Mikhaël Hers repite en esta su cuarta película su revisión de ambientes familiares e íntimos. Trata de seguir la estela de su anterior 'Mi vida con Amanda', un drama de similares entretelas a 'Los pasajeros de la noche' que presentó en Venecia y se llevó dos premios en el Festival de Tokio y dos nominaciones a los César galos.
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Centrado en la caracterización de sus personajes, y con una Charlotte Gainsbourg que destaca en el elenco de jóvenes actores, Hers tuerce el gesto cuando se le pide cualquier referencia política a su cine. Tampoco se moja cuando se le pide una reflexión sobre la realidad de Francia, ese país que a los turistas les suele parece un paraíso, pero que muchos habitantes viven como un pequeño infierno, a juzgar por su constante conflictividad.
-Las pequeñas historias y la familia como universo han centrado todo su cine. Sus cuatro largometrajes son así.
-Sí. Siempre aparece la temática de la desaparición y, de manera directa o indirecta, tienen un tono dramático. De todas formas, intento que en mis películas también se deje ver la idea de la esperanza. De la luz.
-La lleva al año 1981. Jóvenes buscando su sitio desde los márgenes. ¿Por qué esa década y esa fecha electoral, el arranque de la nueva República?
-No elegí esta época por nada político, sino porque fueron los años de mi infancia y adolescencia. Quería adentrarme en ese tiempo y esas vivencias y hacer algo muy sensorial. Hay una frase en Francia que dice: 'Eres de tu país como eres de tu infancia'. Yo quería volver a todos aquellos momentos.
-Francia parece un país en permanente conflicto. ¿Cree que esos jóvenes de los 80 ayudan a entender mejor el paso entre mayo 1968 y el tiempo posterior?
-Nunca tengo la idea de transmitir mensajes políticos con mi cine. Pero entiendo que el espectador está ahí y puede hacer esas interpretaciones. Me parece curioso y divertida la idea que tienen de Francia en España. Yo creo que habría que luchar aún más de lo que se lucha.
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-¿Cómo ha sido dirigir a Charlotte Gainsbourg? Hay quien dice que marca demasiado la mirada de su película.
-Ha funcionado de una manera muy sencilla y natural. No ha habido grandes discusiones, ni filosóficas ni psicológicas sobre el personaje. Es una actriz muy generosa que se implica mucho. La elegí porque me inspiraba una combinación de fragilidad y determinación que eran muy importantes para la película.
-Llega a Valladolid desde la Berlinale. Es habitual de Cannes o Venecia. ¿Qué impresión le produce la Seminci?
-Este festival es muy dinámico y puede ayudar a poner en circulación mi película en España. Hago cine para transmitir y comunicarme con gente lo más diversa posible, de culturas muy distintas. Y gracias a lugares como valladolid podemos hacerlo.
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-¿Seguirá con estos dramas tiernos o se plantea cambiar?
-Estoy escribiendo pero aún está todo en la cabeza y no tiene mucha forma. Pero seguiré en esta línea porque no me veo aún dispuesto a cambiar de formato... Afortunadamente.
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