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Qué hacer con la vida cuando duele más de lo que puede ofrecernos? En España y desde hace un año la eutanasia es ley y cualquiera puede acogerse a ella. Pero eso no significa que dispongamos de nuestra propia vida y muerte. ¿Puede la sociedad ... permitirse la libertade de que cada uno escoja cuando afrontar el túnel hacia el acabose? ¿Hay sitio para una industria de la muerte revestida de casa de lujo, como si quitarse la vida con cierto 'glamour' solo estuviera al alcance de unos pocos?
Sobre las muchas aristas que este debate plantea se ha atrevido Estefanía Cortés en 'Edén' su primer largometraje, que llega a Punto de Encuentro. Cortés se había formado en el corto, con los premiados 'Yerbabuena' 'Miss Wamba' o 'Moiré'.
La «semilla» de esta planta tan espinosa la encontró en la prensa. «Una vez leí la historia de unos japoneses que ni se conocían y se citaron en las redes para quitarse la vida». ¿Qué lleva a desconocidos en el país del individualismo a buscar compañía y complicidad para morir?
De ahí parte esta historia, que reúne a cuatro personajes en busca de la buena muerte. No tienen nada terminal, tres de ellos son aún jóvenes, solo han llegado a la conclusión de que su futuro les expone a más hiel que miel.
«Cuando decides quitarse de en medio tal vez no es que no quieras la vida», filosofa Cortés. Y lo corrobora Marta Nieto ('Madre', 'El camino de los ingleses') para quien su personaje en 'Edén' (es Lidia) «ama tanto la vida que lo demás la ve como una cárcel cuando todas las salidas posibles ya las ha agotado».
Ismael Elejalde ('Madres paralelas') compone a un atormentado Víctor, que se ha convertido «en un peligro para la gente a la que quiere», explica su personaje. Sus convicciones religiosas le vetan optar por el suicidio.
Estefanía Cortés se confiesa una enamorada de la 'cristalina turbiedad' que componen directores como el austríaco Michael Haneke (entró en España vía Seminci con 'Funny Games').
'Edén' se grabó en el balneario de Panticosa (Huesca), un espacio diáfano, una pecera para contener el tormento humano dentro de una economía de gestos y palabras, que hacen hablar a lo que no se dice. Sus cuatro protagonistas admiten que «fue un espacio, que fue una sorpresa para todos». Un no lugar que, quizás, es lo único exagerado en una propuesta marcada por la contención general.
«Cuando se sufre -explica Elejalde-, a veces es mejor dejar que el espectador intuya. Estilizar y destilar, no exponer. A veces es más lo que no se hace o no se dice que lo se cuenta». El veterano Ramón Barea (80 películas a sus espaldas) es Félix, el único de los cuatro que busca hacer mutis que, por edad, podría tener más complicidad suicida. «Lo que me queda no es grato -resume- y quiero acabar la vida con claridad de ideas». Tanto, que al ver a sus jóvenes cómplices, «alimenta en el otro el deseo de seguir viviendo». Lo más complejo para el cuarteto fue crear una atmósfera compartida. «Pero Estefanía -confiesa Nieto- nos enseñó a encajar la 'partitura' del texto».
Estefanía Cortés espera que la Seminci abra el interés por una propuesta que llega a las salas este viernes. Dado el rechazo social a encarar la muerte, no importa bajo qué prisma, la joven directora admite que «no todas las películas tienen que ser para todas las personas. Ante el mito del adiós, Elejalde sí cree que la sociedad «tiene la responsabilidad de crear herramientas contra la ola trágica que son los suicidios».
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