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Parezco joven, pero no soy tan joven», se presenta con ademanes suaves y voz casi cómplice Cristian Mungiu (Iaçi, Rumania, 1968). Acude a Valladolid a dar una clase maestra y para presentar seis de sus filmes (tres de ellos cortos). Incluye 'R.M.N.', que ... se adelanta a su estreno en España unas semanas. Sus premios en Cannes (por 'Cuatro meses, tres semanas y dos días') o la Fipresci le han convertido en abanderado de la nueva narrativa rumana surgida de las ruinas del postcomunismo.
–Intentó ser médico, estudió Literatura, ha sido maestro, incluso periodista. ¿Le costó trabajo enfocarse hacia el cine?
–Tomé la decisión durante el periodo comunista. Mi padre era médico y la primer intención fue medicina. Pero suspendí el difícil examen de ingreso. Intenté algo más cercano a mis inquietudes y me convertí en periodista en un periódico de estudiantes antes de ser yo mismo alumno. Luego cambié y me puse a estudiar Filología Inglesa. Después colapsó el Muro, y el comunismo y empezó la revolución rumana. Fue una época muy interesante para hacer periodismo después del largo silencio de la dictadura. Cuando me licencié me invitaron a seguir y aprovechar las ventajas de la nueva libertad, pero decidí ir a Bucarest a estudiar cine. Si hay algo que retuve de aquel primer periodo fue aprender una manera de escribir y estructurar el mensaje.
–Sus películas escarban en lo más hipócrita de la sociedad. ¿Eso le ha supuesto algún coste en su país o su éxito internacional ha prevalecido?
–No creo que sea básicamente sobre Rumania. El tema de mis filmes es la naturaleza humana, me esfuerzo por trazar un relato del mundo en el momento en el que estamos. Lo que sucede en mi última película ha podido ocurrir en cualquier sitio. Pero sí, hay dos actitudes sobre mi trayectoria. La gente está muy contenta en mi país por haber conseguido estos premios. Pero me desencanta un poco que muchos me felicitan y yo les pregunto, ¿habéis visto mi película. Y dicen 'no, pero hemos oído hablar de ello en la prensa. Te vimos en Cannes en la alfombra roja'. Luego están los que piensan que la imagen que doy del país no es la más grata posible. Como cineasta, como artista, no te queda otra que mostrar la verdad. Y, si no nos gusta lo que vemos, intentar modificarlo. No hay que liquidar al mensajero. Es ahí donde espero que el cine sea útil.
–¿Aún confía en que sus propuestas ayuden a cambiar comportamientos?
–No creo que tenga la potencia para cambiar nada. Pero sí puede activar un diálogo y algún cambio en la sociedad a partir de una película. Una película cuenta algo relevante y es la oportunidad para que la gente que la vea la continúe desarrollando después. Pero vivimos en un tiempo en el que la gente busca en el cine entretenimiento sobre todo.Pero, si conseguimos al menos inducir un pequeño cambio en la manera en que la gente se plantea los problemas de la vida cotidiana, ya es algo importante.
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–¿De dónde ha salido esta generación del Nuevo Cine Rumano, en un país sin apenas industria? ¿Le molesta que les etiqueten?
–No sabemos por qué ha sucedido ahora. El punto de inflexión fue el 2000, un año muy malo en el que no se produjeron películas. Gente de mi generación empezamos a replantearnos la reconstrucción del cine nacional. Se habían cerrado los cines, no había público. La gente pensó en películas que pudieran pasar a la historia porque era empezar de cero. Algunas empezaron a triunfar y varios directores apostaron por este lenguaje más radical respecto a los temas.
–Sus maestros son sobre todo europeos, caso de Michael Haneke, pero ha tenido ofertas para ir a Estados Unidos. ¿Qué le echa para atrás?
–Lo que cuenta es la calidad del cine que haces y que sepas de lo que estás hablando. Lo más importante es la calidad de la observación directa. Estoy abierto a la posibilidad de trabajar con actores en lengua inglesa, pero no en Hollywood. No porque no respete aquel cine, pero no tiene que ver con mi forma de trabajar. Yo necesito libertad y control absolutos: del guion, dirección,...
–Los rumanos son la mayor comunidad extranjera en España ¿tiene algún proyecto que le acerque a la península?
–Sí, tengo uno. Es una película histórica que ocurre en España. Muy distinta a todo lo que he hecho hasta ahora. Aunque no tiene nada que ver con la comunidad de mi país. 'R.M.N.' se estrena en España en noviembre y espero que los rumanos acudan para que ayuden a los españoles a entender mejor el contexto. Que vale para todas las sociedades.
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