Si algo hemos aprendido con el dichoso coronavirus es que podemos prescindir de muchas cosas, más de las que imaginábamos, siempre que no nos toquen lo básico. Aplicándolo al caso de quienes venimos de fuera a seguir la Seminci, lo esencial es ver las películas ... seleccionadas. Luego podremos echar de menos el contacto humano y de más tantas horas con mascarilla.
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Pese a todas sus complicadas circunstancias, la 65 Seminci está cubriendo la necesidad de mantener encendida la llama, de descubrirnos propuestas de cine y compartirlas en Valladolid. Los demás detalles son secundarios (aunque también les digo que hacer tertulias cinematográficas alrededor de cafés o copas de vino también se ha revelado como esencial).
Son tiempos de quedarnos con lo estrictamente necesario... aunque en cuestión de atender necesidades básicas tampoco hay que pasarse. En los aseos del teatro Calderón han puesto cartelitos indicando que tienen un aforo máximo de dos personas. Nadie lo controla. Te encuentras con la puerta cerrada y debes asomarte tímidamente, ¿hay alguien ahí?, y detectar si ya hay dos usuarios, numérense, para quedarte fuera. Nos conformamos, que en el Carrión resulta que los aseos directamente no están disponibles sino clausurados. ¿Puede haber algo más insalubre?
En fin, menos mal que los adictos a la Seminci estamos en plan ascético. Casi no comemos, por aprovechar el máximo de sesiones antes del toque de queda, ni cenamos, que no somos tan europeos como para hacerlo a las 20:00, ni casi bebemos. Eso sí, películas, todas las que nos echen.
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