GRACIA QUEREJETA, ESPIGA DE HONOR

«El audiovisual seguirá consumiéndose, pero será de otra manera»

La realizadora vuelve al festival que lanzó su carrera al galardonar su ópera prima. «Por entonces daba miedo venir a Valladolid»

Viernes, 30 de octubre 2020, 07:48

Todavía no había irrumpido en Valladolid Icíar Bollaín con 'Hola, ¿estás sola?', la película que pondría fin al eterno desencuentro entre el cine español y la Seminci, cuando aterrizó en el festival vallisoletano Gracia Querejeta -hija del más admirado, y también más temido, productor del ... cine español- y se llevó nada menos que el premio especial del jurado con su ópera prima, 'Una estación de paso'. Pese a la controversia generada por casi todo el palmarés de aquella edición de 1992, el galardón fue un espaldarazo para una carrera cinematográfica que no ha dejado de crecer y que esta edición se ha visto recompensada con una Espiga de Honor.

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-Podría decirse que su carrera comenzó aquí, en Valladolid.

-Sí, sin duda. Pero fue un premio polémico, eh, de eso tampoco me olvido. Bueno, la verdad es que en aquella edición fueron polémicos todos, salvo la Espiga de Oro. Ese año aprendí que Valladolid es un festival muy exigente, de modo que, para una primera película, lograr el premio especial del jurado no estuvo nada mal. Con polémica o sin ella.

-Valladolid por aquella época tenía una relación tormentosa con el cine español.

-Es verdad. Entonces daba miedo venir a Valladolid. La gente prefería ir a San Sebastián porque sentía que corría menos riesgos.

- El cine hecho por mujeres no era tan habitual como ahora. ¿Cómo valora la transformación que se ha producido?

-La verdad es que entonces éramos muy pocas. Ahora ya la situación ha ido cambiando, y seguirá cambiando. Pero en lo que se refiere a mi experiencia personal, yo tuve unos problemas muy distintos a los de los demás, porque trabajaba con mi padre Elías Querejeta, que fue mi maestro, y a él le daba exactamente igual que fueras chico o chica. Era igual de exigente con todos. Mi escuela fue esa, pero tuvo otros problemas. Hube de superar muchas cosas por las que otros no han tenido que pasar. No es una queja, es una consideración. Cada cual tiene su camino. Yo no tuve problemas por ser mujer, pero sí los tuve por ser hija de Elías Querejeta. Y muchos. Costó tiempo encontrar mi terreno y ser respetada por mi trabajo. Costó. Pero a otros les pasan otras cosas. Aquí casi nadie se libra de algo.

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- ¿Cómo valora el panorama actual del cine femenino?

-Estamos equiparándonos poco o poco. Sigue habiendo menos mujeres que dirigen, y a veces una no se lo explica porque lo que un productor busca es un proyecto que le interese y no creo que ahora mismo importe ser mujer u hombre. Al contrario, la nueva legislación beneficia al productor si contrata a una mujer para dirigir, para escribir o para ser jefe de equipo de otras secciones. Poco a poco se irá afianzando la tendencia a ir equilibrándonos.

- ¿En qué ha cambiado su cine en estos años? 

-Ha cambiado mucho. Permanece la base, permanece la esencia. Cuando empecé a trabajar en series de televisión pensaban que por venir de la 'casa Querejeta', donde se trabajaba de una determinada manera, me iba a resultar difícil adaptarme. Pero lo que yo aprendí con mi padre me ha ayudado a ir mucho más rápido en la tele, o a tomar decisiones a una velocidad distinta. Cuando mi padre veía mis series me decía: «Yo no entiendo cómo puedes rodar esto en nueve días». Le parecía marciano. Lo que yo aprendí con él me ha ayudado a ser más versátil, aunque pareciera a priori lo contrario.

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- Su mirada cinematográfica es muy personal.

-Y espero poder seguir haciendo ese tipo de películas. 'Invisibles', por citar mi último trabajo, es en efecto muy poco convencional. Pero se ha demostrado que este tipo de proyectos personales pueden funcionar perfectamente en taquilla. En el caso de 'Invisibles' el estreno se vio interrumpido por la pandemia, pero en menos de una semana había hecho 33.000 espectadores. Hay unas películas que no son de masas, no son blockbusteres, pero que pueden defenderse en taquilla de forma muy razonable.

- La pandemia no ha dejado de producir interferencias…

- Lo de mí película fue una desgracia, ciertamente, pero como lo que ha venido después ha sido tan terrible, con tantos muertos, tantos enfermos y tantas situaciones sociales complejas de resolver… Que tu película no haya tenido el recorrido en taquilla que hubiera podido tener es una putada, pero peor es estar en una UCI entre la vida y la muerte. Hay que quejarse lo justo.

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Tampoco los que están estrenando ahora están teniendo demasiada suerte, porque la gente tiene terror a volver a ser confinada y trata de salir más a otros sitios. Las taquillas no están siendo buenas, a pesar de que los cines están abiertos.

- Si esta situación se prolonga, ¿puede obligar a repensar el futuro del cine y de las formas que conocemos de exhibición?

- Estamos abocados a que las salas de cine proyecten un tipo determinado de películas; no sé si serán de arte y ensayo o blockbusteres. Esto es algo que mi padre ya vaticinó en el año 2000, hace 20 años, cuando aseguró: «Vamos a terminar estrenando en las televisiones». Yo protestaba; no me lo podía creer. Pero él me replicaba: «Tú lo verás. Seguro». Está cambiando la manera de ver, pero esto no significa que el audiovisual pierda comba. Todo lo contrario. Se sigue consumiendo y se seguirá consumiendo. Pero de otra manera.

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- ¿Cuál fue la principal lección que aprendió de su padre?

-A tener respeto y amor por el trabajo. Y a no pensar sólo en la taquilla. La búsqueda del máximo rigor es algo que forma parte de su escuela, si bien luego el nivel de exigencia cada uno debe ajustarlo a los distintos ámbitos de producción. Pero siempre pensando en hacer el mejor trabajo posible. En los tiempos que corren, por lo que hay que luchar es por poder hacer, de vez en cuando, lo que uno quiere hacer, y poder contar lo que quieres contar. Poder hacerlo de vez en cuando es ya todo un éxito.

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