Javier Angulo, al final de la Seminci de 2021. Alberto mIngueza
Despedida

Javier Angulo: «Se puede dar espectáculo sin tocar la esencia de Seminci»

Participará en la actividad del Ayuntamiento relacionada con el cine aunque sin exclusividad

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 23 de diciembre 2022, 00:11

Lleva la gorra de Seminci, el día anterior la de Cannes. Es el complemento que identifica a Javier Angulo, «mitad coquetería, mitad un problema de piel». Tras quince años al frente de Seminci, deja la dirección contento por «haberla profesionalizado» y por las cifras, de ... nuevo las de 2019, dobladas respecto a lo que heredó. Tiene la sensación de que deja todo más fácil a su sucesor en cuya selección participará.

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Será un concurso de méritos cuyas bases se publicarán la primera semana de enero. «Que vaya rápido y quien llegue tenga tiempo de sobra no como me pasó a mí que llegué en junio. He pedido que sea concurso de méritos abierto y serio para que podamos elegir al mejor. Ya voy recibiendo recados y gente que pregunta». ¿Hay algún nombre ya? «Me han pedido que participe en la selección y he dicho que si se impone un nombre no lo aceptaré». ¿Aunque le conozca? Sonríe. «Prefiero pensar que es una anécdota. Aquí hay muchos chismes. Soy un profesional, desde que llegué he huido como alma que lleva el diablo de la polémica porque solo daña a la institución».

La humillación del concurso

Recuerda uno de sus momentos más delicados. «Cuando tras ocho años en el cargo me hicieron un concurso. Fue 'heavy' y lo sentí humillante. Estuve callado tres meses frente a descalificaciones como que supuestamente no hablaba inglés, se inventaron todo tipo de cosas. Seminci no merecía esa polémica absurda».

Angulo sucedió a Juan Carlos Frugone de quien recibió «los trastos y un folio». «Cuando llegué todo era celuloide y no había una sala de visionado. Se montaba una sala ex profeso y el proyector proyectaba y rayaba las películas. Fui a ver a Mercedes (Cantalapiedra) y se montó una el Calderón. No había un presupuesto consolidado para todo el año. Era un festival de mucho nivel artístico pero con poca estructura para su categoría. Ahora hay un organigrama en condiciones y están organizados los servicios con empresas externas».

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Con Angulo llegó la alfombra verde, los vestidos de gala y la multiplicación de las espigas de honor. Parte de la comunidad semincinera lo considera frívolo. El director en funciones lo tiene claro. «Nunca llueve a gusto de todos. Sé que hay gente que durante años preguntaba por qué seguía yo. Durante este tiempo he convertido en amigos y aliados a gente que estaba en mi contra», apunta desde la alusión personal para saltar al proyecto profesional. «Cuando llegué dije dos cosas: 'este festival es como la joya de familia a la que solo hay que dar brillo' y 'vengo a dar espectáculo'. Esto se ha conseguido en la calle, en la alfombra, con apariciones de figuras del cine español que han hecho historia y queridas por el público, no estrellitas de la tele o influencers. Pero no se han tocado las señas de identidad del festival».

Prosigue Angulo «si de algo se me puede acusar es de abrir el festival al público pasando de 40.000 espectadores a casi 80.000 en sala. De proyectar cine de autor para público amplio que además tiene éxito en taquilla como 'La librería'. Somos el único festival en el que las películas ganadoras tienen luego grandes taquillajes, eso no va contra las esencias. Seminci ha cambiado de puertas para fuera no para dentro. El espectáculo crea afición y le da a la ciudad el valor añadido, en torno al 30% en hoteles, restaurantes y comercio durante un mes». Angulo pone como ejemplo Cannes «¿alguien se rasgó las vestiduras porque inaugurarán Brad Pitt y Angelina Jolie con una película de tortazos?. Vamos a dejarnos de ayatolismos. Sé que hay gente a lo que no les gusto, así que ganen la plaza».

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Adaptarse a los cambios

Otro de sus motivos de alegría es «conseguir eliminar el recelo del cine español a venir a Valladolid. También en el cine español hay espectáculo y glamur, de ahí el ciclo y las espigas». Y de «sacar a Seminci del ensimismamiento, estaba cerrada y se la veía como un festival de expertos y cinéfilos. He querido abrirlo a los medios y a otras instituciones». De ahí la actividad del resto del año con la Universidad, con la Diputación y la Junta. «Hemos ido inventando iniciativas como el ciclo de cine y cambio climático, la Espiga Verde y la LGTBI, acordes con los cambios de sensibilidad».

Está especialmente orgulloso de que 30.000 espectadores sean escolares. «Conseguimos que los chicos descubran la belleza y grande del cine en sala». Y el otro de estos tres lustros es «la imparable presencia de realizadoras».

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Sigue perfilando su relación con el Ayuntamiento. «Hay temas interesantes como el Lope de Vega, que puede ser una segunda sede del festival. En proceso está el Museo del Cine para Valladolid. Hay conversaciones con la Academia y con el ICCA». Reconoce que los vallisoletanos no son fáciles, «pero he hecho muy buenos amigos».

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