Alonso Ruizpalacios, a las puertas del Teatro Calderón. Alberto Mingueza

Alonso Ruizpalacios: «Hay un duelo al dejar el país de origen que nunca se supera»

SEMINCI ·

El director mexicano, que presentó 'La cocina' en Sección Oficial, muestra su «fascinación» por la trastienda de los restaurantes como «microcosmos de la sociedad»

Sábado, 19 de octubre 2024, 19:01

El realizador mexicano Alonso Ruizpalacios participa en la Sección Oficial de la 69ª edición de la Seminci con 'La cocina', su cuarto trabajo en largo tras obras como 'Güeros', 'Una película de policías' o 'Museos'. Tras haber trabajado en el teatro con el texto ... original de Arnold Wesker 'La cocina', el director traslada la acción del libreto de 1957 del East End londinense de la posguerra a la neoyorquina Manhattan contemporánea, donde vertebra un drama coral donde hay cabida para los fenómenos migrantes, la lucha de clases y cierto realismo mágico, con un reparto que incluye a su actor fetiche, Raúl Briones, la emergente Anna Díaz y nombres internacionales como Rooney Mara, Oded Fehr o Laura Gómez.

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-¿Qué incorpora la película con respecto al texto original de Wesker?

-Hay un largo proceso de adaptación, que me ha llevado cerca de 13 o 14 años, para separarnos del original situado en una ciudad como Londres tras la II Guerra Mundial, y acercarlo más a los Estados Unidos actuales, que invita a abordar otros temas, y a menudo los exige, con un enfoque diferente. Además, la película está salpicada de experiencias personales; yo mismo trabajé un tiempo en cocina y he volcado en el guion muchas historias de personas que yo conocí en aquellos momentos de mi vida. Para mí era fundamental recorrer el viaje de personalizar esta película, pasarla por el filtro de mi propia experiencia.

-¿Y qué temáticas retiene de la obra de teatro?

-Naturalmente toda la experiencia migrante y esa pequeña torre de Babel que es 'La cocina' y que ya existe en las grandes ciudades. Hay otro tema no menos importante; todos los estratos jerárquicos que existen en este restaurante como metáfora de la sociedad, que lo replica a un nivel más macro. Abordamos esencialmente cómo nos comportamos cuando ostentamos una autoridad sobre alguien más, la naturaleza humana que nos obliga a demostrar el poder sobre los otros cuando lo disponemos. Y por supuesto, un tema tan contemporáneo como el capitalismo tardío, sobre cómo nos preocupamos tanto por la productividad y la eficiencia que terminamos por dejar fuera el aspecto más humano.

-A propósito de esa experiencia migrante, hasta tres de los protagonistas de la película son mexicanos. ¿Por qué esa prevalencia con respecto a otros personajes de Marruecos, Colombia o Brooklyn?

-Bueno, yo mismo soy mexicano y quería hablar de mis paisanos (risas). Que una persona de México vaya a Estados Unidos es algo muy común, hay un gran número de ciudadanos de mi país trabajando allá, sin papeles... Para mí es algo muy cercano y muy real. Uno de los cocineros a los que entrevisté llegó a decirme que en Nueva York no hay comida italiana, japonesa o vietnamita... toda es mexicana, porque quienes trabajan en la cocina son personas nacidas en México.

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-¿Considera que hay una experiencia universal en la migración, con independencia de los países de origen y de destino?

-No me atrevería a decirlo... No sé si es la misma experiencia la de un marroquí en España que la de un mexicano en Estados Unidos... (pausa). Pero sí que creo que seguramente haya muchas particularidades en común. Al final, el exilio tiene un precio caro en la psique de las personas migrantes, hay un duelo al dejar el país de origen que nunca se supera. Y esta situación se agrava con frecuencia cuando los que están fuera son indocumentados. En numerosas ocasiones, el sistema no les permita tener sentido de pertenencia hacia aquel lugar al que están aportando mucho con su propio empleo y su esfuerzo. Son la fuerza laboral base de ese país, y negarles garantías mínimas; una salud, un bienestar, a cambio de todo lo que ellos dejan a cambio, es sumamente inhumano y cruel. Y es algo que sucede en todas partes, y que todo el mundo lo sabe, pero verlo de primera mano resulta mucho más difícil de digerir.

Lucha de clases

-Una de las escenas más impactantes es la democratización, rauda y silenciosa, que irrumpe en la cocina con cada aparición del jefe, el señor Rashid.

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-Tiene que ver con lo que comentábamos anteriormente, con esa lucha de clases y esa reflexión sobre la naturaleza humana a la que ya aludía Wesker sobre cómo somos a la hora de ejercer el poder y someterse al poder de alguien. En la película todo el mundo trata de ejercer su parcela de poder: meseras, cocineros, el chef, el encargado... Pero al final del día, el único que controla los medios de producción es el que realmente manda. Y al resto les hace a todos iguales.

-Otro de los momentos más luminosos de la película es un intercambio de insultos, gozosos y en clave de humor, entre los personajes de 'La cocina' en sus idiomas originales...

-Esa escena aborda varias cosas a la vez. Por una parte, la necesidad de conectar siempre que eres extranjero en un nuevo lugar. Una de las primeras cosas que aprendes, siempre, de un país con un idioma diferente al tuyo son las groserías. La secuencia en 'La cocina' es divertida pero a la vez catártica, un contrapunto necesario a ese ritmo de trabajo exigente y asfixiante, que da a los personajes un paréntesis para divertirse, aunque sea por unos instantes.

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-Y entre todo baño de realidad, no olvidemos, cierto realismo mágico...

-Ese aspecto tiene más que ver con ciertas inquietudes personales.. Quería trascender al realismo que se desarrolla a lo largo de toda la película y presentarla al final más como una fábula, como un cuento... Es un gusto personal, siento que he visto demasiadas películas de este tipo; filmadas con cámara en mano, a color, jugando con el tono documental... A mí me interesaba algo más, que la experiencia fuese también una exploración estética, y con esta manera de filmarla nos permite tocar otras notas dentro del mismo pentagrama.

-Largometrajes como 'Hierve', 'El menú'; series como 'The Bear'... ¿Qué tienen las cocinas hoy que tanto triunfan entre el público y la crítica?

-No niego que tras un trabajo de trece, catorce años, al enterarme de que emergían estas películas y series al tiempo que comenzaba nuestra producción... para mí fue un poco de bajón. Pero al final concluí que esto es una exploración personal, que tenia que ver conmigo, mi gusto y mi experiencia pasada... Desde entonces, he hecho una elección consciente de no ver ninguno de esos productos. Pero hay que admitir que las cocinas son fascinantes en sí mismas: son un lugar donde se puede ver cómo a diario todo el mundo desarrolla una coreografía espontánea y elaborada, y también son un microcosmos de la sociedad donde se concentra, en un espacio definido y reducido, muchas de las problemáticas del mundo en corto.

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