La relación tóxica del entrenador y la esquiadora marca el ritmo de la película 'Slalom'.

Montañas de nieve y piedras

Punto de encuentro ·

Los Andes argentinos y los Alpes franceses sirven de marco a dos proyectos muy distintos

Jorge Praga

Valladolid

Martes, 27 de octubre 2020, 17:48

Tanto 'Piedra sola' como 'Slalom' se desarrollan entre montañas que determinan la vida de sus protagonistas. La primera escoge el altiplano de La Puna, a cuatro mil metros en la Argentina andina. Con el fondo de nieve de los Alpes franceses, el esquí centra ... la segunda.

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'Slalom' es el primer largometraje de Charlène Favier. En su presentación digital mencionó la importancia que Val d'Isère, «su montaña», tenía para ella. Y también el deporte del esquí, y el paisaje nevado que la rodeó en su infancia. Conoce bien de lo que habla, aunque esperemos que la anécdota central de la película no la haya rozado. Tal es su dureza, aunque no su rareza.

Lyz es una joven de 15 años que destaca tanto en los estudios como en el esquí, por lo que su familia decide llevarla a un centro de alto rendimiento en el que los jóvenes se quedan aislados, y en los que los únicos adultos que los pueden guiar son sus entrenadores. La trayectoria de Lyz es ascendente. Llegan los primeros triunfos, que le traerán la envidia de sus compañeros de residencia, y que la irán aislando, dejando un único hilo de comunicación con su entrenador. El vacío adolescente de ella, y la pulsión dominante de él, irán facilitando el acercamiento, que se abre a lo sexual en escenas muy duras y desequilibradas. Frente a la madurez adulta del entrenador, Lyz no tiene capacidad ni apoyos (su familia se reduce a una madre en permanente fuga) para enfrentarse a una relación tan destructiva. La película se centra en sus gestos, en su desconcierto, en la tenaza que poco a poco le borra la chispa de los ojos. Noée Abita logra que la adolescente Lyz sea creíble y cercana. A sus desgarros íntimos la directora añade escenas de competición de slalom ciertamente fascinantes, con cámaras en vuelo que nos arrastran detrás de los esquiadores. Una película vigorosa y notable a la que nada falta ni sobra.

'Piedra sola' tiene unos planteamientos y objetivos completamente distintos. Según contó antes de la proyección su director, el argentino Alejandro Telémaco Tarraf, el equipo necesitó de un año de convivencia con la montaña andina para llevar adelante su proyecto, que arrancó de un libro de poemas de Atahualpa Yupanqui, el primer cantautor de nuestra juventud. No se trata, en sus intenciones, de contar una historia, o de mostrar la vida campesina. La mirada de Telémaco Tarraf quiere penetrar más hondamente en la cultura, en el paisaje, en los sonidos, en la existencia por esas cimas desnudas y pedregosas. El problema está en el otro lado de su trabajo cinematográfico, en la recepción del espectador, al que no se le hace un sitio en la pantalla ni se le entregan pistas que le guíen. Hay ciertas bases narrativas, como el puma que mata al ganado o los espacios de convivencia doméstica, pero no vertebran la obra ni tienen desarrollo explícito. «Busqué que la película trazara un camino más allá del entendimiento racional», declara el director, para «ir hacia algo más difuso, más místico». Cada espectador sabrá si le alcanzó ese rayo tan ambicioso.

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