Fotograma de '180ºrule'.

La fuerza del guion

Punto de Encuentro ·

Una implacable historia de una muerte infantil en Irán, frente a la vaguedad de un despertar adolescente en China

Jorge Praga

Valladolid

Miércoles, 28 de octubre 2020, 20:30

A veces basta con intentar transformar y resumir una película en palabras para percibir su fuerza o su inanidad. Antes que sucesión de imágenes una película ha sido un proyecto esbozado largamente sobre el papel, una escritura que ha diseñado personajes y encadenado situaciones. De ... su precisión y eficacia nacerán muchas de las virtudes de la cinta. Tanto la iraní Farnoosh Samadi como la china Zhou Sun debutan en la dirección de largometrajes asumiendo además en solitario la escritura del guion. La primera ya había dado muestras de su capacidad firmando el guion de 'Desaparición', aclamada en Punto de Encuentro en 2017, y ahora confirma su valía con una historia de gran poderío dramático. A la directora china, sin embargo, la escritura le ha venido demasiado grande.

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'Khate farzi' (La regla de los 180º) trae a la cabeza aquella obra maestra de Asghar Farhadi 'Nader y Simin, una separación'. Las dos comparten una mirada sobre la pareja que trasciende su particularidad para elevarse sobre toda la sociedad iraní. Farnoosh Samadi dirige su cámara a una mujer casada que se empeña en asistir a la boda de su hermana, a pesar de la prohibición de su marido, ausente por un viaje de trabajo. Esa mínima quiebra de la disciplina matrimonial se complica con un accidente terrible en el que muere la hija de la pareja. A la tragedia infantil se suma las mentiras que la mujer se ve obligada a urdir para no dañar también la jerarquía matrimonial. El dolor de la pérdida parece tan importante como el respeto al código de buena esposa. La familia, la policía, el juez, siguen con temor y respeto las sospechas del marido burlado. A la mujer, refugiada tras una mentira imposible de sostener, solo le queda el silencio y la desaparición. Película implacable, terrible, de gran tensión interior que atenaza el corazón. Cada personaje lleva encima el peso de una ideología colectiva que le hace actuar con crueldad hacia los demás y hacia sí mismo. La sobria realización se concentra en los rostros protagonistas, encabezados por una gran Sahar Dolatshahi, capaz de todos los registros, de los arrullos maternales al vacío suicida. El cine iraní siempre se las arregla para que sus grandes realizadores sigan mirando con profundidad desde la pantalla a su sociedad. Un milagro, una celebración.

Para escribir 'Shao Nv Jia He' (El verano es la estación más fría) Zhou Sun recurre a una idea muchas veces explorada: el vínculo entre víctimas y verdugos más allá del hecho violento que los relaciona. Su protagonista es una adolescente que une a las inseguridades de la edad la obsesión por las circunstancias de la desaparición violenta de su madre. La salida de la cárcel del joven que se vio involucrado en el asesinato le lleva a acercarse a él sin saber muy bien lo que busca. El problema es que la historia se va contando con cuentagotas que en ningún momento forman un fluído. Falla el engarce entre las situaciones, el ritmo se resiente, la atención se diluye. Cuando al final los hilos se juntan en un tejido común el bostezo ya se ha instalado en la sala. Las escenas carecen de vigor narrativo, se superponen sin encadenamiento causal y se mezclan con relamidos flash-back, bañadas en músicas sedosas. La mano se cansa de consultar el reloj en espera de un final que tarda y tarda.

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