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Primitivo González es el arquitecto vallisoletano más conocido, y ahora, tras ganar el concurso del nuevo ayuntamiento de Salem en Alemania, entre otras obras fuera de España, probablemente, también el más internacional, o uno de los que más. Autor de obras de referencia como el ... Archivo Municipal de San Agustín, los Juzgados, el cementerio de Laguna de Duero, o la glorieta frente al LAVA, por citar tan sólo actuaciones en la provincia, el 40 aniversario de su estudio se presenta como una buena ocasión para hacer balance. Y es agridulce. Por un lado, la apertura de nuevos mercados globales ha sido una fuente de oportunidades para los profesionales que les ha enriquecido, pero también lamenta que, dentro de España, y especialmente en Castilla y León, todavía se valore más lo barato que lo idóneo, lo óptimo, lo eficiente y lo hermoso.
-La obra en el municipio alemán de Salem ha sido un revulsivo para la vida de su estudio estos últimos años.
-Ha sido muy importante para nosotros. El concurso lo ganamos en el año 2016, al año siguiente terminamos el proyecto y en 2018 se inició la construcción propiamente dicha. Es una de las obras que nos han dado vida durante estos años de la crisis. Es un proyecto ambicioso que no se limita al edificio consistorial, sino que supone en realidad diseñar un nuevo centro urbano alrededor de un lago en una zona con poblaciones dispersas. Lógicamente contamos con socios locales que nos ayudan a llevarla adelante. Pero la experiencia está siendo muy buena.
- Ha aludido a la crisis económica, que afectó de modo muy especial a su sector y a la industria de la construcción.
-En España durante estos años se ha producido un parón terrible de actividad en nuestro sector y se ha construido muy poca obra pública, que es el campo de trabajo al que nosotros venimos prestando la principal dedicación. Pero no sólo es que no se contratara obra nueva, sino que, al comienzo, se pararon obras que ya estaban en marcha o apalabradas, lo que supuso un impacto tremendo. A nosotros nos afectó muy especialmente: se pospuso el proyecto de la Consejería de Familia, así como la obra para el depósito de locomotoras, que habíamos ganado en concurso. En Madrid, los juzgados de Valdemoro; en Burgos, el Centro de Salud; y en Palencia, la Escuela de Arte, que ya se había iniciado y de la que se había terminado la cimentación.
Con todo, el impacto mayor y más irreparable de la crisis es que han desaparecido muchos estudios, se han desestructurado los equipos y han desaparecido empresas especializadas en tareas que ahora ya no hay quien realice con plenas garantías. En estos momentos cuesta encontrar profesionales capaces de hacer ciertos trabajos particulares. Yo mismo he podido comprobarlo en algunas obras. Ya no tenemos quien haga ciertas cosas. En el lado positivo, la crisis ha impulsado a los arquitectos a buscar trabajo fuera y muchos han conseguido abrirse camino, con todo lo que eso ha supuesto de enriquecimiento y apertura de oportunidades. Otros, en cambio, no han tenido la oportunidad o la visión de intentarlo.
- ¿Está ya superada la crisis, o seguimos estancados?
-El sector de la construcción está descolocado, pero afortunadamente, en los últimos tres años parece que la situación ha mejorado notablemente y se ha reactivado la obra pública. En nuestro caso no nos podemos quejar. Ahora tenemos entre manos la Escuela de Arte de Valladolid, el Conservatorio de León, una ampliación de los Juzgados de Alcalá de Henares, y estamos a punto de empezare un edificio de la Tesorería de la Seguridad Social en el barrio de la Rondilla. Y el Centro de Salud de Burgos que hubo de pararse, ahora está ya en obras.
-Durante mucho tiempo fue un lugar común de los profesionales del sector protestar porque no se prestaba suficiente atención a la dimensión cultural de su trabajo.
-Una cosa son las grandes arquitecturas, los edificios emblemáticos o simbólicos, que parece que todo el mundo tiene claro que deben ser realizados por arquitectos singulares y de prestigio. Pero luego está la calidad de la arquitectura general, que es la que a mí me ha preocupado siempre porque es con la que verdaderamente se hace ciudad. Tras la crisis estamos viendo cómo surgen operaciones nuevas que apuestan por la calidad y el prestigio para distinguirse y hacerse hueco en el mercado. Eso está muy bien. Se va a producir una demanda de más calidad. Y algunas comunidades autónomas, como Madrid, también han apostado por la calidad en las obras públicas.
- ¿Es la arquitectura bioclimática el futuro del sector?
-La buena arquitectura es aquella que lo tiene todo. No sólo la estética, el atractivo, o la funcionalidad, sino que debe ser capaz de dar una buena respuesta a todos los temas, incluido el de la eficiencia energética. Algunos hemos trabajado eso sin ponerle un eslogan. Ahora se apuesta por el eslogan, quizás porque se va generalizando la conciencia sobre la sostenibilidad y el medio ambiente. Pero conviene no engañar a nadie: tú, como arquitecto, puedes intervenir, pero luego una parte importante depende del usuario, de cómo utilice el edificio. Pero me parece que es un ámbito en el que todavía estamos en la fase de la prueba y el error, aunque se ha avanzado mucho. Pero si queremos apostar por esto hacen falta más recursos. Al menos en un primer momento, porque luego los edificios van a ser más rentables.
