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Incluso en los tiempos que corren, con plataformas que ofrecen una cantidad de productos audiovisuales -cinematográficos, televisivos- imposible de abarcar, con una producción ingente de mano de dos grandes productoras, y con unas cantidades de dinero invertido marcadamente importantes -si bien, en muchos casos, tanto ... insuficientes como lejos de otras subvenciones estatales ostentadas por diferentes países de referencia en nuestro entorno-, la diversidad se encuentra en peligro. Así al menos lo advierte la directora y actriz Icíar Bollaín, que tras recibir el martes, en el Día del Cine Español, la Espiga de Honor de la 63ª Seminci, celebró este miércoles una clase magistral en el Aula Mergelina, dentro de una serie de actividades enmarcadas dentro del IV Congreso de Jóvenes Hispanistas, Teóricos y Comparatistas de la Universidad de Valladolid.
«Podemos sentirnos felices si pensamos en que estas plataformas dan trabajo, porque crean industria», explicó la artífice de 'Hola, ¿estás sola?', 'Te doy mis ojos', 'Flores de otro mundo' o 'También la lluvia'. «Pero la variedad de productos no implica una variedad de voces y perspectivas, y si el público no las demanda y se acomoda con aquello que se les ofrece, se nos empobrecen las emociones como espectadores». Bollaín confía en que el cine «es lo suficientemente diverso como para abarcar toda clase de discursos».
Javier Angulo, director del Festival, fue el encargado de presentar una mesa moderada por Félix Blanco y Pablo Romero bajo el título 'Literatura y política. Políticas y Literatura' que, pese a todo, fagocitó enseguida al arte escrito para centrarse, esencialmente, en la mirada que desprendían los trabajos cinematográficos de Bollaín, con muy tímidos apuntes hacia sus colaboraciones junto a, por ejemplo, Julio Llamazares: «Es una mujer política, todo su cine tiene una intención y una ideología», sentenció Angulo.
Los organizadores del congreso condujeron el seminario con un enfoque mucho más académico que la jornada previa protagonizada por Bayona, pero sin despegarse del hilo cronológico en torno a la protagonista, que recordó cómo, en los tiempos en los que Fernando Lara era el director de la Semana, «la Sección Oficial era más pequeña y muy dura, más compuesta de películas que no se veían en otro lugar», en tentativa a una comparación con la actual, más cargada de películas con garantizada distribución nacional, que la cineasta no se atrevió a precisar.
Sí se avino Bollaín, no obstante, a defender su visión de qué era el 'cine político' y por qué ella no se sentía del todo cómoda con esta denominación: «Es una etiqueta graciosa que se han debido de inventar aquellos que se creen que su cine no es político; cuando todo lo es», sostuvo. «Incluso Disney, que a priori parece lo más neutro y lo menos marcado, es lo más político».
Bollaín recordó que su acercamiento al cine fue «por curiosidad», cuando algo le suscita interés o despierta su atención y le hace preguntarse qué hay detrás de aquello a lo que se enfrenta: «El cine que me interesa tiene que hablarme; de cosas, de personas, de situaciones…». De ahí que sus primeras películas dependan tanto de una verdad que no delate a la cámara, deudora de la mirada de un Loach que pulverizaba todas las normas básicas, de los montajes de Gutiérrez Aragón y Borau, o de la sensibilidad de Erice: «Me acordaba mucho de él cuando he tenido que dirigir a niños».
Destacó la directora, a su vez, la relevancia que le otorgaba a la puesta en escena; «aparentemente sencilla pero fascinante por su complejidad y su importancia para contar bien la historia», así como a la dirección de actores o al montaje; dos fases del proceso de producción en las que se construye «una confianza mutua potente». En ese sentido remarcó Bollaín la complicidad que mantiene con Luis Tosar, que se ha forjado a lo largo de sus colaboraciones en 'Flores de otro mundo', 'Te doy mis ojos' y 'También la lluvia'.
A lo largo de su ponencia, Bollaín también opinó sobre la dificultad del documental por encima de la ficción, y de cómo englobaría en el primer formato, antes que en el segundo, el debate teórico en torno al sujeto político del feminismo. La directora también ostentó la pertinencia y logros del CIMA, la asociación de cineastas mujeres a la que pertenece, que ha contribuido a visibilizar la desigualdad de representatividad en premios y puestos de la industria de estas con respecto a los hombres, y de cómo dicho desequilibrio se traduce a la hora de narrar las historias: «No tendremos un cine diverso si no es entre todos», concluyó, con el deseo explícito de que este sea el primer paso «para que haya también más mujeres en otros ámbitos como la Universidad».
De 2015 data el I Congreso Internacional de Jóvenes Hispanistas, Teóricos y Comparatistas de la Universidad de Valladolid, nacido con el ambicioso propósito de dar cabida a todo tipo de avances y estudios de los doctorandos universitarios en Literatura Española. Tras sus dos primeras ediciones, que contaron con la participación de Vicente Luis Mora y Gustavo Martín Garzo, el pasado año decidieron arrimar su sardina al ascua del séptimo arte, firmando una colaboración con Seminci que se tradujo en las participaciones de Ray Loriga e Iván Sáinz-Pardo.
Esta cuarta edición, cuyas mesas se desarrollan en el Salón de Grados de la Facultad de Filosofía y Letras los días 24, 25 y 26 de octubre, cuenta con la participación de Bollaín y la escritora Belén Gopegui para su clausura. En el comité de organización figuran Irene G. Escudero, Pablo Romero, Félix Blanco, Claudio Moyano, Raquel Sánchez, Paulo Camodeca y Esperanza Rivera.
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