Javier Angulo, el pasado jueves en el Ayuntamiento de Valladolid. Henar Sastre

Javier Angulo: «Me encontré un festival ensimismado y hoy está abierto al mundo»

Afronta su duodécima edición al frente de la Seminci orgulloso de lo conseguido y con el reto de profesionalizar la gestión económica

Victoria M. Niño

Valladolid

Domingo, 13 de octubre 2019, 08:33

Ya ha sacado del armario el traje y la corbata, esos que solo luce «en la inauguración y la clausura de la Seminci y en la recepción de ayer en el Palacio Real». Javier Angulo (Bilbao, 1949) considera que hay mucho que celebrar: «Hemos sobrevivido a la organización de otra edición. Nadie se imagina el lío que es esto, durante el año somos siete, pero a estas alturas, más de 300 personas.Al final lo más fácil son los contenidos, y lo más complicado, los mil y un detalles de ajuste de organización. Es el puzle diabólico de las 2.000 piezas. Pero ya está todo encarrilado. La experiencia cuenta. Son doce años y la verdad es que estoy bien a gusto. Siempre hay cuestiones económico-administrativas que lo complican». Esas últimas, mezcladas con el intercambio de dardos entre el alcalde de Valladolid y el vicepresidente de la Junta han enturbiado el consenso, en torno a la Seminci.

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–No había ningún representante de la Junta en la presentación oficial de la 64ª edición.

–El protocolo lo lleva el Ayuntamiento, tanto la asistencia a actos en sus dependencias como las ceremonias de inauguración y clausura a las que se accede por invitación. Desconozco la razón por la que no había nadie de la Junta. En cualquier caso, en un patronato que hubo antes de la rueda de prensa se me acercó un representante de Ciudadanos y me preguntó por las relaciones con la Consejería de Cultura y dije que estupendas, que tengo una excelente sintonía con el consejero y que espero que todo vaya sobre ruedas. A otros niveles no tengo nada más que decir, más que lo que dijo el alcalde reclamando mayor ayuda a la Junta, algo que me parece muy razonable puesto que Seminci no es festival del Ayuntamiento ni de la ciudad solo, sino de la comunidad y su evento cultural más importante. En ese sentido, todas los ayudas serán muy bienvenidas. Cuando llegué recuerdo que la Junta aportaba 350.000 euros. Mis relaciones con la Junta son buenas con Cultura, con ellos hacemos el concierto-proyección en el Miguel Delibes, con Agricultura muy buenas, así como con Educación, con quienes montamos Miniminci.

–¿Le han reñido desde el Ayuntamiento por disentir de las palabras del alcalde?

–Cuando me llaman para preguntar qué me parece, yo no sé que ha dicho el alcalde, me hubiera gustado que el periodista me hubiera citado su afirmación sobre que debía doblar su ayuda. En ese momento solo tengo la información de que la Junta nos incrementa en 60.000 euros su aportación, dejando la misma cantidad que en 2018 tras habérsenos anunciado el recorte de ese importe. Cuando hago esa declaración me refiero a esa cantidad, es decir que me parece bien que volvamos a donde estábamos. No sabía que el alcalde había pedido a la Junta medio millón. No tenemos dos puntos de vista, solo uno porque yo no negocio las aportaciones de la Junta. Si me preguntan 'qué te parece que pongan medio millón', pues digo bien. Pero si me dicen que me suben lo que me iban a quitar, digo bien también. Ahora lo que le pediría en mi carta a la Junta es que nos ayude a que empresas importantes de Castilla y León ayuden con sus patrocinios a la entidad cultural más importante de la comunidad.

–¿Le vendría bien una ley de mecenazgo?

–Hablando el otro día en San Sebastián con el ministro de Cultura ya le dije: «Por favor, ya es hora de una ley que establezca importantes desgravaciones fiscales por inversión en cultura en especial en festivales, la necesitamos». En España las desgravaciones por inversión en cultura son aún ridículas y quien quiere invertir lo hace en espectáculos de masas. Ante la dificultades que han atravesado las administraciones públicas con respecto a la inversión, siempre creí que tenían que llegar las empresas privadas, pero con una ley que lo propicie como la hay en Francia o Alemania.

