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Ella puso el glamour que se le pide a cualquier gala. Esquiva con todos (no participó en la mesa redonda con el resto de 'espigados de honor') menos con el público. Victoria Abril se marcó una espectacular aparición en el escenario del teatro Calderón parapetada ... por un refulgente vestido rojo.
Por algo Imanol Arias la presentó con un casco de obrero en la cabeza y advirtiendo que ella es «una bomba que puede producir daños colaterales». Aunque en el caso de Arias, «me ha hecho mejor persona y actor». En un emotivo parlamento en el que repasó su vida.
Abril agradeció al público que «me haya permitido existir y al cine que «me haya salvado la vida varias veces». Supo reinventarse varias veces. Habló de su particular «cuarentena» (en la edad y en el riesgo de ostracismo laboral) y lanzó su pócima mágica: «los éxitos no enseñan. Solo los fracasos para no hacer lo que no quieres».
Y en esa supervivencia han jugado un peso clave muchas vivencias, que ella resumió en su colaboración con «la triple A: Agustín Díez Yanes, Vicente Aranda y Pedro Almodóvar). Ella fue la cuarta y última en subir a recoger su Espiga de Honor dentro de la Gala del Cine Español que volvió a llenar el coliseo local.
Un público que mostró su impaciencia con palmas, pateos y el '¡que empiece ya, que el público se va!' por el retraso de 15 minutos con el que empezó la gala.
Antes desfilaron tres personajes imprescindibles para explicar que las Victorias Abriles de nuestro cine hayan llegado a donde han llegado. Pocos históricos como Manuel Gutiérrez Aragón, Andrés Vicente Gómez y Fernando Colomo pueden apreciar en lo que vale una Espiga de Honor. Manuel recordó muchos años de visitas a la Seminci, que eran para él «el final de la cosecha de cine, el lugar donde te ponías al día de lo bueno que había en la temporada».
Aunque Gutiérrez Aragón también ha tenido amplia presencia en el programa del festival. «Aquí se pasó la primera parte (5 horas y 45 minutos) de 'El Quijote' (serie para TVE)... Pasó con nota porque después repetimos con la segunda entrega», recordó.
Sus maestros de ceremonias, Manuel Vicent y Enrique González Macho, destacaron que «cualquiera de sus películas siguen siendo de rabiosa actualidad hoy». Debe ser porque, como le describió Vicent, «cuando tu vas, él ya está de vuelta». De lo que sí está de vuelta es del cine, y hoy es un notable novelista.
Vicente Gómez fue otro asiduo intemporal a Valladolid, un año sí y otro tal vez no. Dependía de si había quedado a comer con Miguel Delibes. Mostró su admiración por un festival que camina hacia sus siete décadas de vida. Nadie como un productor para saber de la condición efímera del cine. «¿Sabéis cuantos festivales de cine hay en el mundo?» «Más de 2.800 se responde a sí mismo». Siguiendo con las estadísticas, Gómez prometió al público de Valladolid que «llevo 135 películas en más de 50 años y espero volver aquí con muchas más».
Del dueño de LolaFilms, el más laureado, dijo Antonio Saura que era «El productor (con mayúsculas) que supo hermanar la alta calidad con la taquilla». Le acompañó en la entrega el director de fotografía José Luis Alcaine.
¿Y qué decir de un siempre cáustico Fernando Colomo. Ya no se molesta en renegar de que sea un director encasillado en la comedia porque, esforzarse en negarlo «suele producir el efecto contrario», bromeó. Por eso se mostraba especialmente encantado con la espiga de Honor que le entregó Karra Elejalde.
Un Colomo que se multiplica en Valladolid ya que protagoniza el documental 'La soledad del director de fondo'. Lo que no le quita para lamentar el mal fario de los autores de comedia que «no nos llaman a los festivales serios. Por eso tiene un doble valor que me premien aquí ¡cómo cambian los tiempos! ¡No todo va a ser Bergman!», se maravilló el autor de 'Bajarse al moro'.
En una distendida charla abierta al público un rato antes, ninguno de los tres se mostró muy entusiasmado con los actuales tiempos del séptimo arte. Gutiérrez Aragón admitió que echa de menos colocarse tras la cámara, y «aunque hacer novelas es más barato, uno deja de hacer cine pero no de ser cineasta».
Vicente Gómez, que ha jugado un papel seminal para que muchos proyectos y carreras de actores y directores (queda reflejado en 'Jamón Jamón', y las trayectorias de Bigas Luna y Penélope Cruz y Javier Bardem), considera que «hacer cine hoy en España es muy difícil».
Algo parecido le pasa a Colomo, antes responsable de la 'arquitectura' de sus piezas y que hoy paga las facturas como arquitecto de verdad (es su formación). De hecho «necesito un productor (inmobiliario) para uno de mis proyectos, unas novedosas casas cubo», reclamó en tono comediante.
Este día del Cine Español (en la Seminci lo son 102 obras de sus 275 propuestas) finalizó con la presentación de 'Vasil', segunda película española en Sección Oficial.
En esa charla previa entre Andrés Vicente Gómez, Fernando Colomo y Manuel Gutiérrez Aragón se escucharon varias anécdotas jugosas, propias de quienes han manejado bastantes de los hilos delante y detrás de las cámaras. Andrés reclamó su paternidad en el lanzamiento de las carreras de la pareja más internacional, Javier Bardem y Penélope Cruz.
En el caso de ella, recordó que descartó su presencia en 'Las edades de Lulú', la primera colaboración del productor con Bigas Luna porque había demasiadas escena casi porno para que las asumiera una actriz de «en su DNI tenía 16 años y medio».
Pero llegó 'Jamón, Jamón' y cada noche Andrés Vicente Gómez iba a ver a su amigo Fernando Trueba para enseñarle las grabaciones. Así llegó Cruz a integrarse en 'Belle Epoque', que le abrió el camino al Oscar. Por cierto, confirmó que la pareja «no tuvo ningún encontronazo (sexual)» en la cinta de Bigas Luna. Eso llegó treinta años después.
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