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Imaginen la onomatopeya de una brisa en el campo. Zinzin. Después, el sonido de una piedra que cae por el subsuelo hacia el fondo de una sima aparentemente eterna. Durrun. Por último, el estrépito de un rayo sobre una roca. Karratz. Construyendo, a lo gramática ... germana, una nueva palabra con los tres términos, tenemos 'Zinzindurrunkarratz', el último largometraje del director pamplonica Oskar Alegría, que le ha valido el premio DOC.España en el palmarés de la 68ª edición de la Seminci.
El filme es una oda al sonido, al valor de la poética auditiva por delante de la visual, y también un homenaje a Navarra y a la familia del realizador y periodista, autor a su vez de películas previas como 'La casa Emak Bakia' y 'Zumiriki'. En él, se narra el viaje que hace su realizador desde su pueblo familiar de Artazu a la Sierra de Andía junto al burro Paolo. Ambos recrean el camino del abuelo de Alegría, que décadas atrás llevaba provisiones a los pastores que vivían en aquella sierra.
Entre un camino que ya no puede recordar, y con una vieja cámara super-8 que, paradójicamente, no puede captar ya el sonido, Alegría trata de recorrer esta ruta trasladando al espectador la responsabilidad de otorgarle, a ruidos y silencios, sus debidas importancias. La película recién premiada en Seminci ya había recorrido previamente el Festival Internacional de Cine Documental Edoc, el festival de cine documental de Nueva York Doc NYC o la Viennale, entre otros.
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