Fotograma de 'La muela del juicio' de Liang Ming.

Una de chinos

Caro Diario ·

A la Seminci han llegado varios estrenos chinos. Y en todos padecí el mismo problema, con mayor o menor intensidad: diferenciar a sus protagonistas, saber quién es quién desde el principio.

Jorge Praga

Valladolid

Sábado, 31 de octubre 2020, 13:08

Al campeonato mundial de fútbol de 1966, celebrado en Inglaterra, acudió la selección de Corea del Norte (sí, del Norte). Dejó un célebre triunfo sobre Italia por 1-0, y estuvo a punto de batir al majestuoso Portugal adelantándose por 0-3. Luego acabaron perdiendo ... por 5-3, con borrachera goleadora de Eusebio. Un tío mío siempre me contaba que cuando terminó el partido el árbitro confesó que si en el descanso hubieran cambiado a los once norcoreanos por otros once, él no se habría enterado. Mi tío siempre fue un poco bromista.

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Los occidentales nos mostramos torpes al distinguir a unos orientales de otros. Coreanos, pero también chinos, japoneses o vietnamitas. Un primer vistazo no permite diferenciarlos individualmente, al menos por los rostros. Se supone que ellos tienen el mismo problema de percepción con nosotros. Esto traía problemas en el viejo fútbol y muchos chistes de orientales. La confusión ahora yo la sufro en el abundante cine chino. Abundante y diverso, con mercado interior comercial y probada capacidad para integrar la vanguardia artística mundial.

A la Seminci han llegado varios estrenos chinos. En la Sección Oficial, en Punto de Encuentro. Y en todos padecí el mismo problema, con mayor o menor intensidad: diferenciar a sus protagonistas, saber quién es quién desde el principio. En la sobresaliente 'La muela del juicio' fui incapaz durante casi toda la proyección de distinguir a primera vista a las dos chicas del peculiar trío protagonista: parecido peinado, los mismos pómulos acentuados, los ojos inexpresivos… A veces la sospecha es que los actores no son buenos, que no son capaces de expresar con el rostro emociones, estados de ánimo. Pero es que posiblemente tampoco lo busquen, no esté en su tradición cultural. Es este un asunto profundo, impropio de prisas seminceras, pero anoto de mis lecturas del sinólogo François Jullien que la cultura china no sabe de esencias inmutables ni de almas interiores que haya que manifestar hacia fuera en la representación. Para ellos todo es energía en tránsito, movimiento, circulación de cielos y tierra. Y a eso es a lo que hay que atender en sus películas y no a las torturas de un alma que no existe.

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