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Niños en el cine. Siempre un atractivo y un riesgo. Es difícil dirigirlos, acoplar su espontaneidad al guion, aprovechar el momento, controlar su energía… De los niños prodigios a los actores infantiles ocasionales, nuestra biografía cinematográfica está llena de ellos. En nuestro recuerdo los hay ... que salieron del reto con más o menos acierto, que nos dejaron más o menos huella. Recuerdo ahora los ojos de Ana Torrent en 'El espíritu de la colmena', de Víctor Erice, casi un tópico cuando se habla del tema, pero también la mirada de Andoni Erburu en 'Secretos del corazón', de Montxo Armendáriz, por hablar solo de dos películas españolas de nuestra historia reciente. El director Benito Zambrano ha decidido correr ese riesgo aceptando el proyecto de llevar a la pantalla 'Intemperie', la novela de Jesús Carrasco que se convirtió, a raíz de su publicación en 2013, en un 'best seller'. Esta dura historia de dominio, pobreza, abusos, pero también de amor, de solidaridad y del aprendizaje del perdón recae en gran medida sobre los hombros de un niño, Jaime López. Y ambos, director y actor salen airosos del reto. No hablo aquí de la película en su totalidad sino solo de sus protagonistas. Porque al niño que busca su futuro huyendo del pozo en el que se ha convertido su corta vida le da la réplica uno de nuestros mejores actores, Luis Tosar. Siempre eficaz en los papeles de duro, Tosar es aquí menos Tosar. Me explico. Mientras veía el filme había momentos en los que no pensaba en los personajes. Me evadía de ese cabrero solitario que está de vuelta de todo, cuyas heridas que le ha infligido la vida no le han llevado al lado oscuro sino al contrario, que encuentra en ese niño desconocido que huye una ocasión para defender la vida que le obligaron a quitar en dos guerras. No pensaba tampoco en el niño que busca una salida arriesgando el futuro por un secreto que atormentará para siempre su memoria. Sino en las personas que había detrás. Y creía ver a un Tosar más templado, comedido, no solo porque lo estableciera su papel en esta historia, o no solo por eso, sino también por acompasar la fragilidad de su oponente ante las cámaras. Al final, cabrero y mozo, actor veterano y actor niño hacen una buena pareja, sin quitar el mérito al conductor de todo. Ese director que nos encandiló con su ópera prima y que aquí vuelve a demostrar sus dotes, aunque no le salga una película redonda. Para Jaime López, esta no es su primera experiencia ante la cámara, pues ya se le vio acompañando a Natalia de Molina en 'Techo y comida', primer largometraje de Juan Miguel del Castillo. Pero entonces era aún muy pequeño y ahora demuestra que tiene madera para este oficio. Aunque, dada su edad, saber qué camino seguirá es una incógnita. Los niños en el cine siempre lo son.
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