Nació en Valladolid por casualidad, pero no tuvo ocasión de olvidarlo porque todos los años, cuando acompañaba de gira a sus padres por España, ya fuera en dirección al norte, o regresando hacia el sur, pasaba inevitablemente por la estación del Campo Grande y se ... reactivaba su recuerdo. De modo que el actor Emilio Gutiérrez Caba es un vallisoletano ciertamente peculiar, pero que ejerce como tal. De ahí que la Espiga de Honor que recibió ayer de la Seminci la valorara como tal. «Que te den una Espiga de Honor en la tierra en la que has nacido es doble motivo de satisfacción y orgullo. Y, además, en un gran teatro de la ciudad. Tiene todos los ingredientes para sentirse contento».
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El azar que le llevó a «salir al mundo» en Valladolid es un buen reflejo del modo de vida de los cómicos en la España de aquel 1942. Al tiempo que refuerza aún más, si cabe, su condición de heredero de una gran saga familiar de actores. Y es que Emilio Gutiérrez Caba, si bien no llegó al mundo sobre las tablas de un escenario, a punto estuvo de ello, pues su madre dio a luz en una casa particular al final de una gira por los escenarios de España.
«Mi madre Irene Caba Alba le había pedido al empresario de su compañía, Arturo Serrano, que le dejase marchar a Madrid a dar a luz», recordaba el actor. «No lo hacía por motivos patrióticos, sino porque en el año 1942 había mejor asistencia sanitaria allí que en ciudades pequeñas». El caso es que Irene Caba se lo pidió en Barcelona, pero Serrano le instó a que esperase a concluir San Sebastián, y después de aquello le rogó que esperara al final de la gira en Valladolid. «Mi madre accedió, pero yo ya no accedí y salí al mundo en Valladolid», recuerda Emilio Gutiérrez Caba con mucho humor. El actor nació en la calle Platerías y en sus memorias «El tiempo heredado' lo recuerda así: «Ese día hacía un frío terrible, pero en la familia se produjo una cálida alegría».
Valladolid aparece de nuevo en el inicio de su carrera como actor, pues es aquí donde interpreta en 1969 'Un matrimonio muy muy feliz', de Alfonso Paso, y unos meses después 'El amor de los cuatro coroneles', de Peter Ustinov. Aunque lo más relevante es que en 1970 interpreta también en esta ciudad 'Olvida los tambores', de Ana Diosdado, una de las obras clave de su carrera teatral. A partir de ahí volvería una y mil veces.
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«Ha cambiado mucho el mundo del actor», explicaba ayer. «Se hace un teatro más cercano al público, se puede hablar de cosas que, cuando yo empecé. no se podía, y todo eso te da una comodidad en el escenario que entonces no tenías».
Cuando se le pregunta a Gutiérrez Caba si se ve más actor de cine o de teatro lo tiene claro: «El teatro es el padre y la madre, el origen de todo. Soy actor de teatro y de ahí viene lo demás».
Y si tiene que definir su estrategia para abordar un personaje utiliza un símil cinegético: «Es como la intuición del cazador: si no identificas bien el momento en el que tienes que disparar no aciertas a la pieza. Pues en la interpretación es lo mismo: tienes que identificar los momentos en los que puedes entrar en el guion para hacer esto o lo otro. Te equivocas muchas veces, pero también aciertas. Para acertar hay que equivocarse tres o cuatro veces antes, por lo menos», asegura Gutiérrez Caba.
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«Hay momentos en los que la interpretación no te gusta nada, pero lo haces como modus vivendi, porque te gusta comer garbanzos, como decía Rafael Azcona. Los momentos más felices son cuando uno ha terminado una buena función y se pone a hablar de ella con los compañeros ante una tortilla de patata y un vaso de vino. Esto produce una sensación muy hermosa». «¿Cuándo sé que he acertado? Eso es un misterio. Es algo muy subjetivo, íntimo y fantásticamente secreto. No se sabe».
Del cine recuerda sobre todo sus papeles en 'La caza' de Saura, 'Nueve cartas a Berta', de Basilio Martín Patino, y 'La comunidad', Alex de la Iglesia, que le permitieron dar a conocer su talento o desplegarlo. Y, aunque menor, recuerda también 'La sombra del ciprés es alargada' «que no es una gran adaptación de Delibes, pero me permitió trabajar uno de sus textos; es un escritor al que admiro muchísimo y la prueba es que ahora estoy haciendo unos recitales a partir de cuentos suyos. Y además me permitió pasar varios días en Ávila, que no es moco de pavo«.
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De entre sus muchos papeles en televisión es muy recordaba su encarnación del abulense San Juan de la Cruz en la serie 'Teresa de Jesús', con la también vallisoletana Concha Velasco. ¿Cómo se lidia con los grandes personajes? ¿Imponen? «Los personajes imponen, pero no se imponen. A lo mejor si se miran por dentro no se ven tan importantes. El león no sabe nunca que es un león. Y San Juan de la Cruz seguramente no sabía que era un león, o un águila. Pueden causar respeto, pero hay que pensar en ellos como seres humanos, con nuestras necesidades, debilidades y nuestras fortalezas. Interpretarlos de una manera cercana a los comportamientos humanos es el mejor homenaje que se les puede hacer».
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