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La revancha, la rabia como escudo en un medio hostil, están presentes en las tres últimas películas de la Sección Oficial. La indonesia 'La venganza es mía, todos los demás pagan en efectivo', de Edwin, y 'Funny Boy', de Deepa Mehta, ... trasladan al cine dos novelas homónimas de escritores de la misma generación. Por su parte, Carlos Saura presentó su última entrega de su recorrido por el folk latino, esta vez con parada en México, 'El rey de todo el mundo'. La obra de Edwin es la última proyectada de las veinte que hoy se repartirán las Espigas.
Un matón protagoniza 'La venganza es mía, todos los demás pagan en efectivo'. Ajo vive de las apuestas en combates y hace algunos encargos. La violencia es su medio, el combate cuerpo a cuerpo, su expresión. Hasta que topa con una Iteung, una joven que se dedica a lo mismo con mayor audacia. Se conocen peleando y se enamoran a golpes. Él arrastra un problema que es un secreto a voces, su impotencia que determina su condición de gallo de pelea. Ella descubrirá su origen, un trauma de la infancia, y vengar aquella aberración se convertirá el 'leit-motiv' de la vida de Iteung, su prueba de amor.
La película no sale del círculo de asesinatos, encarcelamiento, escarmiento y vuelta a empezar. Dos horas girando en la misma órbita con picos de sadismo es demasiado tiempo. El amor, a pesar de todo, en el suburbio más abandonado del mundo, con las condiciones menos idóneas, es la tabla de salvación humana, nos dice Edwin. La novela es de 2017 y la firma el escritor javanés Eka Kurniawan.
Folk mexicano
Del Índico a México, el último destino de Carlos Saura. Desde que en los ochenta filmara su trilogía de películas sobre danza española con Antonio Gades, el director madrileño no ha dejado de ficcionar en torno al baile. Flamenco, sevillanas, tangos, danza india, jota, un largo etcétera le han convertido en una suerte de coreógrafo con la cámara. 'El rey de todo el mundo' anuncia desde su condición de ranchera el destino del viaje.
El proceso de ensayos de un musical sobre el folk mexicano es el hilo argumental del que penden varias derivadas. El director de la obra, Manuel, contacta con un antiguo amor, Sara, en calidad de coreógrafa. La propuesta profesional encubre también una personal, él quiere volver con ella. La selección de los jóvenes bailarines nos acerca a través de la que recibirá el papel protagonista, Inés, al México que ruge fuera del estudio: el de la bandas de narcotráfico. Su padre anda metido en negocios turbios.
Mientras van trabajando coreografías de boleros, danzones, mariachis, corridos, casi todos conocidos al otro lado del Atlántico. Y Saura baila en grupo, en dúos, captura los rostros, los cuerpos, alterna luces, decorados, espejos y escenarios vacíos. En definitiva, crea su ballet propio con lo que le ofrecen los profesionales del movimiento. Provoca en el patio de butacas las ganas de despegarse del suelo. Fotógrafo que imprime esta pasión en su cine, compone cuadros visuales que van in crescendo, a medida que avanza el ensayo. Cada vez el baile es más grupal, más coral, más dinámico y violento, a demanda del director.
El enamoramiento de los bailarines cumple con un cliché impropio de la experiencia del director y en esa luz se entrevera la canónica imagen de 'West Side Story'. Estética cuidadísima al servicio de un guion con varias fugas que no llevan a ninguna parte. Finaliza con el comienzo sin que sepamos si al final los dos directores trabajan en su propia obra, como anuncian, y la indagación en el folk mexicano, siendo agradabilísima, no lleva muy lejos su objetivo.
Deepa Metha, que lleva toda la semana en los cines vallisoletanos como presidenta del jurado internacional, clausura esta edición con 'Funny boy', una película que la devuelve a sus orígenes, al subcontinente indio, esta vez en Sri Lanka.
Comienza su fábula en los setenta, en una familia tamil de clase alta que posee un hotel en Sri Lanka. La joven Radha está enamorada de un cingalés pero está acordado su matrimonio con un tamil. Un atentado en el tren en el que viaja acaba con la vida de mujeres y niños, ella se salva pero acata la boda arreglada ante el destino fatal que le depara la guerra abierta entre las dos comunidades. Su sobrino Arjie, de ocho años, es su confidente. Le gusta vestirse de mujer y actuar en vez de jugar al cricket. En su primera juventud se enamora de otro joven cingalés de su clase y se repetirá la fatalidad, con el añadido de que la homosexualidad en un delito en la cultura india. De fondo, los asesinatos, quema de negocios y persecución de los tamiles hace que la familia se plantee el exilio.
Homosexualidad condenada
Arjie descubre con su amigo la música de Bowie y Sting, así como que lo suyo no es ninguna enfermedad. Metha filma la vida en las mansiones coloniales inglesas, ahora en manos de los tamiles afortunados, una vida de ensueño que salta por los aires. Pero los Tigres Tamiles alimentaron su guerra por la independencia con el aliento de una mejor vida para los pobres. Uno de los trabajadores del hotel se une a esta organización terrorista que provocaba la simpatía del pueblo. La madre de Arjie disculpa las acciones delictivas por el fin que persiguen, incluso aunque haya «daños colaterales».
La directora de 'Hijos de la medianoche' aborda una guerra casi olvidada pero que durante dos décadas salpicó los breves de las secciones de internacional de los diarios occidentales. Entre sus víctimas más conocidas, Rajiv Gandhi, ex primer ministro indio en 1991.
El exilio les llevará a Canadá, precisamente donde reside Mehta desde hace décadas. Un tamil nacido allí, Shyam Selvadurai, firma la novela de la surge este guion. Una buena película de Historia con historias que clausura hoy el festival.
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