Fotograma de 'La red Ponzán', con una imagen de Francisco Ponzán y del director, Ismael Gutiérrez. EL NORTE

La increíble historia del maestro «bajito y enclenque» que salvó la vida a más de tres mil personas

El director sevillano Ismael Gutiérrez recupera la figura de Francisco Ponzán, que creó una red clandestina para escapar de la guerra

Víctor Vela

Valladolid

Lunes, 24 de octubre 2022, 15:06

Así, a primera vista, cualquiera diría que Francisco Ponzán (1911-1944)era en realidad un héroe. Quién iba a pensar que aquel maestro de provincias, bajito, enclenque, tan poquita cosa en apariencia, se iba a convertir en un guerrero de la retaguardia, capaz de traer de cabeza al franquismo y la Gestapo. Quién podía suponer que su nombre quedaría sepultado por la historia, pese a haber salvado a más de tres mil personas del infierno de las guerras, pese a haber recibido el reconocimiento público de Eisenhower (presidente de Estado Unidos), de Isabel II(reina de Inglaterra), de Charles de Gaulle (estadista francés) o de las fuerzas aéreas británicas. Tiene un paseo a su nombre en Toulouse, pero ni un solo reconocimiento en España, su país.

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El director Ismael Gutiérrez (Sevilla, 1973) presenta este lunes por la noche y repite el martes en la Seminci (cines Broadway, 17:00 horas) el documental 'La red Ponzán', un trabajo que reconstruye la biografía de un hombre que creó en los Pirineos un entramado clandestino encaminado a salvar la vida de los españoles republicanos durante la Guerra Civil y de cientos de judíos y miembros de la resistencia francesa en la II Guerra Mundial.

El testimonio de historiadores, vecinos del Pirineo y familiares de Ponzán (como José Cabrero, su sobrino nieto) sirven para hilvanar una vida apasionante, que termina en tragedia y que se cuenta en el documental con un pulso narrativo adictivo.

Ponzán nació en Oviedo en el año 1911. Allí, en Asturias, estaba destinado su padre, un ferroviario reivindicativo, luchador, que murió en 1919 después de contraer la gripe española. Sus raíces estaban en Huesca y allí, en el desván de la casa familiar, un joven Francisco descubrió los libros de sindicalismo y de derechos de los trabajadores que su padre guardaba en un baúl. El tesón luchador de Ponzán se acrecentó durante sus estudios en la Escuela de Magisterio.

En Huesca tuvo como profesor de Dibujo a Ramón Acín, «el García Lorca de Aragón», uno de los grandes intelectuales de principios del siglo XX y que mantenía una gran conexión con el sindicalismo y el anarquismo. La Guerra Civil hizo que pasara «de ser un profesor de provincias –que subido a los camiones arengaba a la clase obrera– a un gran guerrero».

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Instalado en Angüés, localidad oscense en el bando republicano, creó un grupo de fieles, gente conocedora del terreno, vecinos que se sabían los senderos del Pirineo como la palma de su mano, para hacer incursiones en la zona nacional y sacar a familias republicanas que allí habían quedado atrapadas. El grupo libertador, se hacía llamar. Los caballeros de la noche, los etiquetó la autoridad militar.

Cuando terminó la Guerra Civil, muchos republicanos, entre ellos Ponzán, cruzaron la frontera rumbo a Francia. «A muchos no se les consideró refugiados, sino prisioneros», cuenta el historiador Olivier Nadouce.

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Ponzán estuvo en el campo de castigo de Vernet y un partisano, Jean Benazet, le consiguió un puesto de trabajo para que pudiera salir de allí. Ponzán decide entonces continuar en Francia la labor que había desempeñado durante la guerra en España: crear una red clandestina, infiltrarse, salvar de la II Guerra Mundial a todas las personas que pudiera.

Entre ellas, pilotos de guerra ingleses, abatidos en Francia y que gracias a estos conductos de evasión podían cruzar los Pirineos, atravesar España y, desde Gibraltar o Lisboa, regresar a Gran Bretaña para volver a ponerse a los mandos de un avión aliado. Pero, además de pilotos, salvó a sacerdotes, huidos de los campos de prisioneros...

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Ponzán contaba con un tapiz de colaboradores (muchos de ellos mujeres)que acompañaban a los huidos camino de España, que acogían a los fugitivos en sus casas y refugios de montaña, que facilitaban su paso por los Pirineos. En noviembre de 1942, con la invasión de Francia por las tropas alemanas, todo se complicó. La Gestapo ejercía mayor presión sobre la red.

En abril de 1943, Ponzán fue detenido y llevado a la cárcel de Saint Michel, en Toulouse. Dos días antes de que la ciudad fuera liberada, lo sacaron de la prisión. Era el 17 de agosto de 1944. La guerra estaba a punto de terminar. Un grupo de personas –los testigos dicen que hablaban alemán– llevaron a Ponzán y otros prisioneros hasta Buzer-sur-tan. Allí los mataron, a algunos los quemaron vivos. Solo quedaron cenizas, restos de botones y hebillas de cinturón. Entre las víctimas estaba Ponzán. Su hermana Pilar luchó durante años para que su labor se reconociera. Hoy su recuerdo resuena en este documental que estrena la Seminci.

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