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Las nanas de la abuela, germen del largo de Ferrés

Dice Laura que el «cine documenta la realidad», que El Prat que ella rueda quizá solo permanezca así en sus imágenes. Y fue la evocación de las nanas de su abuela, las que no había oído en ningún otra versión, las que le llevaron a mirar el pasado de la familia materna y a fijarse en su origen andaluz. «Provengo de una familia que, como tantas, vinieron a trabajar en la posguerra a Cataluña.Quería hacer algo con esa parte de nuestro pasado, retratarlas a ellas y después decidí hacer ficción para hablar de los temas importantes para mí: el mundo del trabajo, las clases sociales, el mundo de la publicidad y cómo se construye una imagen, de los desparecidos», enumera quien dice que el gusta la parte técnica del cine, «la imagen, el sonido, el montaje».

En su primer largo comienza con la imagen permanente, con la fotografía, esa que nos llama a sonreír «y hace que parezcamos bobos». Es el nexo entre la primera parte, que transcurre en la primera posguerra en Andalucía, y la segunda, cuando Carmen tiene que buscar en El Prat caras «auténticas» para sus campañas publicitarias.

Cada cara es una historia y eso es lo que persigue Carmen en Antonia, a quien se acerca porque quiere desentrañar que hay detrás de ese inquietante optimismo nómada. Y en ella acabará encontrando la hermana que no tuvo.

Ferrés trabaja de nuevo con actores no profesionales, fe hecho el casting de María Luengo (Carmen) fue una propuesta a la salida del veterinario donde fue con su gata, mientras que la de Rosario Ortega fue en un bar.

Ambas describen como «increíble e irrepetible» la experiencia del rodaje. Luengo, que iba con su hija, pensó que se trataba de una cámara oculta. «Me preguntaron si tenía familia andaluza y les dije que mi madre era de Carmona», contóMaría. Rosario, por su parte, recuerda que su papel se parecía mucho a su vida y «terminé llorando».

Laura Ferrés está interesada en el cine antropológico y sociológico a la vez que la ficción llama a su puerta cada vez con más insistencia. Se mueve entre «el naturalismo y el artificio». No quiere acentos normativos ni en castellano ni en catalán, le interesa la mezcla de antagónicos, «¿quién fue el genio que mezclo el melón con el jamón? ¡Qué manjar!».

Por eso el guion, aunque no con demasiados ensayos previos, y las reacciones espontáneas de los actores. «Me interesa el misterio de lo cotidiano», afirma quien se detiene en las paredes, en las comidas de las cocinas, en los bares vacíos, en el silencio que acompaña a una enferma de Alzheimer, en el plátano y la canción que abren grieta más allá de las palabras en esa incomunicación.

La directora de 'A perro flaco', trabajo de licenciatura, sigue queriendo contar «sin embellecer» y la vez «in matar la belleza. Hay veces que ves un atardecer precioso y la fotografía que sacas no es capaz de reflejarlo. Por otra parte, cuando algo está bien ¿para qué cambiarlo?». La primera parte fue rodada en la casa de un payés, en las inmediaciones de El Prat. «Allí no hay cortijos, pero tenía que parecerlo. No tuvimos que cambiar casi nada».

Pere Ferrés, su padre, que protagonizó 'Los desheredados', tiene también un pequeño papel en su primer largometraje. Encarna al protésico que le demuestra a Carmen, la protagonista, cómo el dolor es una impresión que nace del cerebro, no del lugar en el que se inflige. Yal igual que en la anteiro ocasión, ha acompañado a su hija a Valladolid.