Fotograma de 'Fin de fiesta', de Elena Manrique.

Careo de prejuicios y salida por peteneras

Elena Manrique se estrena 'Fin de fiesta', una histriónica denuncia del racismo, y Halfdan Ullmann con 'La tutoría', agobiante inmersión en la violencia escolar

Victoria M. Niño

Valladolid

Martes, 22 de octubre 2024, 17:15

Racismo, violencia y homofobia han provocado las óperas primas de la española Elena Manrique y el sueco Halfdan Ullmann, y la segunda película del rumano Emanuel Parvu. 'Fin de fiesta', 'La tutoría' y 'Tres kilómetros al fin del mundo' ponen en evidencia los prejuicios de ... sus sociedades y resuelven por peteneras.

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El 'Fin de fiesta' de Elena Manrique quiere ser el principio de su carrera como directora tras dos décadas viviendo el cine desde la producción. De comienzo oscuro, una patera que llega a la costa onubense en una noche cerrada, pronto el sol iluminará el patio andaluz donde transcurre la acción. Es la casa de la señorita del pueblo, Carmina, escaparate de los atributos de su rancio abolengo en contraste con la moderna ligereza de la bon vivant madura. El destino de uno de los inmigrantes se cruzará en su vida. Carmina descubre al intruso en la finca y comienza una relación que pasa por la aceptación, la dominación y la posesión.

La palentina Sonia Barba encarna a Carmina y borda el histriónico personaje, una mujer en perpetua fiesta, de frivolidad cómica y trágica por momentos, que compra la compañía de los demás. Su asistenta y Binta son los únicos que carecen de precio, al menos durante un rato.

Elena Manrique se recrea en clichés del señorito canalla, del labriego facha, de la criada justiciera, del buscavidas aplicado, de la rica sin escrúpulos, del servilismo de la autoridad, para componer un cuadro hiperbólico que estira hasta el largo lo que podría ser más efectivo en corto. Cuando la historia pasa a ser una comedia de enredo, ya todo está apuntado. La pretendida denuncia de racismo y clasismo queda diluida en la exageración.

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De la sociedad rural andaluza, a la sueca de la mano del nieto de Liv Ullmann e Ingmar Bergman, Halfdan Ullmann y su primer largo que ha ganado un Cámara de Oro en Cannes, 'La tutoría'.

Del patio soleado al colegio de luz mortecina amenazado por nubarrones negros. Desde la primera nota de la banda sonora se nos lanza el mensaje de ponerse a salvo que nada bueno ocurrirá. El director del colegio, junto a dos compañeras, convoca a los padres de dos alumnos por un incidente de violencia sexual que nunca se aclara en las dos horas de metraje. Sobre una confusa denuncia, una poco explícita acusación, se construye esta torre de creciente violencia, reproche y prejuicios, agravada por el calor.

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La dirección del centro carece de protocolo, su estrategia es cansar al contrario, en este caso los padres, mareando la perdiz con verborrea sin sentido, hasta provocar una carcajada de cinco minutos largos en la madre del supuesto agresor, Elisabeth. Le da vida la actriz noruega Renate Reinsve, a la que conocimos en 'La peor persona del mundo'.

Lo que no tenía que salir de ese despacho va encontrando eco en círculos concéntricos que multiplican opiniones y amenazas. Las dos familias están unidas por parentesco y los niños de seis años cargan con los prejuicios gestados en una generación anterior.

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Violencia contenida, odio larvado y envidia empujan a convertir el castigo en escarmiento. Todo ello en una escuela con la alarma sonando indiscriminadamente y las paredes desconchadas, metáfora de la decadencia de la educación que allí se ofrece, donde su director confunde tolerancia y responsabilidad.

El Ullmann más joven no recurre al confesionario pero sí al sanedrín comunitario, explotando la derivada del juicio moral. Termina con un generalizado cambio de bando, con una nueva conclusión sobre quien es la manipuladora en la lucha de las dos madres que recuerda a 'Los doce del patíbulo'. Como Carlos Marques-Marcet en 'Polvo serán', también Ullmann recurre a un par de números coreográficos. Uno de ellos ilustra un cierto momento de paz de Elisabeth, que tras tanto circunloquio parece una salida por peteneras, y un segundo que escenifica la crueldad de todos contra ella.

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Homosexualidad en Rumanía

Lo que Ullmann ahorra en atrezo, lo logra Parvu en banda sonora. El silencio acompaña a los personajes de 'Tres kilómetros al fin del mundo'. Adi vive con sus padres en la marisma del delta del Danubio. El dicho de 'pueblo pequeño, infierno grande' se hace realidad tras la agresión que sufre por su homosexualidad. La investigación policial desvela el poder del mafioso local, cuyos hijos son los agresores.

Aún se considera un desvío vergonzoso en esa comunidad, por lo que la madre intenta remediarlo desde la religión. La denuncia sigue su curso y llega una trabajadora social de Bucarest, pero ya todo está amañado para tapar lo ocurrido.

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Parvu muestra un país pobre, que lamenta la «podredumbre» actual y recuerda a Ceaucescu. Una población que boquea entre la superstición y la corrupción, en un largometraje que tendrá su trascendencia social para Rumanía y que ha logrado la Palma Queer de Cannes.

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