- ¿Es optimista o pesimista ante las perspectivas de la arquitectura?
-Hace falta crear sinergias positivas. Hay que dar atractivos para que la gente no se quiera ir. Hace falta un plan ambicioso para captar y retener talento. Hoy día el trabajo puede ser global y desde una población rural puedes trabajar para todo el mundo. Esto es una oportunidad para ciudades como Valladolid. Pero para eso hay que generar estímulos. Todos tenemos amigos con hijos que se están yendo fuera en busca de oportunidades. Hay que apostar por otra forma de estar en las ciudades. Pero para eso hace falta imaginación y previsión de futuro. Y valorar lo propio.
-La nueva Ley de Contratos fue inicialmente recibida con esperanza por los Colegios de Arquitectos.
-Generó esperanza porque prometía tener no sólo en cuenta los costes y el dinero, sino también otros criterios de calidad y de eficiencia, pero su aplicación práctica no está satisfaciendo las expectativas. La arquitectura tiene una parte de trabajo intelectual que debe valorarse justamente. La sociedad debe escoger la mejor arquitectura posible, no la más barata, y eso no se acaba de entender. En Alemania, en una primera fase no cuenta nada la oferta económica de los proyectos, y luego se tiene en cuenta, pero de forma no decisiva. Y lo mismo ocurre en la construcción. Estamos haciendo obras con bajas del 45%, a precios irrisorios, fuera del mercado, y eso obliga a usar materiales peores que se deterioran antes y por tanto la obra se degrada anticipadamente. Eso es, en realidad, lo menos sostenible. En Santander, por ejemplo, han realizado una política de intervenciones en microespacios en la que han apostado por la calidad. No se puede hacer ciudad sólo pensando en lo más económico. Esta forma de actuar tiene, además, otras consecuencias, porque muchos buenos arquitectos se quedan fuera del mercado, sin oportunidades de trabajar, porque no pueden competir con esas bajas económicas que se les exigen. La crisis debería haber servido para reorganizar todo esto, pero no hemos tenido fuerza moral para hacerlo, quizás por la evidencia de que había mucha gente que estaba sufriendo.
El estudio del vallisoletano Primitivo González se creó en 1978 pero su primera obra no llegó hasta el año siguiente: un pequeño pabellón de la Feria de Muestras. De aquella primera etapa, sin embargo, la obra más reconocible fue la rehabilitación del castillo de Fuensaldaña, que lo convirtió en 1983 en sede de las Cortes de Castilla y León, si bien la institución regional se trasladaría dos décadas después, en 2007, a un edificio de nueva construcción en el entorno de Villa del Prado. En el otro extremo, la obra más reciente de las que están en marcha, y que ha supuesto el estreno internacional del estudio: la rehabilitación del Ayuntamiento de Salem, proyecto que obtuvo el primer premio de un concurso restringido.
No menos relevante es la rehabilitación del Palacio de Justicia de Burgos, terminada en 2012, que logró la Mención de Honor para Espacios Accesibles y Amigables (Award Friendly Spaces Accesible to all) de la Unión Internacional de Arquitectos. El proyecto mantiene el edificio de inspiración neoclásica que había sido la sede del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, que estaba muy deteriorado, y lo renueva y moderniza.
Dentro de la amplia línea de actuaciones judiciales del estudio, destacan los Juzgados de Salamanca (2005) a partir de la rehabilitación y ampliación del antiguo convento de Trinitarios del siglo XVI. La intervención fue nominada al Premio Europeo de Arquitectura Mies Van de Rohe y fue finalista del Premio FAD.
Otros juzgados destacados responsabilidad del estudio vallisoletano, los de Alcalá de Henares, en los que en breve se va a acometer una ampliación. La intervención del año 2011 obtuvo el Premio a la Obra del Colegio de Arquitectos de Madrid.
Otra nominación al Premio Europeo de Arquitectura Mies Van de Rohe: el proyecto de la Escuela de Arte de Burgos (2011), que fue también finalista del IX Premio de Arquitectura de Castilla y León. Se trata de un proyecto innovador organizado a través de dos piezas superpuestas: la planta baja, que respeta la geometría de la parcela, y un bloque superior singularizado mediante el color azul con una geometría ortogonal y que aparece rotado con respecto al eje principal del edificio. Otra Escuela de Arte, la de Valladolid, tiene previsto comenzar sus obras este año. Su peculiaridad es que alberga en su interior el Convento de las Carmelitas Descalzas.
Obra administrativa destacada también, y galardonada, es la Dirección Provincial de la Tesorería de la Seguridad Social de León (2004) que fue finalista del Premio Enor de Arquitectura. Otro edificio de la Seguridad Social diseñado por el estudio de González está a punto de comenzarse en el barrio de la Rondilla.
- ¿Hay futuro para los jóvenes arquitectos?
-Sí, desde luego. Pero habría que impulsarlo también mediante iniciativas como el apoyo a los equipos intergeneracionales. Que en los concursos se exija la presencia de arquitectos jóvenes, con lo que se estimula su aportación al resultado final. En mi caso, la incorporación de mis hijas Noa y Ara al equipo ha resultado una experiencia muy provechosa. Los más veteranos aportamos experiencia y conocimiento, pero siempre hace falta alguien que se plantee nuevas soluciones y retos.
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