'30 años de Jamón Jamón' fue ayer el aperitivo de todo el festín cinematográfico que saciará el hambre de celuloide de Valladolid a partir de hoy, en una 'comilona' de 275 'platos' que durará una semana entera. Una 'tapita' que puede degustarse ya en ... la sala de exposiciones de Las Francesas.
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Como dijo en su presentación el director de la Seminci, Javier Angulo, auténtico experto en esta icónica cinta de la que se reedita el libro que él mismo publicó en su día, la película no fue «la obra de un cineasta sino la de un artista con mayúsculas».
Una pieza que miraba hacia la España más atávica, tópica y casposa, la España para la que la tauromaquia era su metáfora y el toro de Osborne, su fetiche. La del olor a ajo. «Es lo mejor que hay para torear y follar», La de hacerlo todo por cojones. La que en casi 200 años apenas cambió los garrotazos fratricidas de Francisco de Goya, por el duelo a jamonazos de Jordi Mollá y Javier Bardem.
Y lo hacía en el año de las luces, aquel 1992 en el que gracias a unas Olimpiadas (Barcelona) y una Expo Universal (Sevilla) a la que se podía ir en el tren del futuro (AVE), España intentó sacar un billete para el futuro. También fue el año de 'Belle Epoque' (Fernando Trueba) que se acabó llevando un Oscar a la mejor pieza extranjera.
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Betty Bigas, hija del fallecido director (1946-2013) y la cineasta Vicky Calavia, han sido las responsable de recomponer el 'puzzle' vital que inspiraba al polifacético creador barcelonés.
Ambas recorrieron la exposición para sugerir pistas a los presentes. Betty, que en 1992 era una adolescente y llegó a hacer de figurante en algunas escenas, se encargó de recopilar todos los fotomontajes que su padre hacía del 'making off'. Era otra forma de robustecer lo que quería expresar un realizador que «repetía mucho las escenas», recordó Betty, quien también insistió en la importancia de la pintura en su cine: «su obra pictórica inspiró esta película».
Calavia se ha encargado más de «la parte narrativa a través de los personajes». Y lo ha hecho con un despliegue de cada uno de los 'prototipos' humanos, de la media docena de personajes clave, que Jose Juan Bigas Luna diseñó. Entre todos se reparten esa atmósfera «erótica, edípica y familiar», como la resume su comisaria.
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Una estrella de David sobre un lienzo blanco reparte los vórtices de la trama de 'Jamón Jamón'. En cada una de sus seis puntas hay un personaje de esta tragicómica revisión de lo español que ahora cumple tres décadas. La Señorita Silvia (Penélope Cruz), la Madre Conchita (Stefania Sandrelli), la Puta Carmen (Anna Galiena), el Niñato José Luis (Jordi Mollá), el padre Manuel (Juan Diego) y el Macho Ibérico (Javier Bardem).
Todos ellos personajes «emocionales y frágiles». En las vitrinas hay una profusión de piezas que marcaron la 'temperatura' de esta cinta que se llevó el León de Plata en la Mostra de Venecia (el original también está aquí), además de seis nominaciones a los Goya de 1993. Desde la moto Jamaha 600 cc que pilotaba el macarra Bardem, al vestido rojo que remarcaba la carnosidad juvenil de una tórrida Penélope. También los calzoncillos con corazoncitos rojos del racial Bardem o los testículos metálicos color urraca del toro sobre los que Mollá arremete en su frustración amorosa. Y hasta las alpargatas de 'Pe' inspiradas en las que llevaba Salvador Dalí.
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La Cruz, hoy estrella del celuloide, reconoce en una de las muchas citas que jalonan los murales de '30 años de Jamón Jamón' que «aprendí a hacer tortillas de patata con mi madre porque ¡tenía tantas ganas de que me dieran este papel!». La comida es otro de los símbolos de esta obra.
Ella apenas tenía 18 años, pero debió entender pronto el motor vital que alimentaba al intenso Bigas Luna. «Comida, erotismo y espiritualidad son el triángulo vital que engarza los triángulos amorosos», sentenció el catalán.
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'Jamón Jamón', pura chacinería en 94 minutos de fotogramas, descubrió para el mundo al entonces casi desconocido trío de actores de la España que empezaba a asomarse: Jordi Mollá y los hoy oscarizados e internacionales Penélope Cruz y Javier Bardem.
Pero la película que ahora nos recuerda cómo hemos cambiado en tres décadas, hizo alguna contribución más a aquel año de cambios más que simbólicos. La pasión de Penélope y Javier en los aledaños de una polvorienta gasolinera de Los Monegros aragoneses traspasó la pantalla y se proyectó en sus vidas.
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Esta vez el cine se adelantó a la realidad de una pareja que quedó marcada por esta película en lo profesional y, lo que es más importante en lo personal. Quince años después, el día que Bardem recogió su Oscar por 'No es país para viejos' (2008) confesó al mundo su amor, real y no de pago como en 'Jamón Jamón' por Penélope. Bigas Luna seguro que sonrió desde su huerto ecológico de Tarragona.
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