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Detrás de la aparente fragilidad de Nathalie Baye (Mainneville, Normandía, 1948), y de la despistada y mala escolar escolar que fue («estaba siempre soñando y sacaba a malas notas») se esconde una de las trayectorias más notables del cine europeo. Y global. Ella dice que ... no se acordaba, pero se acaban de cumplir 50 años de su encuentro con François Truffaut. Su papel en 'La noche americana' (1973) le abrió las puertas a la 'nouvelle vague' (Godard, Chabrol, Tavernier, ...) y a las agendas mundiales. Le ha permitido construir una de las trayectorias con más aristas y menos encasillamiento que se conocen.
Si porfiamos en su currículum y sus premios, no quedaría sitio para sus palabras. A veces dudosas u olvidadizas... pero siempre acompañadas de una afilada mirada que no atempera su muy diplomática sonrisa. Este martes recibió en el teatro Calderón una de las cuatro muy femeninas Espigas de Honor de este año.
-¿Cómo convenció a Truffaut para que la eligiera? ¿Qué supuso para usted?
-Ah, no sabía que era el cincuenta aniversario, ... ¿Cómo llegué a él? No fue así, sino que él llegó a mi. Acababa de terminar el Conservatorio y alguien me vio y quiso trabajar conmigo. Estaba en la calle de las agencias de cine de París y me vio la ayudante de Truffaut y llamó a mi agente para preguntarle que quien era yo. Mi agente le habló de mí y así nos encontramos. Había hecho teatro, pero así avancé más rápido. Siempre es mejor empezar con alguien tan interesante. Pero soy incapaz de acercarme por mí misma a alguien y decirle que quiero trabajar con él...
-...A pesar de esa incapacidad, le quedan pocos importantes...
-Es la suerte. He tenido mucha.
-Sigue trabajando a tope, a veces hasta dos películas al año. ¿Qué le exige a un guión?
-No hago tantas películas como dice. En realidad estoy haciendo menos porque los guiones que me ofrecen no me interesan tanto. Cuando leo un guión y no llego al final es que no me motiva nada. Un guión es algo ingrato, no es una película, ni un libro, sino algo bastante raro. Pero cuando lo leo y me atrae, lo tengo claro. Por ejemplo en Francia no ha habido últimamente tan buenos textos. Me han llegado cosas que no me han gustado. Supongo que aquí ocurre igual.
-En España, las actrices de su generación, e incluso algo más jóvenes, se quejan de que no hay apenas papeles para ellas. ¿Tiene la misma sensación?
-Si, desde luego. Hay más roles para personas mucho más jóvenes y son más interesantes para los que tienen 20 o 30 que los de mucha más edad. Pero, bueno, no estamos obligadas a aceptarlos si son horribles.
-Alguna vez ha comentado que ya no se rueda con calma, que es todo muy acelerado...
-De verdad ¿dije eso? ... No usé esa palabra. Bueno ... o ¡quizás debía estaba borracha! (bromea).
-¿Se nota un ritmo muy distinto si se grabar con Spielberg o con un director europeo?
-(Duda mucho por dónde responder). Depende, hay películas que necesitan hacerse más rápido. Eso siempre es voluntad del director o de su manejo y del apoyo de la tecnología.
-Ha trabajado con profesionales españoles (Sergi López, 'Una relación privada'). ¿Le han planteado estar a las órdenes de alguno de los grandes directores... Almodóvar, Carlos Saura?
-Sí, me gustó mucho trabajar con Sergi. Y, por supuesto que me encantaría con alguien como Almodóvar. Sería formidable. Pero sin olvidar que hace falta un conjunto de cosas que tienen que hacer interesante todo lo que nos rodea. Y que empieza como decía antes por un buen guion.
-Algún experto dice que 'Una relación privada' marca un antes y un después de sus papeles femeninos.
-No sabría contestar. Me gustó mucho hacerla pero no sé si hubo un antes y un después. Creo que es una gran película pero. ...¡tendré que volver a verla cuando regrese a París para pensarlo!
-Estrenó una película con su hija (Laura Smet) en la que también hacían de madre e hija ('Las guardianas'). ¿Cómo fue la experiencia y cómo se separan los papeles vitales de los otros?
-Fue una idea muy bonita y creo que quedó un proyecto que nos convenció a las dos, más allá de los lazos de sangre. Pero sí, fue una situación bastante particular.
-Hacia donde cree que va el cine. Hay actores que advierten contra el dominio de la tecnología. ¿Cree que puede ir arrinconando a profesionales de método como los de su generación?
-Estoy muy de acuerdo. Creo que la tecnología tiene demasiado espacio y está quedando menos para las emociones.
Algunos de los personajes más definitorios de la cultura popular francesa han compartido una estrecha relación con Nathalie Baye. Comenzando por su marido y padre de su única hija, el rockero Johnny Hallyday, una celebridad a la que lloró toda Francia cuando falleció (2017) y que recibió un funeral de Estado en toda regla.Un contacto que le permite a la actriz evocar sus vivencias sin pleitesías ni miramientos. De François Truffaut recuerda que, en dos de las tres películas que grabó con él a principios de los años setenta, el director parisino también ejerció como actor. ¿Y cómo era el talentoso y rompedor realizador delante de una cámara? La Baye no se corta en su diagnóstico: «Yo tenía mucho miedo. Porque él era malo, falso y catastrófico. Y me entró miedo de hablar ante la cámara como lo hacía él». Lo arregló tirando de sinceridad. «Se lo dije,... me miró y abrió los ojos como platos... y después todo fue bien».
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