El rincón de Galatea: Henry James y las dobles lecturas
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Henry James ha alcanzado la categoría de novelista indispensable, una distinción con la que no fue reconocido en vida, aunque la ausencia de ella no le impidió acceder a los círculos de la alta sociedad
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Autor entre dos siglos, el XIX y el XX; entre dos culturas, la de su país de origen, Estados Unidos, cuya expansión se iniciaba entonces, y el continente que lo acogió, la vieja Europa, -antes de que la globalización diluyera esas diferencias a ambos lados de océano-, y entre dos estilos literarios, el victorianismo, enmarcado en un movimiento tan amplio como el realismo, y el modernismo, incipiente en el periodo de sus últimas obras, Henry James, -de quien la editorial Páginas de Espuma ha publicado recientemente el último tomo de sus cuentos completos- ha alcanzado la categoría de novelista indispensable, una distinción con la que no fue reconocido en vida, aunque la ausencia de ella no le impidió acceder a los círculos de la alta sociedad, privilegio que aprovechó para poner en práctica sus dotes de gran observador, de testigo de las inquietudes de ese estrato social reflejado con maestría en sus obras, que indagan en el conflicto entre la sofisticación de la vieja sociedad europea y el empuje de los nuevos americanos y lo hacen a través de la técnica de la introspección psicológica, aplicando en la literatura las técnicas desarrolladas por su hermano William, uno de los más grandes filósofos y psicólogos de Estados Unidos, autor de la teoría del flujo de la conciencia.
Ese interés en los procesos mentales de Henry James provoca que la prosa de algunas de sus obras adquieran gran complejidad, lo que para algunos llega a convertirla en farragosa, si bien evolucionó hacia la paulatina invisibilidad del narrador, sustituido por los diálogos como elemento primordial para el avance del argumento. Esta técnica, que James aplicó gracias a un prodigioso oído para captar el pensamiento de la sociedad de su entorno, ha favorecido que hoy sea uno de los autores más veces adaptado al cine. Cinco de sus principales novelas han tenido versiones en celuloide: 'Retrato de una dama', 'Las bostonianas', 'Washington Square', 'La copa dorada' y 'Otra vuelta de tuerca'.
Este último, un relato imprescindible publicado en 1898 con institutriz al cuidado de dos niños en una mansión victoriana, es un estudio prodigioso de psicología exquisitamente pespunteado con la complejidad de las obras de doble lectura. Envuelto en el género de terror, esconde el drama de la pederastia a través de una aparente historia gótica de fantasmas, donde James, sin imposiciones, sin dirigir al lector en su recorrido por la trama, sin influirle mediante descripciones explícitas, es capaz de despertar su desconfianza para después invitarle sutilmente, con sugerencias y ambigüedades, a un viaje más allá de las apariencias. Este juego de espejos, de vueltas de tuerca, ha propiciado casi una veintena de adaptaciones al cine y a la televisión, además de convertirlo en fuente de inspiración para las obras de realizadores del prestigio de Chicho Ibáñez Serrador o Alejandro Amenábar.
Y es que -y aquí, por favor, véanme con el puro, las gafas de montura negra y la sonrisa sardónica (la barba la traigo de casa), estoy dedicándole un homenaje al gran Chicho..., por cierto, ¿tenía gato? ¿lo acariciaba en sus rodillas? ¿Es obligatorio? Buf, bueno, tampoco pretendía componer un retrato tan fiel- bueno, al lío, ¿qué cineasta podría resistirse al que está considerado en la historia de la literatura como el primer relato de terror protagonizado por niños?
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