Aarrgghh!

Pero en esa cadena de anécdotas repetitivas que salvas en pos de la proyección, hay una que cada vez cuesta más trabajo superar. Un par de tipos que tienen el mismo abono que yo gustan de encontrarse con alborozo en todas las sesiones. Se saludan en el pasillo, hablan con ostentación y volumen propio de entendidos, no terminan. El asistente de la sala les pide por favor que se sienten. Cómo no, pero siguen charlando, y para salvar la distancia se bajan la mascarilla y así su voz alcanza bien las orejas del otro. ¡Aarrgghh! Y no son solo ellos. En la sesión del Lava del domingo el encargado llamó la atención varias veces a una señora que estaba empeñada en seguir la película con la mascarilla a media asta. La culposa se ofendió tanto que amenazó con que pondría una queja del encargado. Traté de mostrar mi solidaridad con este trabajador ejemplar buscándole a la salida, pero lo único que conseguí fue trastabillarme en las escaleras traicioneras del Lava y marcar una rodilla para toda la Seminci. ¡Aarrgghh!

En un esclarecedor artículo, 'El factor X: pandemia y civismo', el filósofo surcoreano Byung-Chul Han analizaba las causas de que la pandemia haya sido casi derrotada en las sociedades orientales, frente al fracaso de Occidente. Su argumento lo resumía en esa palabra: civismo. Civismo, sentido de la colectividad, respeto por los demás y por las normas comunes. Civismo que no hay que confundir con el recorte de libertades, sino al contrario: su ejercicio nos hará más libres. La pesada que el domingo se empeñó en seguir la proyección sin la incomodidad común del embozo, lo único que consiguió fue dar la lata a todos, o incluso algo peor que ni pensar quiero. Y mi rodilla…