–¿Iniciativas como Cine&Vino son otra manera de anclar patrocinios de empresas regionales?

–En la primera edición trabajamos con todas denominaciones de origen de Valladolid y en la segunda se desligó Toro. Contamos con sus aportaciones y es una gran satisfacción, además tenemos el apoyo de la Diputación y la Consejería de Agricultra. Cine&Vino es una sección que va calando poco a poco, son seis ediciones y ya está asentada. A la gente le gusta, lo pasa bien; ve una peli y luego puede tomar un vino con actuaciones de música.

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–¿Cómo está Seminci en el panorama nacional de festivales, con dos como Málaga y Sitges especializados y creciendo?

–Seguimos siendo sin duda los segundos tras San Sebastián, por antigüedad y por espectadores –96.000–. Dudo mucho que haya un festival que llene tres teatros, un auditorio y multicines durante una semana. Lafidelidad del público y la programación que se da, las citas con la industria –este año con los distribuidores, con las mujeres cineastas–, se producen muchas cosas que van más allá de la exhibición. Hace cuatro años fuimos el primer festival generalista que montó una sección sobre medioambiente y cambio climático, antes del clamor juvenil de hoy. Cada año nos hemos inventado cosas nuevas para atraer a nuevos públicos y hacer la oferta lo más atractiva posible.

–¿Hay un umbral de espectadores para al Seminci, lo ha tocado?

–Creo poder decir que con promociones como la del lunes, martes y miércoles a tres euros la entrada podemos captar a un público joven de universitarios y profesionales que han entendido que el cine de autor no es complicado, sino que acerca historias que les hacen sentir, emocionar, conmover, al igual que a gente más madura. Quiero creer que hemos ampliado sensiblemente el público. Cuando llegué había 43.000 espectadores y hemos doblado esa cifra. Hemos creado un caldo de cultivo en los escolares de entre 7 y 17 años, llenamos los teatros todas las mañanas con casi 27.000 chicos, que en un alto porcentaje serán nuevos públicos. Se están acostumbrando a ver cine con los amigos de forma social, se habla al día siguiente en clase y el 60% es su primera vez de cine en pantalla grande, en condiciones. Alucinan cuando ven el cine así porque no tienen costumbre. Empezamos con 16.000 y hemos logrado hasta 10.000 más en ocho años. Esa es una de mis esperanzas, de mis grandes ilusiones; por ahí se crean nuevos públicos.

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–Pero tanto en la agenda de los chavales como en la de los adultos ir al cine se ha convertido en excepcional. ¿Valladolid vive cada vez más una cinefilia estacional?

–La gente va poco al cine pero hay quien va al cine solo en la Seminci. Aquí es una tradición casi familiar, como ir a la temporada de ópera de Bilbao, y se ha desarrollado un paladar porque durante décadas se han visto muy buenas películas, cine gurmet que no se exhibe en el circuito comercial y raramente en la televisión. Aquí se siente la Seminci como propia, hay que ir aunque no se vea cine durante el resto del año. Esa fidelidad es un tesoro. Un festival sin la ciudad y el comercio detrás no tiene futuro. Hay un sentido patrimonial del festival, es parte del ADN de los vallisoletanos.

–Ni festivales, ni cátedras, ni asociaciones profesionales han logrado asentar una producción propia en Castilla y León, ¿por qué?

–Aquí la crisis fue muy traidora. Se empezaba a crear un tejido audiovisual modesto y la crisis se lo llevó por delante. Ahora me consta que se están haciendo esfuerzos por recuperar este tejido. El Ayuntamiento lo hace con iniciativas como la Seminci Factory, un concurso de guiones de cortos, la Junta quiere incrementar sus ayudas al cine. Una vez más hablamos de inversión privada, si todo lo tienen que sacar instituciones públicas es muy difícil.

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–¿La presencia de la plataforma Movistar ha animado la Espiga de Honor para Amenábar, de cuya última película y próxima serie es productora?

–No, se decidió darle la Espiga de Honor a Amenábar por su carrera, me parece un director admirable. Luego ha coincidido con esta etapa de promoción con 'Mientras dure la guerra'.

–¿Cuál es la relación de la plataforma con el festival?

