Están molestos. Nos miran un poco mal a 'los chicos de la prensa'. Se guardan sus reproches... aunque tampoco es que tarden en expresar el motivo de su resquemor. Son seminceros recalcitrantes, de los que se organizan para tomarse estos días su sobredosis cinematográfica anual, ... de los que desde hace décadas sacaban el abono y, ahora que no les dejan, muchas entradas. Y se sienten exiliados.
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Se preguntan por qué han tenido que desplazarse ellos al Carrión en las frías mañanas, para ver las mismas proyecciones de la Sección Oficial que a iguales horas, las 9 y las 12, han quedado en el Calderón solo para la prensa (en realidad, para todo tipo de invitados de la Seminci). Ven en ello cierto toque clasista. Los elegidos, en el teatro elegante y la ubicación de toda la vida. Y ellos, allá. Puede que tengan razón. Lo mismo que les digo que los pases de prensa están sobrevalorados y en ellos también es posible encontrar quien ronca suavemente en la oscuridad y quien increpa al espectador que tiene el móvil encendido. Que lo detengan.
En todo caso, creo que a muchos compañeros de la prensa nos daría igual pasarnos al Carrión con tal que nos quitasen lo que nos molesta, un poquito, a nosotros, tener que pasar las tardes en una sala acalorada, no muy cómoda y a desmano, el Cervantes. En fin, ojalá en 2022 podamos arrimarnos alegremente y volver a compartir en el Calderón las sesiones para público general y prensa. Y ojalá la Seminci pudiese tener cines entre los que elegir, que esa es otra.
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