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Con el cine a cuestas, cuando las películas pesaban 20 kilosHubo una época donde las películas se medían por kilómetros en vez de por duración. Donde las cintas -entonces de manera literal- no eran archivos digitales, sino metros y metros de celuloide. Por aquel entonces, durante la Seminci, era habitual ver a varias personas cargadas ... con las bobinas de los largometrajes por las calles de Valladolid. «Deprisa, deprisa. De ellos depende que todas las películas estén donde deben estar», reza el pie de foto de una página de una revista de la Seminci de finales de la década de los noventa. En la imagen, todavía en blanco y negro, aparece Luis Ángel Fuertes. Su periplo como trabajador del festival comenzó en 1999 y hoy, todavía sigue.
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Entre sus labores durante esta semana está la de llevar a tiempo las películas a las diferentes sedes de la Seminci. Ahora, el trabajo ha cambiado. En una mano lleva una carpeta con una hoja donde están recogidos los datos técnicos de una película, los horarios de las proyecciones y un pequeño disco duro. Dentro de este no hay uno, sino cuatro largometrajes. «Ahora puedes tener una misma película en varios sitios a la vez, antes era imposible. Tenías una copia y había que llevarla de un cine a otro. Y no era fácil, era un trabajo muy físico. Cada bobina pesaba de media 20 kilos, depende de la duración. Y había que llevarlo a pulso, no podías llevarla rodando porque se podía dañar», relata.
Planificar los trayectos para que la película estuviera a tiempo en la sala de proyección era una de las claves y muchas veces se trabajaba con un día de antelación. «El peor trayecto era del pase de prensa del Roxy al teatro Calderón. Eran sesiones que terminaban de madrugada y tenían que estar listas para volver a proyectarse a primera hora de la mañana», recuerda. El avance de la técnica ha dejado estas estampas casi en el recuerdo. Ahora, las películas pueden enviarse incluso de manera online hasta los diferentes teatros de Valladolid. En su tarde de recorrido, Fuertes se encuentra en el Zorrilla, viene de los cines Broadway, parada mediante en el Calderón, y emprende la marcha hasta el Carrión. Y lo hace con cuatro películas de la mano, que ya no pesan 20 kilos, sino unos cuantos gigas.
«El trabajo ahora es más de organización, de saber dónde llevar cada película y aprovechar los viajes. Yo tengo seis discos duros y lo que se intenta es optimizar los trayectos», explica antes de seguir su recorrido. Atrás quedan los años donde había que esperar a que las películas llegaran desde fuera de la ciudad para, luego, ir cargados con el cine a cuestas por las calles de Valladolid.
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