–Movistar nos ofreció tener presencia en Seminci, es un dato de visibilidad y gente que les interesa estar. Ya estuvo en 2018 con una presencia pequeña y este año es mayor, también su patrocinio. Hay un intercambio de publicidad y de auotopromoción que nos beneficia. Se ha creado una sección como la que tiene en San Sebastián, donde habrá estrenos y adelantos de series, no estamos en guerra con la series.

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–¿Es una cita atractiva para una productora televisiva?

–Modestamente, la visibilidad del festival es creciente, primero porque en 12 años hemos pasado de 43.000 a 96.000 espectadores. Cuando llegué, se contaba con 450 invitados, ahora vienen más de 1.400. Hay actividades de todo tipo y lo que empieza a haber son retornos (ROI), lo que costaría nuestra presencia en medios y redes si tuviéramos que pagarlo serían 27'5 millones de euros. Son cifras altas que denotan una visibilidad creciente. De eso se trata, de no descolgarnos, de seguir siendo el segundo festival y para ello hay que continuar haciendo una buena selección de películas, inventando toda clase de eventos que comuniquen con lo que pasa en la calle y tendiendo las suficientes ayudas y presupuestos para afrontarlo. Hemos crecido mucho y este festival con 2,5 millones está justo. Lo ideal serían tres millones. San Sebastián, y no me quiero comparar, tiene ocho millones.

–Vendrán los hermanos Bardem, ¿alguien más?

–Podemos decir que a día de hoy están confirmados, pero los actores son un material frágil. Intentamos traer a gente querida y respetada, este es un festival de cine de autor, donde, en teoría, las figuras son los directores. Si tienen que venir creadores, que sean respetados por su carrera y queridos por el público. No queremos frivolizar, nos gusta que haya glamur, pero con gente querida y respetada por su carrera. Los invitados internacionales solo son fáciles de traer cuando están promocionando alguna película y la acompañan por contrato. Así entregan los premios Donostia, aprovechando esa circunstancia. Nosotros no podemos destinar grandes sumas a eso. Lo importante de Seminci es la programación y en eso somos 'top'.

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–Woodstock, 'El crimen de Cuenca', Chaplin, Pedro Olea, la agencia Efe, ¿no son demasiadas efemérides a celebrar este año?

–No, sobre todo si puedes buscar la referencia para ver qué ha pasado desde entonces. Si cojo 'El regreso del Cepa', me gustaría poner de relieve el valor de Pilar Miró para hacer 'El crimen de Cuenca'. O me sirve el aniversario de Chaplin para hacer un concierto-proyección con la OSCyL de 'Tiempos modernos'.

–¿Qué puede decir del cine georgiano, país invitado?

–Hay un redescubrimiento del cine georgiano. Georgia tiene cineastas que en los últimos años ganan premios en los grandes festivales. Igual que el cine ruso tuvo su gran época, ahora el georgiano es emergente, teniendo siempre como referencia al patrón Otar Iosseliani, figura representativa como lo fue Mihalkov en Rusia. Hemos hecho un esfuerzo por traer lo último que se hace allí así como una retrospectiva del novísimo cine chino que se llama 'Rompiendo barreras' porque están planteando temas antes no tocados y por la gran cantidad de directoras.

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–¿Qué retos se plantea?

–La profesionalización total del festival, a niveles económico y administrativo, asentarlo bien económicamente y espero que con la llegada del nuevo gerente a la FundaciónMunicipal de Cultura se acabe con ese proceso. Segundo, seguir captando nuevos públicos. Ypor último, mantener la mirada atenta y curiosa a lo que pasa en el mundo, a aquello de lo que no podemos sustraer.Si tengo que hacer una valoración de la etapa anterior, cuando yo llego me encuentro a una Seminci demasiado ensimismada. Hoy un festival como el nuestro debe estar abierto a las nuevas tecnologías, a los nuevos usos, a hacer actividades que enriquezcan la mera exhibición porque es un acontecimiento artístico del que hay que aprovechar todo para hacer ruido sobre todo lo que tenga que ver con el cine y sus creadores. Es el último escaparate para un tipo de cine, cada día es más difícil ver en el circuito comercial y en las teles el cine de autor.

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