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Espigas
El outsider ·
Hace falta ser gigante para hacer perfumes tan pequeños. Kiko Contreras es un escultor de miniaturasSecciones
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El outsider ·
Hace falta ser gigante para hacer perfumes tan pequeños. Kiko Contreras es un escultor de miniaturasTengo un amigo que hace espigas de oro. Podría hacer puentes, horóscopos, sábanas santas, sombras chinescas. Podría hacer lo que quisiera, pero mi amigo hace espigas de oro. Cuando los demás hablan, él calla y siente. Mientras otros gritan, él trabaja y lo hace como ... un orfebre en cuyas manos reside el secreto que transforma los metales fríos en símbolos latentes de una tierra que aplaude. Una tierra que no da palmas, que no sigue ningún ritmo más que el que marca el destino y su compás. Una tierra que aplaude poco, pero de verdad. Y que se entrega a si misma cuando entrega lo que mas quiere.
A veces se cansa de que no le entiendan y se va a Peñaflor a ocultarse un rato de todos. Y entonces, me trae tomates. O se va a cazar, como Delibes, sintiendo el orgullo de saberse libre, de sentirse digno, de vivir como un valiente a cada paso, en cada camino, riéndose de los tontos y sus lindes. Tengo un amigo alquimista. Transmuta cosas. Las piensa, las da la vuelta, hace el vacío, como Chillida y como Oteiza, pero en versión portátil. Hace falta ser gigante para hacer perfumes tan pequeños. Kiko Contreras es un escultor de miniaturas.
Mi amigo Kiko es mago y no soporta el ventajismo, sacar el pecho a toro pasado, el desplante ante un toro moribundo, sacar partido de situaciones que le benefician sin piedad, generosidad ni elegancia. Por eso sale ganando cuando pierde, pero él calla y sigue persiguiendo la belleza cada día a las cinco de la mañana, cuando no puede dormir y abre la fábrica de los sueños.
Yo quiero que los que hoy reciban la espiga sepan muy bien lo que reciben: el corazón de una tierra entera, lo más pequeño elevado a rito, el viento rubio de Castilla, una ciudad que se levanta de la silla para dar hoy el pan nuestro de cada día. Pero también la sutileza que funde mi amigo Kiko, con un natural templado como el vidrio. No es fácil crear alondras y echarlas a volar para llevar el nombre de Valladolid al mundo. Pero él lo consigue con media sonrisa y una verdad a medias. Tengo una ciudad que entrega sueños y un amigo que hace espigas de oro.
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