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JESÚS BOMBÍN
Sábado, 15 de septiembre 2018, 17:08
Imagina Roberto Valle (Maside, Orense, 1959) la vivienda castellana auténtica levantada sobre un páramo de cereal, una casita medio enterrada en superficie, con una lámina de agua asomando al borde de una piscina con vistas a la inmensidad del campo. Algo parecido diseñó en las piscinas municipales de Mota del Marqués, «parecía un paisaje del desierto, qué placer bañarse allí. El del paisaje fue un aspecto que me interesó en esa intervención», rememora quien rehusa destacar trabajos salidos de su estudio. El Museo Patio Herreriano los recuerda ahora en una exposición con la que este profesional afincado en Valladolid desde hace más de cuarenta años pretende ayudar a crear un clima de sensibilidad en torno a la arquitectura entendida como armonía con la naturaleza. «La piel de moda no me interesa y es la que funciona. Lo estamos viendo en los países árabes y no tan lejos; cada día, una barbaridad mayor».
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–¿Cómo es la arquitectura por la que clama?
–Es buena arquitectura el 5% de lo que se hace; el resto, solo construcción. Sería interesante que se invirtiesen esas proporciones. Cuanto más conocimiento, hay más exigencia, pero como no hay sensiblidad, no cabe la exigencia y todo vale. Cuando se han resuelto los problemas funcionales y utilitarios, empieza la arquitectura. Construcción es lo habitual que se hace con parámetros de funcionalidad, que se resuelven más o menos, pero hay otra dimensión más allá en la que aparecen cosas como proporción, ritmo, belleza, capacidad de provocar emoción y conmover. La buena arquitectura está muy cerca de la poesía. Le Corbusier decía que donde acaba la funcionalidad empieza la arquitectura.
–¿Hay un hilo conductor en sus proyectos y su abordaje?
–La luz está muy presente en el interior y en el exterior. La luz natural, directa, indirecta o tamizada es la que va a caracterizar esos espacios. Mi arquitectura siempre ha estado en ese aspecto penumbroso de los espacios interiores porque en esa sombra las dimensiones que definan la geometría de los espacios quedan más indefinidas y aparecen aspectos interesantes que atienden a los sentidos de la vista, el oído, el olfato. Cuando la arquitectura tiene eso en cuenta, hace que la experiencia de vivir en esos espacios sea multisensorial, lo quenos acerca a la emoción, base de toda obra de arte.
–¿Emocionar es su meta?
–Lo más bonito que me han dicho sobre una de mis obras es que ha emocionado. Busco que sea una experiencia multisensorial.
–¿Le tienta más la obra nueva o la reforma de un edificio histórico?
–Me da igual en principio. La obra nueva te permite aportar soluciones constructivas o estéticas contemporáneas con mayor libertad. Y cuando intervienes en edificios históricos también tiene su sugerencia. Yo siempre he sido defensor del contraste, de no mimetizar lo que se hace en el siglo XXI con lo levantado en el XV. En esa consecución de la armonía está el secreto de la buena arquitectura. El empeño ha de estar puesto en llegar a ese punto.
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–¿Cómo vivió los tiempos de excesos en los que todo valía?
–Ese tipo de proyectos no me ha interesado, sí los que perseguían una vivienda asequible, bien resuelta, funcional, acertando en la economía y en su mantenimiento, con materiales resistentes en el tiempo. Ahora bien, cuando dependes de un promotor donde la única variable a tener en cuenta es el máximo beneficio, al final la estética que se pide no me interesa nada.
–¿Cuál es el reto de la arquitectura contemporánea?
–La armonía con la naturaleza. Es asignatura pendiente, hemos sido poco respetuosos con ella y como no lleguemos a esa armonía llevamos las de perder, porque la otra opción es la ruina desde el punto de vista medioambiental. Conseguir edificios de consumo energético y mantenimiento nulo es el objetivo. La diferencia entre un diseño bueno y uno malo es que te ayude a ser feliz, conseguir un espacio en el que estés a gusto.
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–¿Hay sensibilidad hacia la arquitectura?
–No, la falta de sensibilidad hace que la arquitectura que se demanda sea pobre, sin interés. Para revertir esto primero hay que saber que la arquitectura existe y hay que apreciarla, porque si no, no se conoce y, por tanto, no se demanda. Porque se pide lo que establecen las modas, al final vivienda cara de muchos metros, con los futbolistas como modelo a imitar. Y la arquitectura puede ser sencilla, resuelta con pocos materiales, poco coste, interesantísima y rica.
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