Luis López Vázquez,
'Los gozos y las sombras' (1982). Serie dirigda por Rafael Moreno Alba con guión de Jesús Navascués. Con Amparo Rivelles, Eusebio Poncela,, Carlos Larrañaga y Rosalía Dans.
'Epílogo' (1984). Dirigida por Gonzalo Suárez con guión de él mismo, Miguel Ángel Barbero y Joan Potau. Con José Sacristán, Francisco Rabal, Manuel Zarzo y Sandra Toral.
'Los paraísos perdidos' (1985). Dirección y guión de Basilio Martín Patino. Con Alfredo Landa, Francisco Rabal, Juan Diego y Miguel Narros.
'Tiempo de silencio' (1986). Dirigida por Vicente Aranda con guión de él mismo y Antonio Rabinat. Con Imanol Arias, Victoria Abril, Francisco Rabal y Juan Echanove.
'Lo más natural' (1991). Dirigida por Josefina Molina con guión de Joaquín Oristrell. Con Miguel Bosé, Patrick Bauchau, Viviane Vives y Sonsoles Benedicto.
'Secretos del corazón' (1997). Dirección y guión de Montxo Armendáriz. Con Carmelo Gómez, Silvia Munt, Vicky Peña y Andoni Erburu.
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